viernes, 6 de diciembre de 2013

El deterioro de los Mares

Tomado de la Revista Foreign Affairs
Por Alan B. Sielen [1]           
Traducción Jorge Contreras 
Este artículo alerta sobre la situación y las consecuencias a futuro de la actual depredación y contaminación de los mares. El daño a los océanos es visible y comprobable y debe dejar de ser parte del conocimiento científico para pasar a ser de conocimiento general.  Su atención, cuidado y preservación demanda medidas urgentes de las autoridades y sociedades, para su remedio y para evitar su eventual destrucción. 

Las consecuencias de la destrucción del océano

Hoy en día,  de todas las amenazas que se ciernen sobre el planeta, una de las más alarmantes es el
aparentemente inexorable descenso de los océanos del mundo a un nivel de perdición ecológica. Durante las últimas décadas, las actividades humanas han alterado la química básica de los mares a tal punto, que ahora, estos están experimentando una evolución a la inversa: retornan a ser las primigenias aguas estériles de hace cientos de millones de años atrás.

Cualquier visitante de los océanos,  en los albores del tiempo, habría encontrado un mundo submarino que en su mayoría estaba sin vida. Alrededor de unos 3,5 millones de años atrás, los organismos básicos comenzaron a emerger del primitivo fango. Eran como una sopa de microbios resultado de algas y bacterias que necesitaban poco oxígeno para sobrevivir. En ese tiempo, gusanos, medusas y hierba mala y tóxica gobernaba las profundidades. Con el tiempo, estos organismos simples comenzaron a evolucionar hacia formas superiores de vida, lo que resultó en la maravillosamente rica diversidad de peces, corales, ballenas y otras especies marinas asociadas con los océanos actuales.

“los seres humanos están eliminando a los leones y tigres
y a la vez haciendo espacio para las ratas y cucarachas.”

Sin embargo, hoy la vida en el mar está en peligro. Durante los últimos 50 años, en lo que vendría a ser un simple parpadeo en el tiempo geológico, la humanidad ha llegado a revertir peligrosamente la casi milagrosa abundancia biológica de las profundidades. La contaminación, la sobrepesca, la destrucción de hábitats y el cambio climático están vaciando los océanos y permitiendo que formas de vida más bajas recuperen sus dominios. El oceanógrafo Jeremy Jackson lo llama "el aumento de baba": la transformación de complejos ecosistemas oceánicos que ofrecen intrincadas redes alimentarias con animales grandes en sistemas simplistas dominados por microbios, medusas y enfermedades. El resultado,  los seres humanos están eliminando a los leones y tigres y a la vez, haciendo espacio para las ratas y cucarachas.

La sola perspectiva de desaparición de ballenas, osos polares, el atún rojo, las tortugas marinas, y de costas silvestres debería ser suficiente para causar preocupación. La destrucción de ecosistemas enteros pone en peligro nuestra propia supervivencia, ya que del buen funcionamiento de estos diversos sistemas es que se sustenta la vida en la tierra. La destrucción en este nivel tendrá un costo humano muy alto en términos de alimentación, empleo, salud y calidad de vida. Y también viola esa promesa tácita de pasarle a la próxima generación un futuro mejor.

Los grandes desechos en los mares

Los problemas de los océanos comienzan con la contaminación, las formas más visibles de esta son los catastróficos derrames de petróleo y de la perforación de gas, o los accidentes de los tanqueros petroleros. Sin embargo, tan devastador como estos eventos, la contaminación marina palidece cuando se le compara con las descargas de residuos en el mar a través de ríos, cañerías,  corrientes y aire. Por ejemplo, la basura como bolsas de plástico, botellas, latas, pequeñas bolitas de plástico utilizados en la fabricación, se lava en las aguas costeras o es  descartada por los buques grandes y pequeños. Estos desechos se desplazan hacia el mar, formando concentraciones épicas de residuos flotantes, como el infame “Gran Parche de Basura del Pacífico”, que se extiende por cientos de kilómetros a través del océano Pacífico Norte.

Los contaminantes más peligrosos son productos químicos. Los mares están siendo envenenados por sustancias tóxicas, que permanecen en el ambiente durante mucho tiempo, viajan a grandes distancias, se acumulan en la vida marina, y ascienden en la cadena alimenticia. Entre los más peligrosos están los metales pesados ​​como el mercurio, que se libera en la atmósfera por la quema del carbón y luego desciende con las lluvias a los océanos, ríos y lagos, este mercurio también se le puede encontrar en los desechos médicos.

Cientos de nuevos productos químicos industriales entran en el mercado cada año, la mayoría de ellos no comprobado. De especial preocupación son los conocidos como contaminantes orgánicos persistentes, que se encuentran comúnmente en los arroyos, ríos, aguas costeras, y, cada vez más, en el océano abierto. Estas sustancias químicas se acumulan lentamente en los tejidos de peces [2] y mariscos, y se transfieren a las criaturas mayores que se alimentan de ellos. Los estudios realizados por la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU. han vinculado la exposición a los contaminantes orgánicos persistentes con la muerte, enfermedades y anomalías en los peces y otros animales salvajes. Estos productos químicos penetrantes también pueden afectar negativamente en seres humanos, el desarrollo del cerebro, el sistema neurológico, y el sistema reproductor.

Luego están los nutrientes, que se incrementan cada vez más en las aguas costeras, después de haber sido utilizados como fertilizantes en las fincas, a menudo lejos de la costa. Todos los seres vivos necesitamos nutrientes; sin embargo, cantidades excesivas de estos, causan estragos en el medio ambiente natural. Fertilizantes que se abren paso hacia el agua influyen en el explosivo crecimiento de algas. Cuando las algas mueren y se hunden en el fondo del mar, su descomposición toma el oxígeno del agua, oxigeno que es necesario para mantener la compleja vida marina. Algunas algas también producen toxinas que matan a los peces y envenenan a los humanos que consumen productos del mar.

El resultado ha sido la aparición de lo que los científicos marinos llaman "zonas muertas", áreas desprovistas de la vida en este océano que la gente más valora. La alta concentración de nutrientes que fluyen por el río Mississippi y desemboca en el Golfo de México ha creado por temporadas una zona muerta en alta mar, que es más grande que el estado de Nueva Jersey. Una zona muerta aún mayor,  “la mayor del mundo”,  se encuentra en el Mar Báltico, y es comparable en tamaño a California. Los dos grandes ríos estatutarios de China, el Yangtze y el Amarillo, han perdido igualmente su compleja vida marina. Desde 2004, el número total de esas tierras baldías acuáticas en todo el mundo es mayor a su número cuadruplicado, de 146 a más de 600 en la actualidad.

Enseñar nuevamente al hombre a pescar - ¿Entonces qué?

Otra de las causas de la disminución de vida en los océanos se debe a que simplemente los humanos están matando y comiendo demasiados peces. En el 2003, un estudio frecuentemente citado es el de la revista Naturaleza donde los biólogos marinos Ransom Myers y Boris Worm encontraron que el número de peces de gran tamaño, especies de alta mar, como el atún, el pez espada y marlín, y grandes peces del fondo, como el bacalao, halibut, y la platija, habían disminuido en un 90 por ciento desde 1950. El descubrimiento dio lugar a controversias entre científicos y empresarios pesqueros. Sin embargo, estudios posteriores han confirmado que las poblaciones de peces han caído drásticamente.

De hecho, si uno da una mirada hacia el pasado, más allá de 1950, la figura del 90 por ciento resulta ser conservadora. Tal como históricos ecologistas han demostrado, estamos muy lejos de los días en que Cristóbal Colón informó haber visto un gran número de tortugas marinas que migraban en la costa del Nuevo Mundo, cuando un esturión de 15 pies lleno de caviar saltó de las aguas en la bahía de Chesapeake, cuando el Ejército Continental de George Washington pudo evitar el hambre gracias al  festín con un enjambre de sábalos que nadaba río arriba para desovar, cuando densos criaderos de ostras casi bloquearon la desembocadura del río Hudson, y cuando a principios del siglo XX el escritor aventurero americano Zane Grey quedara maravillado ante las agrupaciones de enormes pez espada, atún y mero que encontró en el Golfo de California.

Hoy en día, el apetito humano casi ha borrado la población marina. No es de extrañar que los stocks de grandes peces depredadores estén disminuyendo rápidamente  cuando se tiene en cuenta el hecho de que un atún rojo puede llegar a valer cientos de miles de dólares en el mercado de Japón. Los altos precios: en enero del 2013, un atún de aleta azul del Pacífico, de  489 libras, fue vendido a 1,7 millones de dólares en una subasta en Tokio, hace que sea rentable el emplear aviones y helicópteros para escanear el océano por los peces que quedan; en conclusión, contra tales tecnologías, los animales marinos no tienen posibilidades de sobrevivir.

Tampoco son los peces grandes los únicos que están en peligro. En cada zona, una vez que desaparecen, las especies depredadoras de larga vida, como el atún y el pez espada, las flotas pesqueras pasan  a las especies menores, a las que se alimentan de plancton, como las sardinas, anchoas y arenques. La sobreexplotación de los peces más pequeños priva a los peces silvestres más grandes de su comida; a los mamíferos acuáticos y aves marinas, como aves pescadoras y al águila, que también pasan hambre. Los científicos marinos se refieren a este proceso secuencial como la disminución de pesca en la cadena alimentaria.
 
El problema no sólo es que comemos demasiados mariscos, sino también es la forma en que cogemos. Las modernas flotas pesqueras industriales arrastran líneas con miles de millas de anzuelos detrás de los barcos, y los dedicados a la pesca de arrastre industrial en los mares dejan redes a miles de metros bajo la superficie del mar. En este proceso, muchas especies que no son objetivo de la pesca [3], incluyendo tortugas marinas, delfines, ballenas y grandes aves marinas (como los albatros) son capturados accidentalmente o quedan enredados en las redes. Millones de toneladas de vida marina no deseada se muere o resulta herida en las operaciones comerciales de pesca cada año, de hecho, tanto como un tercio de lo que los pescadores sacan de las aguas, no estaba destinado a ser pescado. Algunas de las pesqueras más destructivas descartan entre  el 80 y 90 por ciento de lo que recogen.  Por ejemplo, en el Golfo de México, por cada libra de camarón capturado por un barco de arrastre, se desperdicia y tira al mar tres libras.

Los  océanos disminuyen y la demanda de sus productos aumenta, la acuicultura marina y de agua dulce podría parecer una solución tentadora. Después de todo, si se cría ganado en la tierra para obtener alimentos, ¿por qué no hacer lo mismo en el mar? La acuicultura está creciendo más rápido que cualquier otra forma de producción de alimentos, y hoy en día, la mayoría de los pescados que se venden comercialmente en el mundo y la mitad de las importaciones de mariscos de Estados Unidos provienen de la acuicultura. Si se hace bien, la acuicultura puede ser ambientalmente aceptable. Sin embargo, el impacto de la acuicultura varía mucho en función de las especies de cultivo, los métodos utilizados, y la ubicación, y varios factores dificultan la producción sana y sostenible. Muchos peces de cultivo dependen en gran medida de los peces silvestres procesados para alimento, lo que elimina los beneficios de conservación de los peces de acuicultura. Los peces de cultivo también pueden escapar a los ríos y océanos y poner en peligro las poblaciones silvestres mediante la transmisión de enfermedades o parásitos o por competir con las especies nativas por zonas de alimentación y reproducción. Los parques abiertos también contaminan, el envío de desechos de pescado, pesticidas, antibióticos, restos de comida, las enfermedades y los parásitos se incorporen directamente a las aguas circundantes.

Destrucción de las fronteras profundas de la tierra

Otro factor que impulsa la disminución de los océanos es la destrucción de los hábitats que permitieron que la espectacular vida marina prospere durante miles de años. El desarrollo residencial y comercial ha desolado  zonas costeras alguna vez silvestres. En particular, los seres humanos han eliminado pantanos costeros, que sirven como zonas de alimentación y viveros para peces y otros animales salvajes, para filtrar los contaminantes, y fortificar las costas contra las tormentas y la erosión.

Oculta a la vista, pero no menos preocupante es la destrucción total de los hábitats del océano profundo. Para los pescadores que buscan presas cada vez más difíciles de alcanzar, las profundidades de los mares se han convertido en la última frontera de la tierra. Allí, cordilleras sumergidas llamados montes submarinos, que descienden a decenas de miles y en su mayoría permanecen desconocidas, han demostrado ser objetivos especialmente deseados. Algunos se elevan desde el fondo del mar hasta alturas cercanas a la de Monte Rainier, en el estado de Washington. Las laderas escarpadas, crestas, y cimas de los montes submarinos en el Pacífico Sur y en otros lugares son el hogar de una rica variedad de vida marina, incluyendo grandes grupos de especies sin descubrir.

Hoy en día, los buques pesqueros arrastran enormes redes equipadas con placas de acero y pesados ​​rodillos sobre todo el fondo del mar y sobre las montañas submarinas, a más de una milla de profundidad, destruyendo todo a su paso. Los barcos de arrastre industriales arrasan a su paso a lo largo de las superficies de los montes submarinos,  reduciéndolos a arena, roca desnuda y escombros. Profundas corales de aguas frías, algunos mayores que los grandes árboles de California, están siendo borrados. En el proceso, un número desconocido de especies de estas islas únicas de diversidad biológica, que podrían albergar nuevos medicamentos u otra información importante, simplemente se están ​​extinguiendo antes que los humanos tengan la oportunidad de estudiarlos.

Adicionalmente, nuevos problemas presentan desafíos adicionales. Las especies invasoras, como el pez león, el mejillón cebra, y las medusas del Pacífico, están perturbando los ecosistemas costeros y en algunos casos han causado el colapso de comunidades enteras. El ruido del sonar utilizado por los sistemas militares y de otras fuentes puede tener efectos devastadores sobre las ballenas, delfines y otras especies marinas. Las grandes embarcaciones a toda velocidad por rutas marítimas también están matando a las ballenas. Por último, el derretimiento del hielo ártico crea nuevos riesgos ambientales, debido a que los hábitats de vida silvestre desaparecen, la minería se vuelve más fácil, y las rutas de navegación se expanden.

Efectos de las aguas calientes

Como si todo esto fuera poco, los científicos estiman que la influencia del hombre en el cambio climático impulsará la temperatura del planeta entre cuatro y siete grados centígrados mas a lo largo de este siglo, por lo que los océanos serán más calientes. Los niveles del mar subirán, las tormentas serán cada vez más fuertes, y los ciclos de vida de plantas y animales se pondrán de cabeza, cambiaran los patrones de migración y ocurrirán otros trastornos graves.

El calentamiento global ya ha devastado los arrecifes de coral, y los científicos marinos ya prevén el colapso de los sistemas de arrecifes enteros en las próximas décadas. Las aguas más cálidas expulsan a las plantas pequeñas que se alimentan de corales y de las que dependen para su coloración viva. Privados de alimentos, los corales se mueren de hambre, un proceso conocido como "blanqueo". Al mismo tiempo, el aumento de las temperaturas del océano promueven la enfermedad en los corales y otras especies marinas. En ninguna parte son estas interrelaciones complejas contribuyendo a morir mares más que en los ecosistemas de coral frágiles.

Los océanos se han tornado más ácidos debido a que el dióxido de carbono emitido por la atmósfera se disuelve en el agua. La acumulación de ácido en las aguas del océano reduce la disponibilidad de carbonato de calcio, un elemento clave de los esqueletos y conchas de corales, en el plancton, crustáceos, y muchos otros organismos marinos. Al igual que los árboles se hacen de madera para crecer en altura y avanzar hacia la luz, muchas criaturas marinas tienen conchas duras para crecer y también para protegerse de los depredadores.

Además de todos estos problemas, el impacto más grave del daño a los océanos por el cambio climático y la acidificación de los océanos puede ser imposible de predecir. Los mares del mundo apoyan los procesos esenciales para la vida en la tierra. Estos incluyen complejos sistemas biológicos y físicos, como el nitrógeno y los ciclos del carbono, la fotosíntesis, que crean la mitad del oxígeno que respiran los seres humanos y constituye la base de la productividad biológica de los océanos, y la circulación de los océanos. Gran parte de esta actividad se lleva a cabo en el mar abierto, donde el mar y la atmósfera interactúan. A pesar de los destellos de terror, como el terremoto en el Océano Indico y el tsunami del 2004, el delicado equilibrio de la naturaleza que sustenta estos sistemas se ha mantenido muy estable desde mucho antes de la llegada de la civilización humana.

Pero estos complejos procesos, influencian y responden al cambio climático de la Tierra, y los científicos ven ciertos acontecimientos recientes como banderas rojas de alerta  posiblemente presagiando una catástrofe inminente. Por poner un ejemplo, peces tropicales están migrando cada vez más a las aguas más frías del Ártico y los océanos del sur. Estos cambios pueden dar lugar a la extinción de especies de peces, poniendo en peligro una fuente de alimento fundamental, especialmente en los países en desarrollo de los trópicos. Considerando que los datos de satélite muestran que las aguas cálidas de la superficie se mezclan con menos frías, aguas más profundas. Esta reducción en la mezcla vertical separa a la vida marina cercana a la superficie de los nutrientes por debajo de esta, en última instancia, reducen la población de fitoplancton, que es la base de la cadena alimenticia del océano. Adicionalmente, las  transformaciones en el océano abierto pueden afectar drásticamente el clima de la tierra y los complejos procesos que sustentan la vida, tanto en tierra como en mar. Los científicos aún no entienden completamente cómo todos trabajan estos procesos, sin embargo el no tener en cuenta las señales de advertencia puede resultar en graves consecuencias.

Una manera de salir  adelante

Los gobiernos y las sociedades esperan menos del mar. Las líneas de base de la calidad del medio ambiente, el buen gobierno y la responsabilidad personal se han desplomado. Esta aceptación pasiva de la continua destrucción de los mares es aún más vergonzosa teniendo en cuenta lo inevitable del proceso.  Existen muchas soluciones, y algunas son relativamente simples. Por ejemplo, los gobiernos podrían 1) crear y ampliar las áreas marinas protegidas, 2) adoptar y hacer cumplir las normas internacionales más estrictas para la conservación de la diversidad biológica en el océano abierto, y 3) establecer una moratoria sobre la pesca de especies de peces disminuidos, como el atún de aleta azul del Pacífico. Pero las soluciones también requieren cambios más amplios en cómo las sociedades se acercan a la energía, la agricultura y a la gestión de los recursos naturales. Los países tendrán que hacer reducciones sustanciales de las emisiones de gases de efecto invernadero, transitar a una energía limpia, eliminar las sustancias químicas más peligrosas, y poner fin a la masiva contaminación por nutrientes en las cuencas hidrográficas.

Estos retos pueden parecer desalentadores, especialmente para los países centrados en una  supervivencia básica. Pero los gobiernos, instituciones internacionales, organizaciones no gubernamentales, académicos, y empresas tienen la experiencia y la capacidad para encontrar respuestas a los problemas de los océanos. Y han tenido éxito en el pasado, a través de innovadoras iniciativas locales en todos los continentes, impresionantes avances científicos, de la regulación y gestión del medio ambiente, así como la adopción de medidas internacionales importantes, tales como la prohibición mundial de verter  residuos nucleares en los océanos.

En tanto que la contaminación, la sobrepesca y la acidificación de los océanos sigua siendo preocupación sólo para los científicos, poco cambiará para bien. Diplomáticos y expertos de seguridad nacional, que entienden el potencial de conflicto en un mundo que sufre recalentamiento, deben darse cuenta de que el cambio climático pronto podría convertirse en una cuestión de guerra y paz. Los líderes empresariales deben comprender mejor los vínculos directos entre los mares saludables y economías sanas. Y los funcionarios de gobierno, encargados del bienestar y confianza de la opinión pública, sin duda deberán ver la importancia del aire, tierra y agua limpios.

El mundo se enfrenta a una elección. Nosotros no tenemos que volver a la Edad de Piedra oceánica. En la actualidad, es una pregunta abierta “Si podemos reunir la voluntad política y el coraje moral para restaurar la salud de los mares antes de que sea demasiado tarde”. El desafío y la oportunidad están allí.



[1] ALAN B. SIELEN es Asociado Senior de Política Ambiental Internacional en el Centro para la Biodiversidad Marina y Conservación del Instituto Scripps de Oceanografía. Fue Administrador Auxiliar Adjunto de Actividades Internacionales de la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU. de 1995 a 2001.
[2] El viejo del mar: el blenio flecos, fotografiado cerca de Japón. (Alexander Semenov / Science Photo Library)
[3] Enredado en azul: un lobo fino del antártico atrapado en una red de pesca, isla del sur de Georgia. (Yva Momatiuk & John Eastcott / Minden Pictures / Corbis)

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