domingo, 21 de agosto de 2016

Negligencia médica - por Abraham Zavala

El reportaje del Programa Cuarto Poder, de América Televisión  sobre el caso de Shirley Meléndez, una paciente a la que se le amputaran manos y pies, no sería producto de negligencia médica, todo lo contrario, una investigación podría determinar que le habría salvado la vida y que el reportaje, de manera tendenciosa,
estableció como “verdades” algunos hechos que no lo son, con la evidente finalidad de hacer atractiva la noticia al morbo público. El resultado, un escándalo, declaraciones de la institución médica  y del Poder Ejecutivo culpando al médico, en un caso, que es necesario aclarar y de ser necesario debería oficial y públicamente ser  rectificado.

Tomado de Altavoz
No conozco al urólogo Freddy Pacheco, ni como profesional ni como persona, pero me pregunto, ¿qué va a pasar si finalmente se demuestra su inocencia?

La Real Academia Española define negligencia como “descuido, falta de cuidado”. Si bien este término puede ser aplicado en diversos escenarios, en nuestro medio es excesivamente común su utilización para intentar definir una situación en la que un acto es mal realizado por parte de un proveedor de asistencia sanitaria, el cual es originado por la omisión del cálculo de las consecuencias previsibles y posibles de la propia acción y que finalmente implica un riesgo para uno mismo o para terceros.

Digo excesivamente porque en nuestro país es prácticamente rutinario entre los pacientes el culpar al médico de cuanto problema encuentran en el servicio de salud. Y “negligente” se ha convertido en el adjetivo favorito utilizado en los pasillos de los nosocomios. No pretendo poner las manos al fuego por cada uno de los médicos de este país, los malos elementos existen en todos los oficios e instituciones, pero sí creo que es importante señalar lo enormemente manoseado que está el término y lo peligroso que resulta que los medios de comunicación acusen, con escandalosa ligereza y sin prueba alguna, de negligentes a dichos profesionales.

No es el objetivo de estas líneas argumentar científica y éticamente por qué, en mi opinión, no hubo negligencia en el caso de Shirley Meléndez, pero sí considero que podría resultar ilustrativo para graficar el problema. Muy generalmente, se trata de una paciente operada por cálculos renales coraliformes en el Hospital Almenara, la cual es colonizada días después presumiblemente de manera intrahospitalaria por la bacteria Pseudomona aureginosa a través de un catéter. Esta infección devino en el desarrollo de sepsis y ulterior shock séptico en la paciente, motivo por el cual se requirió la administración de vasopresores (fármacos que se utilizaron para elevar la presión arterial y salvar la vida de la paciente) que finalmente desencadenaron, como efecto adverso, la necrosis acral (muerte de los tejidos de las manos y pies) por la que tuvo que ser sometida a la amputación de dichos miembros.

Ciertamente es un caso lamentable. Tan lamentable como el de la modelo brasileña Mariana Bridi, quien desarrolló una cuadro muy similar (también por cálculos coraliformes), pero que finalizó trágicamente con la muerte de la paciente en el año 2009. Tan lamentable también como el de Zion Harvey, un niño estadounidense a quien también se tuvo que amputar manos y pies por desarrollar necrosis acral posterior a un shock séptico. Existe numerosa evidencia científica que avala el accionar de los médicos en los tres casos, el cual lejos de producir un daño, salvó la vida de los pacientes. La gran diferencia está en que en los casos de Bridi y de Harvey se esperó a que las investigaciones den frutos y la prensa informó con la verdad. El reportaje de Cuarto Poder sobre el caso de Shirley Meléndez intenta, de manera tendenciosa, establecer como “verdades” hechos que aún son materia de investigación, con la evidente finalidad de hacer atractiva la noticia al morbo del televidente, llegando al extremo de adulterar grabaciones para intentar “autoinculpar” al médico tratante con un hecho tan inverosímil como el de aceptar haber colocado a propósito un catéter infectado en la paciente. Esta aberración a la ética profesional por parte de un medio supuestamente serio como América Televisión ha originado una cadena de desinformación en la opinión pública y la consiguiente satanización de los médicos involucrados (y en muchos comentarios, del gremio médico en general), cuando lo responsable hubiese sido informar imparcial y objetivamente el suceso y esperar a que las investigaciones dictaminen si hubo o no responsabilidad en el acto médico. Tanto ha sido el escándalo originado, que la mismísima presidenta ejecutiva de Essalud, “sacando el cuerpo”, ha pretendido colocar al médico como el responsable directo del lamentable final de la paciente, Mención aparte merece la tremenda patinada de PPK al decir que “es absolutamente escandaloso que tengamos este tipo de tratamientos médicos” y que “esto no es propio de un país moderno”, frases que reflejan un nulo asesoramiento médico y un sorpresivo populismo propio de politiqueros baratos y no de un tecnócrata de su nivel.

No conozco al urólogo Freddy Pacheco, ni como profesional ni como persona, pero me pregunto, ¿qué va a pasar si finalmente se demuestra su inocencia?, ¿PPK, Cuarto Poder, Virginia Baffigo, etc., se van a rectificar públicamente? Y si así lo hiciesen, ¿bastan las disculpas públicas?, ¿eso le devuelve el prestigio perdido a un profesional que ha dedicado al menos 11 años de su vida a su formación académica, y otros más a un desarrollarse ética y honorablemente como profesional?


El caso de Shirley Meléndez debe someterse a todas las investigaciones pertinentes y de confirmarse el correcto accionar de los galenos involucrados (como es probable), debe convertirse en una bisagra, un punto de quiebre en el que se empiece a actuar con firmeza frente a la cantidad de inmerecidos linchamientos mediáticos a los que somos sometidos los médicos cada vez que algún pseudoperiodista se propone vender una noticia sin importar el daño irreparable que pueda causar a nuestra honra y prestigio. Esto generalmente sin ningún sustento científico que lo avale, únicamente basado en la supina ignorancia propia de un verdadero negligente. Porque eso sí es “omitir el cálculo de las consecuencias previsibles de la propia acción” (tomen nota periodistas chicha, amarillistas, mercaderes del escándalo), eso sí es ser negligente.

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