martes, 31 de julio de 2012

La información de violencia terrorista como factor generador de más hechos violentos


Sin duda la violencia terrorista generó una profunda crisis política, económica y social en el Perú, durante dos décadas, de 1980 a 2000. Sin embargo, en la primera (1980-1990), se produjeron los hechos más sanguinarios y devastadores que fueron acompañados, lamentablemente, por una intensa campaña de información periodística que, en verdad, no supo estar a la altura de esta grave circunstancia, constituyéndose, por el contrario, en un importante factor generador de más hechos de violencia.

Crisis e Información de la Violencia
La violencia fue generada tanto por el Partido Comunista del Perú, denominado Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Esta escalada de violencia comenzó el 17 de mayo de 1980, en el distrito de Chuschis, Ayacucho, con la quema de las ánforas electorales que convocó el gobierno de facto del general Francisco Morales-Bermúdez Cerrutti, para retornar a la democracia y entregar el poder al candidato que el pueblo eligiera. Había dos postulantes con mayor opción, el de Acción Popular (Fernando Belaunde Terry) y el del APRA (Armando Villanueva del Campo). Semanas después, SL se atribuyó el hecho y comenzó a prender fuego en las profundas quebradas andinas. Masacró tanto a autoridades comunales y distritales como a campesinos indefensos.

Lima no prestó mayor importancia a estos hechos. El ministro del Interior, José María de la Jara y Ureta, responsabilizó de los hechos a los abigeos, mientras el director superior de la Guardia Civil, teniente general GC Juan Balaguer Morales, habló de un plan político de la ultraizquierda. Ello, sin duda, originó la separación del oficial del alto cargo que ocupaba, siendo reemplazado por el teniente general GC Humberto Catter Arredondo, quien mostró permeabilidad ante el ministro y ratificó lo que éste había señalado.

En suma, mientras la política del gobierno fue minimizar las acciones “subversivas”, los senderistas arreciaron su accionar violento y pasaron a cometer delito de terrorismo. El ejemplo lo tenemos en el atávico ataque comandado por la terrorista Edith Gloria Lagos Sáenz, en la navidad de 1980. Nuestra legislación no lo tipificaba, por lo que el gobierno sancionó el D. Legislativo N° 046, de 10 de marzo de 1981. Inmediatamente después se creó la Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE), como un órgano especializado de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP)

Como la situación se agravó y la prensa nacional comenzó a ocuparse de los problemas del interior, denunciando los sangrientos hechos delincuenciales y cierta indiferencia por parte del gobierno, éste se vio obligado a decretar el “Estado de Emergencia”, en los departamentos de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, al amparo del artículo 231 de la Constitución de 1979, y encargar “el mantenimiento del orden interno” a las Fuerzas Armadas, quienes lo asumieron en diciembre de 1982. A fines de enero de 1983, caerían los ocho periodistas en Uchuruccay, noticia que dio la vuelta al mundo. En consecuencia, la pradera ya estaba encendida y comenzó a arder sin cesar. Las primeras páginas de periódicos y revistas así como los “flashes” de la radio y la TV fueron teñidos de sangre, fuego, lágrimas, atentados, secuestros y persecuciones, engendrando quizá más violencia (finalidad perseguida por el terrorismo), tanto en los delincuentes terroristas como en algunos malos o equivocados miembros de las fuerzas del orden (quizá como legítima defensa o venganza), y el pueblo peruano resignado aceptó lo que se denominó la “Cultura del apagón y del toque de queda”.

Es más, el gobierno reaccionó tipificando el delito de “apología del terrorismo”, para lo cual modificó e incorporó esta figura en el artículo 288 “D”, del Código Penal. Posteriormente, con el afán de viabilizar y otorgar procesalmente las garantías constitucionales a los ciudadanos, el presidente Belaunde promulgó la Ley del Hábeas Corpus y Amparo (Ley N° 23506), el 8 de diciembre de 1982. Entonces, en nuestra calidad de abogado y vicedecano nacional del Colegio de Periodistas, ejercimos la defensa de muchos colegas que injusta e indebidamente fueron denunciados por este nuevo delito de “apología del terrorismo.”

Investigación Científica
Esta grave situación, nos preocupó desde entonces. Sólo después de un tiempo prudencial transcurrido, decidimos realizar una exhaustiva investigación científica de nivel descriptivo-explicativo expost facto, con la finalidad de determinar cuáles fueron las causas que originaron que la información periodística llegara a generar más hechos de violencia terrorista. A los efectos de tener un enfoque integral, revisamos cuatro teorías de las ciencias sociales que han trabajado y siguen trabajando con denuedo las causas y consecuencias de la violencia, como la Criminología, las Ciencias de la Comunicación, la Sicología y la Sociología. Es obvio, que estas ciencias desde que comenzaron a estudiar el fenómeno de la violencia produjeron planteos discordantes. Veamos.

Es cierto que la Criminología le otorga a la información una “influencia condicionante relativa”, mientras que las tres siguientes –Ciencias de la Comunicación, la Sicología y la Sociología, señalan que la “influencia es determinante”. Empero, asimismo, la Teoría de la Comunicación aporta la tesis de que la influencia está más en el receptor/auditorio que en los medios de comunicación, lo cual constituía un nuevo enfoque a este estudio.

Palabras más palabras menos, nos propusimos comparar los planteos teóricos de estas ciencias con la realidad empírica investigada. Ello nos permitió comprobar que la información periodística se constituyó en factor generador de hechos de violencia terrorista al ser o servir los medios de comunicación social de caja de resonancia o estímulo coadyuvante en la comisión de actos de violencia terrorista, dado los parciales éxitos obtenidos en la lucha o confrontación política y militar de los delincuentes terroristas contra los gobiernos de entonces y las fuerzas del orden, en particular, y contra el “sistema democrático burgués”, en general, al cual creían poder derribar o destruir, creando caos y terror en la sociedad, en el Estado-nación, para construir uno nuevo. Lo cual, obviamente, no sucedió ni podía suceder porque el Estado-nación, léase pueblo, se encontraba sólido y sus fuerzas del orden (Fuerzas Armadas y Policía Nacional) aún tenían gran capacidad operativa de guerra, de destrucción total al enemigo. Esto, obviamente, si hubiera sido necesario como última medida para cumplir legítima y jurídicamente la finalidad de defender la libertad, la democracia, la Constitución y las leyes.

Base de la Investigación
La investigación, de un lado, se efectuó sobre las informaciones periodísticas de violencia terrorista en los principales medios de comunicación social en el período de 1980-1990; y, de otro lado, se encuestó a 278 terroristas como muestra de una población de 1000 sujetos, ora condenados por este delito cumpliendo sentencia, ora indultados, ora en libertad después de haber cumplido la pena impuesta. Asimismo, se efectuó una entrevista de fondo a algunos de ellos, máxime, a los reconocidos como principales cabecillas.

Inquietud por conocer
Nos formulamos, entonces, las siguientes interrogantes: ¿Fueron, realmente, los medios de comunicación social o mass media agentes perniciosos para la sociedad? O ¿fue la clase de información, de los contenidos o mensajes, los que perjudicaron al auditorio/receptor? Y, en este sentido, ¿Fue, entonces, posible que la información de la violencia terrorista generara más hechos de violencia terrorista?

Obviamente, obtener las respuestas a estas inquietudes no fue tarea sencilla ni fácil. Requirió, más bien, de un lado, un profundo análisis teórico; y, de otro lado, la investigación de campo que hemos mencionado.

Teorías
La violencia siempre ha estado presente en todos o en casi todos los movimientos revolucionarios que han buscado reformar las estructuras sociales, económicas y políticas. De esta suerte, la violencia es consustancial a la naturaleza humana y se da más o menos en todas las relaciones sociales. Sólo puede ser mediatizada por el grado de socialización, afirma el R. P. Felipe Mac Gregor S.J., ex rector de la PUCP y estudioso de esta problemática.

Sobre la violencia y el terrorismo existen muchos y muy buenos trabajos de investigación desde múltiples perspectivas, tanto de autores nacionales como extranjeros. Entre los primeros, por ejemplo, Gonzalo Portocarrero: Violencia estructural: Sociología (1990); César Rodríguez Rabanal: Violencia estructural: Psicoanálisis (1990); Gustavo Gorriti E: Sendero: Historia de la guerra milenaria en el Perú (1991); Francisco Eguiguren P.: Violencia estructural: Derecho (1990); María del Pilar Tello: Perú: el precio de la paz (1991), etc. Es más, de otro lado, el Estado peruano se preocupó por este fenómeno y conformó en el año 2001 la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), la cual se encargó de estudiar, analizar e interpretar la violencia terrorista desde 1980 al 2000.

Palabras más palabras menos, todos coinciden en que cuando la realidad económica, social y política de un Estado-Nación no viabiliza la realización de sus ciudadanos, se produce una violencia estructural, institucional y personal que desbordará los límites legales y/o normales de las frustraciones, incurriendo en delito o faltas, tanto de quienes ejercen el poder –gobierno- como de los gobernados –pueblo- dentro de una serie de “estructuras de dominación.”

La Criminología
Si la violencia está en el hombre y lo puede conducir al delito, y, asimismo, el grado de socialización con la realización personal ejerce una gran influencia en la comisión del mismo, entonces, la violencia también es objeto de estudio de la Criminología. Más aún, cuando hoy, se acepta que la Criminología es una ciencia social interdisciplinaria y la preeminencia de su enfoque integral BIO-SIQUICO-SOCIAL que planteó el criminólogo y profesor francés Jean Pinatel [1], por lo que los criminólogos han estructurado una teoría criminológica de la violencia como la que sostiene el criminólogo argentino de origen israelita, Israel Drapkin [2], la misma que ha sido enriquecida con un enfoque multidisciplinario. Apreciación que se tuvo en cuenta para estudiar, analizar e interpretar el caso concreto de la violencia terrorista desarrollada en Perú, en la trágica década de los años 80.

El incremento de las acciones delincuenciales por los grupos terroristas, hizo pensar a las autoridades y a la opinión pública que se debía a la amplia y hasta excesiva información de la violencia terrorista. Para ello, algunos estudiosos desempolvaron teorías y planteamientos del periodismo y de la propaganda, disciplinas hoy agrupadas en las Ciencias de la Comunicación.

En efecto, en este contexto, la Teoría de la Comunicación explica que la repetición de la información (contenido o mensaje) induce a la acción tal como lo afirma el comunicólogo y profesor venezolano Héctor Mujica. [3] Esto es tratado cuando se aborda los aspectos de la difusión, que, como especie de la comunicación, consiste en el reforzamiento y ampliación del mensaje por parte del emisor y que concluye con la adaptación (acción) del receptor/destinatario en el proceso comunicativo. La difusión es usada en las campañas periodísticas, por la propaganda partidaria, ideológica o religiosa; por la publicidad para la venta de bienes o servicios y por las relaciones públicas para lograr el proceso de integración de intereses comunes y necesidades complementarias del hombre, la entidad corporativa y la sociedad.

Si es verdad que sobre el terrorismo en particular y la violencia en general se ha escrito mucho, tanto en el Perú como en el exterior, no es menos cierto que muy poco o nada se ha investigado –y tampoco publicado– sobre la información de la violencia terrorista como factor generador de más hechos de violencia terrorista. En este contexto, por ejemplo, ¿cómo fue utilizada la propaganda por los terroristas?, ¿Cómo se valieron de la información proporcionada por ellos mismos?, ¿Qué utilidad obtuvieron con la desmedida información de la violencia terrorista?, etc.

De otro lado, partiendo del estudio de Pinatel, formulamos la hipótesis de la “Personalidad criminal del delincuente terrorista”, identificándola con las siguientes características: 1. Egocentrismo. Creen ser los elegidos o quieren ser el centro de la atención. 2. Indiferencia afectiva o insensibilidad moral. Perversidad. 3. Labilidad. Propenso a caer o facilidad para pasar al acto delincuencial. 4. Agresividad. Gran capacidad innata de violencia y destrucción. Personalidad criminal que resumimos con la sigla de EILA. [4]

Estigmatización de la Prensa
Fue el padre de la Criminología, Cesare Lombroso (1835-1909), quien originalmente “estigmatizó la influencia nefasta de la prensa”, según afirmación de Pinatel. [5] En efecto, Lombroso, apuntó: “esas excitaciones mórbidas, son centuplicadas ahora por el aumento prodigioso de esos periódicos verdaderamente criminales que mojan su pluma en la más fétida podredumbre de las llagas sociales y, en el solo objetivo de una ganancia abyecta, excitan los apetitos malsanos y la más malsana curiosidad de las bajas clases sociales; yo los compararía con esos gusanos que, salidos de la putrefacción, la aumentan aún más con su presencia.” [6] Con él se dio “el origen de la teoría tradicional que incrimina los estímulos suplementarios a la delincuencia que derivan de cierta prensa”, señala Pinatel [7]

A partir de entonces, se inició el estudio de la prensa como factor criminógeno. Poco después, también se le incorporó al cine en virtud al gran desarrollo que ostentó gracias a los avances tecnológicos. Dentro de estos parámetros, en el año 1918, el famoso criminólogo estadounidense Maurice Parmelee, Ph. D., en Filosofía y profesor de principales universidades de su país, apuntó en su obra intitulada Criminología sobre “la influencia de la prensa sensacionalista en los llamados periódicos amarillos, a la propensión al delito con las descripciones que ofrecen de los actos criminales.” [8]

Estos planteos también tuvieron eco en el Perú, ora aceptándolos o rechazándolos. En el primer enfoque estuvieron, entre otros, Manuel González Prada Ulloa, Francisco García-Calderón Rey y el ilustre penalista y criminólogo Eduardo Mimbela de los Santos, quien sustentó: “Es innegable que en la teoría de la imitación de Tarde existen verdades casi absolutas en relación con el crimen. De allí que factores como el cine y la prensa tengan notable incidencia criminológica en la acción delictiva. Toda novedad en el delito se imita o se copia por otros delincuentes.” [9] En el segundo, se ubica el profesor sanmarquino y criminólogo Oscar Miró Quesada de la Guerra, al señalar que la prensa solo ejercía cierta influencia a la predisposición del hombre a cometer delito, empero, la incidencia era muy “poca cosa” como lo afirmó después el criminólogo Stephan Hurwitz, profesor de la Universidad de Copenhague, en su enjundioso estudio “La presse et la criminalité.” [10]

En consecuencia, hasta finales de los años 70 teníamos dos planteos o posiciones encontradas: 1. La de causa directa, que es la tradicional y que parte con Lombroso y ha continuado afirmándose que la información de violencia es un factor criminógeno, a la que se han adherido Pinatel, Drapkin, Joseph Klapper; Alberto Bandura; Leonard Berkowitz; Jean Chazal; José López Riocerezo; Armand Mattelari; Herbert Schiller; Fernando Tocora, entre otros. 2. La de acción catártica, sustentada en la teoría sicoanalítica que defiende la posición de que la información de la violencia solo produce más bien efecto de catarsis (liberación) y no de generador de actos violentos.

Empero, posteriormente, surgió una tercera posición de carácter ético. 3. La de la responsabilidad, que exige un comportamiento ético de parte de la prensa o medios de comunicación en la información de los contenidos violentos, respetando la función o finalidad de los mismos. Fue sostenida por el sacerdote jesuita Tony Mifsud, S.J, en su estudio “Los medios de comunicación (¿o conflicto? Social”. Palabras más palabras menos, se trata de un autocontrol, planteo que lo sostuvo la prensa responsable interesada en “promover y preservar el cumplimiento de los altos niveles éticos que invariablemente deben regir a la prensa nacional”, de acuerdo con los principios del Consejo de la Prensa Peruana. [11]

Tecnología Comunicacional
Si bien es verdad que a finales del siglo XVIII, el político y jurista británico Edmund Burke llamó a la prensa “el cuarto poder”, no es menos cierto que este poder aún continúa y ha sido objeto de estudio de la teoría de la comunicación.

Fue la denominada “Escuela de Chicago” promovida originalmente por el comunicador Paul F. Lazarsfeld, quien le dio consistencia al grupo de investigaciones empíricas en el Bureau of Applied Social Research en la Universidad de Columbia y fortaleció la Mass Communication Research. La consolidó el profesor Wilber Schram, quien aportó el proceso de comunicación (una fuente, un mensaje y un destino) y la existencia de la retroalimentación o feed-back. En 1956 llegó a determinar que la influencia de los mass media no era tan decisiva de acuerdo con los resultados de la investigación del sociólogo y comunicador estadounidense Dennis Mc Quail [12]

De otro lado, en Alemania había surgido la “Escuela de Francfort” con Theodor Adorno e incorporados posteriormente Herbert Marcuse y Jürgen Habermas. Ella se dedicó a estudiar la comunicación masiva o de masas llegando a la conclusión que los mass media servían para alienar al hombre alentando la “industria cultural”, propaganda y publicidad para el consumismo de ideas y productos, respectivamente. Concluyendo que sí había influencia de la comunicación en el comportamiento del receptor.

Frente a estas dos posiciones encontradas surgió una tercera, formulada por el sicólogo social Melvin De Fleur, quien la sustentó en dos teorías: 1. De las diferencias individuales, al señalar que todos los seres humanos somos diferentes de acuerdo con nuestra estructura psicológica, teniendo en cuenta los “niveles de atención y percepción.” 2. De las normas culturales, afirmando que “el comportamiento individual es generalmente guiado por normas culturales (o por las impresiones de actor de lo que son las normas) respecto de una idea o situación determinada.” [13]

En concreto, De Fleur concluyó en que “los medios pueden influir” en la audiencia que no es uniforme y que puede ser manipulable o influenciable en función a las diferencias individuales y de las normas culturales, en los siguientes aspectos: i) En reforzar las pautas existentes; ii) En crear nuevas convicciones compartidas respecto a temas poco conocidos por el receptor; y, iii) Cambiar normas preexistentes cuando éstas no están bien consolidadas. Sin duda, esto fue determinante en la medida que la información reiterada se transforma en difusión generando los cambios perseguidos por el emisor en grados diferentes en el receptor según su calidad intelectual y moral, teniendo ambos las ventajas de la tecnología comunicacional: el emisor tiene a su favor el impacto y la repetición, mientras que el receptor cuenta con el zaping y la variedad de programas.

Sicología de la Violencia
Para formular una teoría sicológica de la violencia tuvimos en cuenta la agresión humana, la personalidad y las causas de su realización. En cuanto a las teorías psicológicas de la agresión humana, según los tratadistas John Darley, Sam Glucksberg y Ronald Kinchla, “originalmente partieron de las teorías del aprendizaje y el condicionamiento. Después fueron ampliadas por las perspectivas del aprendizaje social de Alberto Bandura y otros, que reconocieron que muchos de los actos agresivos se aprenden mediante la observación.” [14]

En efecto, Bandura con sus valiosas investigaciones aportó la existencia del aprendizaje observacional, y por ello ha sido incluido en la “teoría de causa directa” de la influencia de la prensa como factor criminógeno o generador de violencia en la Criminología, tal como lo apunta el ilustre criminólogo y profesor Alejandro Solís Espinoza. [15] Sin embargo, hay otras posiciones, empero, lo cierto es que la realidad le ha dado la razón a Bandura, más aún cuando la propia “teoría de la comunicación” le otorga esta importancia a los mass media.

Sociología y Violencia
No cabe duda que la sociología tiene por objeto el estudio de la realidad social. Y esto es explicar su naturaleza y las interrelaciones que ella genera. Exige, pues, una descripción y análisis para comprender la realidad social. Sobre el tema de la influencia de la información hay muchas teorías, empero, en suma, los sociólogos de los mass media han comprobado que “la difusión de los medios masivos se halla altamente correlacionada con varios índices de desarrollo: alfabetización, urbanización, ingreso percápita, etc… que en los países desarrollados existe una estrecha relación entre el uso de los medios masivos y las actitudes, la conducta y la información que se posee con respecto al cambio social”, según afirma Mc Quail. [16]

Objetivos de la Investigación
El objetivo general fue establecer si la información periodística generó hechos de violencia terrorista durante los años 1980 a 1990.

Entre los objetivos específicos estuvieron: i) Determinar si la revisión de hechos apologéticos influyeron en la cantidad de hechos de violencia terrorista de los años 1980 a 1990. ii) Establecer si los efectos colaterales de acciones apologéticas influyeron en la cantidad de noticias sobre la violencia terrorista en el período señalado. iii) Precisar si el análisis de contenido de los diferentes hechos de violencia terrorista repercutieron negativamente en los medios de comunicación durante este mismo período. iv) Determinar si la información de los hechos de violencia terrorista influyó de manera mediática en los principales medios de comunicación durante los años 1980 a 1990. v) Establecer si la reacción violenta del Estado influyó en la información de las acciones terroristas mediante los mass media y si éstas fueron causa u origen de incremento de las mismas durante el período señalado.

Conclusiones
1. Se estableció que la revisión de hechos apologéticos influyeron en la cantidad de hechos de violencia terrorista de los años 1980 a 1990.
2. Se determinó que los efectos colaterales de acciones apologéticas influyeron en la cantidad de noticias sobre la violencia terrorista durante este período.
3. Se precisó que el análisis de contenido de las noticias de los diferentes hechos de violencia terrorista repercutieron negativamente en los medios de comunicación durante los años indicados.
4. Se determinó que la información de los hechos de violencia terrorista influyó de manera mediática en los principales medios de comunicación durante los años 1980 a 1990.
5. Se estableció que la reacción violenta del Estado influyó en la información de las acciones terroristas mediante los mass media, empero, éstas no fueron causa u origen de incremento de acciones violentas durante el período señalado.
Finalmente, como conclusión general, se estableció que la información periodística se constituyó en factor generador de más hechos de violencia terrorista durante los años 1980 a 1990.

Recomendaciones
1. Promover y lograr un acuerdo entre los propietarios y/o directores de los medios de comunicación para establecer límites a la información sobre violencia terrorista o no, mediante el autocontrol o autocensura claramente señalada en códigos de Ética, con el principal fin de evitar ser cajas de resonancia de actos ilícitos que otorgan alguna importancia o preponderancia a sus autores, como infundir terror, sumir en la zozobra o crear inestabilidad en determinados órdenes, político, económico y/o social. En este orden de ideas, inclusive la alarmante información económica que genera y está calificada como terrorismo económico.

2. Propender a elevar los niveles culturales de los segmentos populares C, D y E, con la finalidad de enriquecer sus diferencias individuales y tengan mayor autocontrol social con una sólida formación ética y moral, rica en valores, como el culto por la verdad, responsabilidad, justicia y solidaridad, que les permita rechazar y repudiar la información de violencia y, consecuentemente, los hechos de violencia terrorista. Con ello, se generaría una cultura por la paz, que puede ser reforzada con sentimientos solidarios y de justicia social.



[1] PINATEL, Jean. Criminología, Tomo III, en Tratado de Derecho Penal y de Criminología de Pierre Bouzat y Jean Pinatel, segunda edición,    Universidad Central de Venezuela, Facultad de Derecho, Caracas, 1974, 761 pp.
[2] DRAPKIN, Israel. Criminología de la Violencia, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1984, 138 pp.
[3] MUJICA, Héctor. El Imperio de la Noticia. Caracas. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1967. p. 29.
[4] DEL SOLAR, Francisco José. “La Criminología y el terrorismo”, en la Revista del Foro, del CAL, Año LXXIV- N° 2, julio-diciembre 1987.pp. 169-186.
[5] PINATEL, Jean. Op. Cit. p. 169.
[6] LOMBROSO, Cesare. Teoría del delincuente nato. 1899. p. 252.
[7] PINATEL, Jean. Op. Cit. p. 169.
[8] PARMELEE, Maurice. Criminología. Madrid. Editorial Reus S.A. 1925. p. 126.
[9] MIMBELA DE LOS SANTOS, Eduardo. Criminología. UNMSM. Lima. 1988. p. 164.
[10] HURWITZ, Stephan. Criminología. Barcelona. Ediciones Ariel. 1956. 186-191.
[11] DECLARACIÓN PÚBLICA APARECIDA EN LOS PRINCIPALES DIARIOS DEL PAÍS, del 29-11-1996.
[12] MC QUAIL, Dennis. Influencias y efectos de los medios masivos. Fondo de Cultura Económica. México. 1981. p. 87.
[13] DE FLEUR, Melvin. Teoría de la Comunicación de Masas. Paidós. Buenos Aires. 1975. p. 180.
[14] AA.VV. Psicología. Universidad de Princeton. Cuarta edición. Prentice-Hall Hispanoamericana S.A. México 1990. p. 763.
[15] SOLÍS ESPINOZA, Alejandro. Criminología. Panorama Contemporáneo. Lima. Editorial y Distribuidores de Libros EDDILIS.A. 1986. p. 136 y ss.
[16] MC QUAIL, Dennos. Sociología de los medios masivos de comunicación. París. Editions Gram Mont S.A. 1973. p. 111.

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