viernes, 11 de julio de 2014

Reino Unido: ¿Por qué la medicina está matando a nuestras universidades?

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Tomado de The Lancet .
doi:10.1016/S0140-6736(14)61129-6
Por Richard Horton
Traducción Jorge Contreras

En el Reino Unido, este reciente articulo publicado por la Revista The Lancet, nos revela el carácter prioritario que ha adquirido el interés comercial y económico en las universidades. Donde el liderazgo esta más interesado en los negocios que en el conocimiento y donde no hay no hay interés de retomar el papel de la universidad como elemento central del conocimiento e investigación de la civilización.  En estas universidades el ganar subvenciones importa más que los aportes al desarrollo. Y de todas las subvenciones, las investigaciones medicas son las mas importantes y cuantiosas.

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La semana pasada se informó  en el diario Financial Times. la negativa de las principales universidades de Gran Bretaña a participar en una evaluación internacional de su desempeño (el titular: "Las mejores universidades desairan clasificación de la OCDE", 2 de julio).  La Evaluación de Resultados de Aprendizaje de Educación Superior (ERAES), tenía las esperanzas de descubrir indicadores fiables que las instituciones pudieran utilizar para realizar un seguimiento de sus propias fortalezas y debilidades.  Sin embargo el que las universidades más importantes de Gran Bretaña  se “aislen de la prueba” no ha llamado la atención tanto, como  el informe aparecido  en un periódico, que ha levantado miradas inquisitorias y suspicaces al  publicar que “la función principal de estas instituciones no es el estudio” sino el “ofrecer una cobertura de negocios sin precedentes".

Por otra parte, la evaluación no se lleva a cabo por una institución educativa (por ejemplo,
la UNESCO), sino por una organización preocupada por las políticas para mejorar el bienestar económico de las naciones. El hecho es que hoy nuestras universidades de clase mundial se clasifican como instrumentos de creación de riqueza, y no como instituciones para adquirir conocimiento, iluminación, o participación cultural. Las universidades no sólo han perdido su propósito. También han perdido su alma. Y de ello, la medicina es en parte culpable.

Tomemos una universidad como ejemplo. Se trata de una gran universidad. El cuerpo académico es insuperable. Los estudiantes son algunos de los mejores en el país. Las fuerzas que dan forma a esta universidad no son diferentes a los que dan forma a todas las universidades a nivel mundial en la actualidad. Pero esas fuerzas están erosionando los valores que ha costado siglos crear y refinar.
 
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Lo que hoy en día cuenta para las universidades proviene de los documentos distribuidos por los órganos de gobierno de estas instituciones. Cada medida comienza con un conjunto de disposiciones impartidas desde el vice rectorado: con decisores acerca de lo que verdaderamente importa en la universidad que dirigen. En la última colección de estos documentos, empieza por la posición que debe ocupar  la universidad en varias tablas de posiciones influyentes. Es la universidad de más elevado o más bajo nivel que el de sus competidores? ¿Son sus medidas de empleo buenas o malas? Luego esta el registro de mujeres inscritas en la universidad. Después de eso, vienen los premios, la iniciativa científica nacional, la captación de estudiantes, el impacto de la universidad en la economía, un informe sobre la garantía de la calidad, los pagos, las estrategias, citas, subvenciones ganadas, felicitaciones (más premios), y finalmente las condolencias.

Se trata de una impresionante lista de logros. Pero al final uno se da cuenta de que no dicen absolutamente nada acerca de los eventos ordinarios y diarios que tienen lugar en la universidad, de lo que verdaderamente  importa (o que debería importar) para el éxito de la universidad como una institución central dentro de la sociedad.

Aquí no se encuentra nada acerca de la vida de los universitarios, sus conciertos, obras de teatro, exposiciones, espectáculos deportivos, eventos académicos o conferencias. Nada acerca de las contribuciones de los estudiantes o profesores a los temas y problemáticas locales, nacionales o globales. Nada acerca de las contribuciones al conocimiento humano, resultado de la investigación de la comunidad estudiantil, de los libros  y documentos publicados, de las prestigiosas conferencias  presentadas, o del impacto de la investigación de la universidad en la sociedad.

Lo seguro es que la agenda de los líderes de la universidad incluye temas importantes. Presupuesto. Planificación de capital. Evaluaciones de rendimiento. En si una tonelada de documentos estratégicos. Acta de importantes comités. Y no es que uno quiera minimizar estos asuntos. Merecen el mayor debate y reflexión. Pero en conjunto dan una  pálida y anémica imagen de la personalidad y el esfuerzo de la universidad. El resultado es un proceso de toma de decisiones envuelto en un clima alejado de las  importantes dimensiones que deben cumplir  las universidades en nuestra civilización.

La causa de esta enfermedad intelectual es la perversión de los valores. La educación y la investigación se han convertido en productos fabricados, envasados, que se venden en un mercado ferozmente competitivo. Las universidades no pueden ser impulsadas por el puro beneficio  y las reglas métricas del dinero. Si mencionamos subvenciones ganadas. Aquí, la universidad celebra premios de investigación por encima de las 50 000 libras esterlinas. Y se va descubriendo que lo que realmente importa es la contabilidad del conocimiento. Artes y Ciencias Sociales ganaron seis premios cada una. Ciencias de la vida ganó 14 premios. Ingeniería y Ciencias Físicas, 28 premios. Y las ciencias médicas? Fueron lo máximo, con 43 concesiones muy importantes.  Por lo que se deduce que una universidad moderna depende ahora de las ciencias médicas para su liquidez.


Las grandes sumas de dinero a disposición de las universidades por parte de los organismos de financiación de investigación médica, así como la cultura política que privilegia  la creación de riqueza están a la cabeza, y por encima de todo. Demasiados universidades ya no trabajan para el interés público. Ahora la mayoría de universidades se preocupan, y se miden a sí mismos, de acuerdo a sus propios intereses. Y parece que no hay un liderazgo que pueda curar esta enfermedad.

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