El reportaje del Programa Cuarto Poder, de América
Televisión sobre el caso de Shirley
Meléndez, una paciente a la que se le amputaran manos y pies, no sería producto
de negligencia médica, todo lo contrario, una investigación podría determinar
que le habría salvado la vida y que el reportaje, de manera tendenciosa,
estableció como “verdades” algunos hechos que no lo son, con la evidente
finalidad de hacer atractiva la noticia al morbo público. El resultado, un escándalo,
declaraciones de la institución médica y
del Poder Ejecutivo culpando al médico, en un caso, que es necesario aclarar y de ser necesario debería oficial y públicamente ser rectificado.
Tomado de Altavoz
Por Abraham
Zavala
No conozco al urólogo Freddy Pacheco, ni como profesional
ni como persona, pero me pregunto, ¿qué va a pasar si finalmente se demuestra
su inocencia?
La Real Academia Española define negligencia como
“descuido, falta de cuidado”. Si bien este término puede ser aplicado en
diversos escenarios, en nuestro medio es excesivamente común su utilización
para intentar definir una situación en la que un acto es mal realizado por
parte de un proveedor de asistencia sanitaria, el cual es originado por la
omisión del cálculo de las consecuencias previsibles y posibles de la propia
acción y que finalmente implica un riesgo para uno mismo o para terceros.
Digo excesivamente porque en nuestro país es
prácticamente rutinario entre los pacientes el culpar al médico de cuanto
problema encuentran en el servicio de salud. Y “negligente” se ha convertido en
el adjetivo favorito utilizado en los pasillos de los nosocomios. No pretendo
poner las manos al fuego por cada uno de los médicos de este país, los malos
elementos existen en todos los oficios e instituciones, pero sí creo que es
importante señalar lo enormemente manoseado que está el término y lo peligroso
que resulta que los medios de comunicación acusen, con escandalosa ligereza y
sin prueba alguna, de negligentes a dichos profesionales.
No es el objetivo de estas líneas argumentar científica y
éticamente por qué, en mi opinión, no hubo negligencia en el caso de Shirley
Meléndez, pero sí considero que podría resultar ilustrativo para graficar el
problema. Muy generalmente, se trata de una paciente operada por cálculos
renales coraliformes en el Hospital Almenara, la cual es colonizada días
después presumiblemente de manera intrahospitalaria por la bacteria Pseudomona
aureginosa a través de un catéter. Esta infección devino en el desarrollo de
sepsis y ulterior shock séptico en la paciente, motivo por el cual se requirió
la administración de vasopresores (fármacos que se utilizaron para elevar la
presión arterial y salvar la vida de la paciente) que finalmente
desencadenaron, como efecto adverso, la necrosis acral (muerte de los tejidos
de las manos y pies) por la que tuvo que ser sometida a la amputación de dichos
miembros.
Ciertamente es un caso lamentable. Tan lamentable como el
de la modelo brasileña Mariana Bridi, quien desarrolló una cuadro muy similar
(también por cálculos coraliformes), pero que finalizó trágicamente con la
muerte de la paciente en el año 2009. Tan lamentable también como el de Zion
Harvey, un niño estadounidense a quien también se tuvo que amputar manos y pies
por desarrollar necrosis acral posterior a un shock séptico. Existe numerosa
evidencia científica que avala el accionar de los médicos en los tres casos, el
cual lejos de producir un daño, salvó la vida de los pacientes. La gran
diferencia está en que en los casos de Bridi y de Harvey se esperó a que las
investigaciones den frutos y la prensa informó con la verdad. El reportaje de
Cuarto Poder sobre el caso de Shirley Meléndez intenta, de manera tendenciosa,
establecer como “verdades” hechos que aún son materia de investigación, con la
evidente finalidad de hacer atractiva la noticia al morbo del televidente,
llegando al extremo de adulterar grabaciones para intentar “autoinculpar” al
médico tratante con un hecho tan inverosímil como el de aceptar haber colocado
a propósito un catéter infectado en la paciente. Esta aberración a la ética
profesional por parte de un medio supuestamente serio como América Televisión
ha originado una cadena de desinformación en la opinión pública y la
consiguiente satanización de los médicos involucrados (y en muchos comentarios,
del gremio médico en general), cuando lo responsable hubiese sido informar
imparcial y objetivamente el suceso y esperar a que las investigaciones
dictaminen si hubo o no responsabilidad en el acto médico. Tanto ha sido el
escándalo originado, que la mismísima presidenta ejecutiva de Essalud, “sacando
el cuerpo”, ha pretendido colocar al médico como el responsable directo del
lamentable final de la paciente, Mención aparte merece la tremenda patinada de
PPK al decir que “es absolutamente escandaloso que tengamos este tipo de
tratamientos médicos” y que “esto no es propio de un país moderno”, frases que
reflejan un nulo asesoramiento médico y un sorpresivo populismo propio de
politiqueros baratos y no de un tecnócrata de su nivel.
No conozco al urólogo Freddy Pacheco, ni como profesional
ni como persona, pero me pregunto, ¿qué va a pasar si finalmente se demuestra
su inocencia?, ¿PPK, Cuarto Poder, Virginia Baffigo, etc., se van a rectificar
públicamente? Y si así lo hiciesen, ¿bastan las disculpas públicas?, ¿eso le
devuelve el prestigio perdido a un profesional que ha dedicado al menos 11 años
de su vida a su formación académica, y otros más a un desarrollarse ética y
honorablemente como profesional?
El caso de Shirley Meléndez debe someterse a todas las
investigaciones pertinentes y de confirmarse el correcto accionar de los
galenos involucrados (como es probable), debe convertirse en una bisagra, un
punto de quiebre en el que se empiece a actuar con firmeza frente a la cantidad
de inmerecidos linchamientos mediáticos a los que somos sometidos los médicos
cada vez que algún pseudoperiodista se propone vender una noticia sin importar
el daño irreparable que pueda causar a nuestra honra y prestigio. Esto
generalmente sin ningún sustento científico que lo avale, únicamente basado en
la supina ignorancia propia de un verdadero negligente. Porque eso sí es
“omitir el cálculo de las consecuencias previsibles de la propia acción” (tomen
nota periodistas chicha, amarillistas, mercaderes del escándalo), eso sí es ser
negligente.
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