Escribe: Antonio
Goicochea
Imagen : Jorge Contreras
(Educarte)
Volvía Koniwaska, alegre como todos
los días. Cuando apenas, el sol había extendido sus primeros rayos sobre la
pampa, había salido de la casa. Ahora retornaba trayendo las alforjas llenas de
muchas cosas para compartirlas con sus hijos en el seno de su hogar y de su
Ayllu[1].
A
veces iba con Uchu, su fiel allco[2] a los cerros, y
entre los bosques, con ayuda de arco, flecha, waraka[3], y con trampas
hechas de soga de cabuya cazaba luychus[4], de los que
aprovechaban la carne, fresca y seca; el cuero para mullida alfombra o
cabecera, y los cuernos y patas, para warkus[5]; otras cazaba
patos y pavas del monte, y, otras pescaba en el río.
Los
niños del ayllu, se arremolinaban a su alrededor y celebraban su llegada. Luego
jugaban a la caza como sus mayores.
En
una de esas salidas, Koniwaska se guareció de la lluvia en una cueva que era
frecuentada por un oso. Cuando el animal se acercó a la cueva, con su waraka y
los ladridos de Uchu logró ahuyentarlos. Al recoger piedras para lanzarlas como
proyectiles se halló con una piedrecita de color del sol. Era una pepita de
oro. De retorno a la casa llevaba dos piedrecitas doradas. Varias veces volvió
y con dedicación las recogía y las guardaba en una bolsa de lana que le había
tejido con todo amor Ch'aska, su compañera, a la que le había dicho su secreto.
Ch'aska
era como el lucero del amanecer, llenaba de alegría la casa, le había dado
siete hijos, mozos fuertes que ya habían formado hogar que eran ejemplo de
trabajo, solidaridad y buen comportamiento en todo el ayllu. Ch'aska en
laboriosa tarea a cada pepita, con finísimo pedernal[6] la horadaba y
la hacía colgar de un delgado hilo hecho del mejor algodón del valle; quería
hacerse un collar. Para guardarlas las colocaba alrededor de un trozo de yesca[7] y las envolvía
en delgada tela de algodón con mucho cuidado en la cabecera de su lecho.
Pasaba
el tiempo y con las salidas aumentaba la cantidad de pepitas.
Koniwaska,
un día no regresó. Ch'aska, pasó en vela toda la noche. Era la primera vez que
no regresaba su fiel compañero. Rayando la aurora, en compañía de sus siete
hijos, cual las siete estrellas de Oncoy[8], se adentraron
en el río Chimín, por su mismo pedregoso lecho, varias veces cruzaron su curso
serpenteante. Las aguas ya estaban en aumento. Después de una hora siguieron
por la ribera izquierda, por las estribaciones del cerro Algamarca[9].
Antes
de llegar al lugar que Koniwaska le había indicado a Ch'aska, a las orillas de
un arroyuelo afluente del Chimín, encontraron un poncho[10] lleno de lodo.
Un raro presentimiento cruzó por la mente de los siete hijos y de la solícita
madre. Lo recogieron, era el poncho de Koniwaska. Llegando al lugar, no
encontraron la cueva. Un huayco
provocado por las lluvias del día anterior había cubierto la entrada.
Quisieron
remover las rocas pero poco podían hacer.
Ni con la ayuda de todos los vallinos[11], pudieron
hacer algo.
El
chamán[12] del ayllu dijo
que se hiciera una ofrenda al Apu[13] del Algamarca,
para preguntar a la coca sobre el destino de Koniwaska.
Se
roció con ceniza de molle[14]; se rasgaron
las entrañas de un cuy negro; se tiró un puñado de coca y se tomó el jugo de
cactus y shimba[15].
El chamán, dijo que allí estaba Koniwaska y que esa era su última morada. Así lo habían decidido los apus. Ch'aska con
el sopor de la bebida, vio en sueños a su esposo, que siempre tan cariñoso,
como en vida, la abrazaba y al oído le decía que el tesoro que tenían debajo de
la cabecera salvará de la hambruna que los adivinos del ayllu habían
pronosticado, y que debería repartirlo entre los siete hijos para mejor
guardarlo y protegerlo. Apenados volvieron a la casa.
Todo
el ayllu lloró la desaparición de uno de sus hombres más cuerdos y queridos.
Ese día los niños no jugaron.
Ch'aska
llamó a sus hijos. De la cabecera de su lecho, sacó un envoltorio. El atado de fino algodón se había convertido
en hojas secas y amarillentas, rematadas por un penacho de shapra[16] también
dorada. Con ayuda de un palito delgado y en punta abrieron las pancas[17]. En su
interior hallaron unos granos prendidos a una coronta[18]. La mama
Ch'aska les contó su sueño.
Desgranó
y las dividió en cantidades iguales, diciéndoles que para que se cumpliera el
sueño deberían guardarlos de la mejor manera.
Sentados
alrededor del fogón[19], derramaron
sobre el piso un puñado de coca, para preguntar a la Cocamama[20], cuál era esa
mejor manera de guardar el tesoro de la salvación de la hambruna que debería
venir. Cocamama, por la ubicación de las hojas en el suelo, les dijo que lo
hicieran en la Mamapacha[21].
Así
lo hicieron. Cerca a sus chozas, colocaron en la tierra los granos, unos
separados de los otros, tal como habían caído las hojas de coca. Llovía. Por
las tardes el iname[22] alegraba el
valle con su arco de siete colores.
Pasó
media luna. En cada punto donde habían
colocado los granos crecía una lozana plantita. Los siete hijos hicieron
consejo de familia y decidieron extremar los cuidados. ¿No sería ese el tesoro
del que les hablaba mama Ch'aska?. Alrededor de cada planta con ayuda del
allachu[23], colocaron
tierra alrededor de las plantitas. No dejaron que crecieran yerbas malas.
Pasaron
las lluvias. Las plantitas se habían convertido en verdes cañas, más altas que
los mozos del ayllu, de hojas largas, con un penacho de flores en el alto. Cada
planta sostenía dos o tres envoltorios como los que encontraron en la cabecera
del lecho de Koniwaska. Tuvieron que cuidarlas de los loros y otros pájaros que
querían devorar los frutos; y a los niños porque en su inquietud habían
descubierto que las cañas tenían un riquísimo y dulce jugo. A las cañas le
llamaron viru. Hasta a los allcos se les ató una pata al cuello para que no
pudieran derribar las mazorcas, pues ellos también habían sido sorprendidos
comiéndolas aún verdes.
El
sol y el tiempo, maduró las plantas, los frutos se secaron. Cada hijo cosechó
varios rungos[24]
de mazorcas. La noticia corrió por todo el valle de Condebamba. El curaca
reunió al Consejo de Ancianos. Allí Ch'aska les reveló el sueño que había
tenido. Los ancianos a ese grano le llamaron maíz. El mayor de los hijos
cosechó maíces de granos grandes y blancos;
el segundo de tamaño más pequeño, amarillento pero con pintas rojizas,
moradas y negras; el tercero, maíz morocho; el cuarto, maíz paccho[25]; el quinto,
maíz culli; el sexto, maíz morado, casi negro; el último, maíz pequeñito como
una perla dorada. Los ancianos decidieron entonces que cada varón del ayllu
recibiría para sembrarlos, tantos granos como los que habían recibido los hijos
de Koniwaska, pero de todas las variedades obtenidas. Aún así sobró una buena cantidad que fue
sembrada en los topos de los Apus. La cosecha fue abundante. Se guardó en las
trojes de los tambos del Ayllu.
La
esposa de uno de los hijos de Koniwaska había guardado un poco de maíz en un
urpo[26] que antes
había contenido miel de abejas del monte.
En el rincón donde estaba el urpo había gotera. La lluvia llenó la
vasija. Las lluvias cesaron. Pasaron los días y cuando la mujer quiso preparar
el maíz allí guardado se encontró con una bebida fermentada. Al probarla vio
que estaba sabrosa y refrescante. Más tarde se dio cuenta que también era
embriagante. Así nació la chicha[27].
Pasaron
cuatro años. Ya se habían olvidado de los vaticinios. Las cosechas llenaron las
trojes de los tambos del Ayllu y de cada una de las casas de los Condebambinos.
Se danzó y celebró con chicha.
De
los ayllus de las partes altas de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos llegaban
noticias que desde hacía tres años las cosechas y la caza habían escaseado a
tal punto que este año se hablaba de hambruna.
Los
vallinos se acordaron del vaticinio de sus adivinos.
Un
día llegaron emisarios oficiales de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos presididos
por sus curacas. Ante el Consejo de Ancianos expusieron sus penas y
sufrimientos, y solicitaron ayuda. Los ancianos accedieron a la solicitud pero
con la condición de que fueran las mujeres de esos ayllus quienes vinieran a
aprender la manera de preparar este milagroso grano que los salvaría del
hambre, ya que los hombres aprenderían a cultivarlo. Un emisario regresó a las
alturas.
A
los dos días, las mujeres, con las mejillas pintadas por el rigor del frío y
más ruborizadas por el calor del valle, llegaban a Condebamba. Las pocas llamas
que les quedaban las acompañaban.
Y
así fue. En una casa aprendieron a comer las mazorcas aún verdes sancochadas,
le llamaron choclos; en otra casa molieron los maíces verdes, envolvieron la
masa en pancas de la mazorca y la sancocharon, le llamaron parpas[28]; en otra la
comieron ya maduro y seco, sancochado, le llamaron mote, o tostado, al que
llamaron cancha. A la harina de cancha molida la llamaron mashca. En otra casa
la sancocharon, secaron y molieron para posteriormente comerla en sopa, a la que
llamaron chochoca. Otros envolvieron la harina de maíz en la panca de la
mazorca y la cocinaron, esos fueron los sabrosos tamales. Otros la amasaron y
la comieron como cachangas en callanas traídas de Pomarongo. Aprendieron a
comer maíz en muchísimas formas. También aprendieron a hacer chicha para sus
celebraciones.
Cargaron
sus llamas con el precioso grano y las mujeres llenaron sus quipes, y los
hombres sus alforjas y regresaron alegres a sus alturas. Llevaban también
atados de "virus" que los niños de Condebamba habían preparado para
los niños de esos ayllus.
Alimentaron a los
suyos durante ese año y cultivaron una pequeña chacra de maíz con la poca agua
que llevaron de los puquios a los topos del Ayllu. La cosecha fue buena. En la
altura también fructificaba este grano milagroso.
Pasó un año, esperaron las lluvias,
al fin éstas llegaron, con las técnicas recibidas de los vallinos y las
aprendidas en el topo del ayllu, sembraron el maíz. Tuvieron cosechas
abundantes. Ellos también se acordaron de
Ch'aska, Koniwaska y de sus hijos. Celebraron con chicha. Los niños participaron también de los
festejos haciendo rondas y cantando. Emisarios de Lluchubamba, Sitacocha y Jocos bajaron al valle llevando yuyo,
chuño, mashuas, ocas y ollucos, al igual que venaditos de madera que los niños
habían labrado para sus amigos de Condebamba.
Desde entonces los pobladores del
valle y de la altura se ayudan e intercambian sus productos.
Estos sucesos se difundieron por
todo el ande y la costa. Desde allí
llegaron emisarios a requerir la semilla de ese grano salvador.
Aquel envoltorio guardado en la
cabecera de Koniwaska, dio origen al maíz, un verdadero tesoro que salvó de la
hambruna a muchos pueblos y su valor fue comparado como el del oro.
[1] Ayllu: es una forma de comunidad familiar extensa originaria de la
región andina con una descendencia común –real o supuesta– que trabaja en forma
colectiva (véase ayni) en un territorio de propiedad común. El ayllu era una
agrupación de familias que se consideraba descendiente de un lejano antepasado
común.
[2] Allco: Perro,
existente en América desde antes de los Incas
[3] Waraka:
Honda
[4] Luychu:
Taruca, Venado de los Andes.
[5] Warkus: Gancho
colgador, se colocaba en la cocina o debajo de los aleros de la choza para
colocar utensilios de cocina o herramientas de labranza.
[6] Pedernal: mineral de gran dureza de bordes muy agudos, empleado como
herramienta y para encender fuego por su capacidad de crear chispas al chocarse
con otra pieza de igual o mayor dureza.
[7] Yesca: material muy seco, comúnmente trapoo, cardo u hongos secos, y
preparado para que cualquier chispa prenda fuego en él.
[8] Oncoy: Constelación conocida también con el nombre de Las Siete
Cabrillas.
[9] Algamarca: Un cerro del lugar.
[10] Poncho: abrigo de diseño sencillo, consistente en un trozo rectangular
de tela pesada y gruesa, en cuyo centro se ha practicado un tajo para pasar la
cabeza.
[11] Vallinos: habitantes del
valle.
[12] Chamán: Brujo, curandero.
[13] Apu: Dios del lugar.
[14] Molle: árbol nativo del Perú que se encuentra en estado natural en los
Andes entre 1.500 y 2.000 m de altitud
[15] Shimba: Yerba de las alturas, de propiedades alucinantes que utilizan
los curanderos.
[16] Shapra: Barbas. flecos.
[17] Panca: Hoja seca del maiz
[18] Coronta: corazón del maíz, tronco que queda una vez desmenuzado
[19] Fogón: horno
[20] Cocamama: Diosa de la coca.
[21] La Mama Pacha o Pachamama es
una deidad incaica. Es el núcleo del sistema de creencias de actuación
ecológico-social en los Andes . En un
aspecto filosófico religioso de la cultura andina significa la Diosa Tierra que
es sagrada, que sólo puede ser rasgada por el trabajo humano pertinente, en una
concepción equivalente a la Gea de los griegos
[22] Iname: Arcoiris.
[23] Allachu: Instrumento de labranza indio, consistente en un gancho
puntiagudo de madera, sirve para cutipar (colocar tierra alrededor de una
planta para mejorar su crecimiento y producción).
[24] Rungo: Cesto de madera y cabuya, utilizado para medir el ají, el maní
y otros granos.
[25] Paccho:
Maíz arrugado, que tostado adquiere una suavidad y dulzura exquisitas, propio
para consumirlo como cancha.
[26] Urpo: Vasija de barro de cuello corto en que se guarda granos o
líquidos.
[27] Chicha: bebida del maiz
fermentado.
[28] Parpas: Humitas. Alimento
de origen andino. Consiste básicamente en una pasta o masa de maíz levemente
aliñada, envuelta y finalmente cocida o tostada en las propias hojas (chala o
panca) de una mazorca de maíz.
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