Tomado del Blog
de José Benito
Por Jorge Contreras
Este artículo, está redactado en base a la biografía escrita por San Juan Bosco[1], y trata de la anécdota que pasó entre él y Luis Comollo[2], el mejor amigo de su juventud en el seminario
de Chieri[3].
...Dada la amistad e íntima confianza que los unía, Juan
Bosco y Luis Comollo, solían hablar de lo que les podía suceder en cualquier
momento, esto es, de la separación cuando llegara la muerte. Así que un día,
recordando lo que habían leído en algunas biografías de santos, hablando medio
en broma, medio en serio, sugirieron ambos una medida, que creyeron les podría
servir de gran consuelo. "El
primero de los dos que fuera llamado a la eternidad haría saber al otro en
dónde se hallaba."
La anécdota en este relato nos da a conocer que cuando
tratamos de relacionar las cosas naturales con las sobrenaturales, tendremos como
experiencias: Que la humanidad sufre grandemente porque no entiende; Que la
amistad, tal como señala la biblia, es un gran tesoro, y Que comprendemos la
importancia de la existencia del alma de cada uno y que ella, es la única que
nos conducirá a la salvación, sin tener que buscar o pretender más pruebas. Nos
bastara que nuestra alma siga el camino que Jesucristo a revelado
La historia...
Renovando a menudo esta conversación, se prometieron
recíprocamente rezar el uno por el otro y que el primero que muriera daría
noticias de su salvación al compañero sobreviviente. No se daban cuenta de la
importancia de una promesa tal cual, confiesa Juan Bosco, que hubo en ello
mucha ligereza, y que jamás aconsejaría que otros lo hicieran; con todo, entre
ellos, aquella sagrada promesa siempre se mantuvo, como algo serio que había
que cumplir.
A lo largo de la enfermedad de Luis Comollo, se volvió a
renovar varias veces el pacto, poniendo siempre la condición de que "si
Dios lo permitiese y fuera de su agrado".
En la hora final
de Luis Comollo...
En la hora de la muerte, Luis tuvo una visión en la cual
veía que la Santísima Virgen llegaba a ayudarlo y protegerlo, y exclamó: –
"Lo que más me consuela en la hora final de mi vida es haber comulgado
muchas veces y haber sido muy devoto a la Santísima Virgen. Oh María qué felices son sus devotos,
defendidos por Ti en la vida y protegidos por Ti en la hora de la muerte".
Y expiró santamente. Entre todos sus compañeros de
seminario dejó Comollo una gran fama de santidad[4].
La respuesta
contada por el mismo Juan Bosco...
Las últimas palabras de Comollo y su última mirada me
aseguraban que se cumplía el pacto.
Algunos compañeros estaban en el secreto y deseaban
verdaderamente que se verificara.
Yo estaba con ansias, porque esperaba con ello un gran alivio
en mi desconsuelo.
Era la noche del 3 al 4 de abril de 1839, la noche
siguiente al día de su entierro, y yo,
descansaba juntamente con otros veinte alumnos del curso teológico en el
dormitorio.
....El miedo cala.
Estaba en la cama, pero no dormía; pensaba precisamente en la promesa que nos
habíamos hecho; y, como si adivinara lo que iba a ocurrir, era presa de un
miedo terrible. Cuando he aquí que, al filo de la medianoche oyóse un sordo
rumor en el fondo del corredor, un rumor que se hacía más sensible, más
sombrío, más agudo a medida que avanzaba. Se asemejaba al ruido de un gran
carro jalado por muchos caballos, o al de un tren en marcha, o como al disparo
de cañones.
....No sé
expresarlo, sino diciendo que formaba un conjunto de ruidos tan violentos y
daba un miedo tan grande, que cortaba el habla a quien lo percibía. Al
acercarse el ruido, a la puerta del dormitorio, dejaba tras de sí una sonora
vibración en las paredes, en las bóvedas y en el pavimento del corredor, hasta
el punto de que parecía que todo estaba hecho de planchas de hierro, que eran
sacudidas por potentísimos brazos.
...No podía
apreciarse a qué distancia avanzaba aquello; se producía una incertidumbre
como la que deja una locomotora, cuyo punto de recorrido no se puede conocer,
si se juzga solamente por el humo que se eleva por los aires.
...Los seminaristas de aquel dormitorio se despiertan,
mas ninguno puede articular palabra. Yo estaba petrificado por el miedo. El
ruido iba acercándose, cada vez más espantoso. Ya se le siente junto al
dormitorio. Se abre la puerta, ella sola, con violencia. Sigue más fuerte el
fragor sin que nada se vea, salvo una lucecita de varios colores que parece el
regulador del sonido.
De repente se hace silencio.
Brilla una luz vivamente, y se oye con toda claridad la
voz de Comollo, más débil que cuando vivía, que, por tres veces consecutivas
dice:
– ¡Bosco!, ¡Bosco!, ¡Bosco!
¡Me he salvado!
...En aquel momento el dormitorio se iluminó más, se oyó
de nuevo con mucha más violencia el rumor que había cesado, como un trueno que
hundiera la casa, pero cesó enseguida y todo quedó a oscuras. Los compañeros
saltando de la cama, huyeron sin saber a dónde; algunos se refugiaron en un
rincón del dormitorio, otros se apretaron alrededor del prefecto del
dormitorio, don José Fiorito, de Rívole, y así pasaron el resto de la noche
esperando ansiosamente la luz del día.
...Todos habían oído el rumor. Algunos percibieron la
voz, sin entender lo que decía. Se preguntaban unos a otros qué significaban
aquel rumor y aquella voz y yo, sentado en mi cama, les decía que se
tranquilizaran, asegurándoles que había oído claramente las palabras:
– ¡Me he salvado!
También algunos las habían oído, como yo; resonar sobre
mi cabeza de modo que por mucho tiempo, se repitieron por el seminario.
Yo sufrí mucho; fue tal el terror que sentí, que hubiese
preferido morir en aquellos momentos. Es la primera vez que recuerdo haber
tenido miedo. Por todo ello contraje una enfermedad que me llevó al borde del
sepulcro, quedó tan mal parada mi salud que no la recuperé hasta muchos años
después.
Dios es omnipotente, Dios es misericordioso.
Generalmente no atiende estos pactos; pero a veces, en su
infinita misericordia, permite que se cumplan, como en el caso expuesto.
No seré yo quien dé nunca a otro consejo semejante.
[1] Juan
Melchor Bosco Occhiena más conocido como Don Bosco (Becchi, 16 de agosto de
1815 - Turín, 31 de enero de 1888) fue un sacerdote, educador y escritor
italiano del siglo XIX. Fundó la Congregación Salesiana, la Asociación de
Salesianos Cooperadores, el Boletín Salesiano, el Oratorio Salesiano y el
Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Promovió la Asociación de
Exalumnos Salesianos, el desarrollo de un moderno sistema pedagógico conocido
como Sistema preventivo para la formación de los niños y jóvenes y promovió la
construcción de obras educativas al servicio de la juventud más necesitada,
especialmente en Europa y América Latina. Fue uno de los sacerdotes más
cercanos al pontificado de Pío IX y al mismo tiempo logró mantener la unidad de
la Iglesia durante los duros años de la consolidación del Estado Italiano y los
enfrentamientos entre éste y el papa que ocasionó la pérdida de los llamados
Estados Pontificios y el nacimiento de la Italia Unificada. Fue autor de
numerosas obras, todas dirigidas a la educación juvenil y a la defensa de la fe
católica, lo que lo destaca como uno de los principales promotores de la
imprenta.
[2] Luis,(
Luigi) Comollo, estudiante del Seminario Diocesano de Chieri, en la
Arquidiócesis de Turín que es célebre por haber sido el mejor amigo de Don
Bosco, el cual escribió su vida y fue uno de los primeros libros del santo de
Turín. Una lápida en Cinzano fue puesta en honor de Comollo y sus restos
descansan bajo el Altar de la Iglesia del Seminario de Chieri.
[3] Chieri
(pronunciado en castellano Quieri) es un municipio de la Provincia de Turín,
localizado al pie de la colina turinese, al este de la capital y sobre la
margen meridional de las colinas del río Po. La ciudad tiene una población de
34.312 habitantes y conserva ricos tesoros medioevales. Es célebre además por
haber sido el lugar en donde el joven Juan Bosco realizó sus estudios
académicos y sacerdotales entre 1831 y 1841,
[4] Y
tuvo el honor de que su biografía la escribiera el mismo que escribió las
famosas biografías de Santo Domingo Savio y Miguel Magone: nada menos que Don
Bosco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario