Washington, D.C.
20 de enero de 2015
El Presidente Obama destaca en su discurso que la economía
crece y genera empleos al ritmo más rápido desde 1999
Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor
Vicepresidente, miembros del Congreso y conciudadanos:
Han pasado quince años de este nuevo siglo. Quince años que
comenzaron con la presencia del terror en nuestras costas; que transcurrieron
con una generación en dos guerras largas y costosas; que vieron una recesión
brutal que se expandía por nuestra nación y por el mundo. Han sido, y aun son,
tiempos difíciles para muchos.
“En dos semanas, mandaré al
Congreso un presupuesto lleno de ideas prácticas, no partidistas”
Pero esta noche vamos a dar un giro.
Esta noche, después de un año de logros significativos para
Estados Unidos, nuestra economía crece y genera empleos al ritmo más rápido
desde 1999. La tasa de desempleo es ahora menor de lo que era
antes de la
crisis financiera. Más de nuestros hijos se gradúan hoy que antes; más de
nuestra población tiene seguro médico hoy que antes; somos más libres de las
garras del petróleo extranjero de lo que hemos sido en casi 30 años.
Esta noche, por primera vez desde el 11 de septiembre, ha
terminado nuestra misión de combate en Afganistán. Hace seis años, casi 180.000
tropas estadounidenses prestaron servicio en Irak y Afganistán. Hoy quedan
menos de 15.000. Y rendimos homenaje al valor y al sacrificio de todos los
hombres y mujeres en esta generación del 11 de septiembre que ha prestado
servicio para garantizar nuestra seguridad. Nos sentimos agradecidos y honrados
por su servicio.
Estados Unidos, por todo lo que hemos sufrido; por toda la
determinación y el trabajo duro requeridos para volver; por todo el trabajo que
tenemos por delante, es importante saber esto:
La sombra de la crisis ha pasado y el Estado de la Unión
está fuerte.
En este momento, con una economía en crecimiento, una
disminución de los déficits, una industria desbordante y una producción
energética en auge, hemos salido de la recesión con más libertad para escribir
nuestro propio futuro que cualquier otra nación en la Tierra. Ahora depende de
nosotros elegir quiénes queremos ser en los próximos quince años y en las
décadas venideras.
¿Aceptaremos una economía en la que solo algunos de nosotros
vivamos espectacularmente bien? ¿O nos comprometeremos a desarrollar una
economía que genere sueldos que aumentan y oportunidades para todos aquellos
que se esfuercen?
¿Nos enfrentaremos al mundo con miedo y reactivos,
arrastrados a conflictos costosos que ejerzan presión en nuestras fuerzas
armadas y reduzcan nuestra posición? ¿O nos guiaremos de forma inteligente,
usando todos los elementos de nuestro poder para derrotar nuevas amenazas y
proteger a nuestro planeta?
¿Vamos a dejar que lleguemos a dividirnos en facciones y nos
enfrentemos los unos contra los otros, o podremos recuperar el sentido de
propósito común que siempre ha propulsado a Estados Unidos hacia adelante?
“Por lo tanto, el veredicto está
claro: La economía de la clase media funciona”
En dos semanas, mandaré al Congreso un presupuesto lleno de
ideas prácticas, no partidistas. Y en los meses que vienen cruzaré el país para
defender mi postura en cuanto a esas ideas.
Por eso, esta noche, quiero centrarme menos en una lista de
propuestas y centrarme más en los valores que están en juego a la hora de tomar
las decisiones que se nos presentan.
Empieza con nuestra economía.
“Creamos protecciones para los
trabajadores, el Seguro Social, Medicare y Medicaid para protegernos de la peor
adversidad”
Hace siete años, Rebekah y Ben Erler de Mineapólis estaban
recién casados. Ella era camarera. Él trabajaba en la construcción. Su primer
hijo, Jack, estaba en camino.
Eran jóvenes, estaban enamorados en Estados Unidos y había
muchas posibilidades de mejorar eso.
“Si tan solo hubiéramos sabido”, me escribió Rebekah en la
primavera, “lo que estaba a punto de suceder en el sector inmobiliario y de la
construcción”. Con la agudización de la crisis, el negocio de Ben cayó en
picada, por lo que él aceptó cualquier trabajo que pudo encontrar, incluso si
eso significaba tener que viajar durante largos períodos de tiempo. Rebekah
consiguió préstamos de estudiante, se inscribió en un colegio comunitario y
tomó la decisión de cambiar de profesión. Se sacrificaron el uno por el otro. Y
poco a poco vieron el fruto. Compraron su primera vivienda. Tuvieron su segundo
hijo, Henry. Rebekah consiguió un trabajo mejor y luego un aumento de sueldo.
Ben ha vuelto a la construcción, y llega a casa para cenar todos los días.
“Es increíble”, escribió Rebekah, “de lo que uno puede
recuperarse cuando tiene que hacerlo... somos una familia fuerte y muy unida
que ha superado momentos extremadamente difíciles”.
Somos una familia fuerte y muy unida que ha superado
momentos extremadamente difíciles.
Estados Unidos, la historia de Rebekah y Ben es nuestra
historia. Ellos representan a millones que han trabajado duro y han hecho
recortes y sacrificios y cambios. Ustedes son la razón por la que quise asumir
este cargo. Ustedes son la gente que tenía en mis pensamientos hace seis años
este mismo día, en los meses más difíciles de la crisis, cuando me puse de pie
en los escalones de este Capitolio y prometí que reconstruiría la economía
sobre una nueva base. Y han sido sus esfuerzos y resistencia los que han hecho
posible que nuestro país salga de la crisis más fuerte que antes.
“Cuarenta y tres millones de
trabajadores no tienen licencia pagada por enfermedad”
Confiamos en poder detener el flujo de trabajos que se
mandan al extranjero y traer trabajos nuevos a nuestras costas. En los últimos
cinco años nuestras empresas han creado más de 11 millones de puestos de
trabajo nuevos.
Confiamos en nuestra capacidad de reducir nuestra
dependencia del petróleo extranjero y proteger nuestro planeta. Y hoy, Estados
Unidos es el número uno en petróleo y gas. Estados Unidos es el número uno en
energía eólica. Cada tres semanas introducimos en las redes la misma cantidad
de energía solar que en todo el año 2008. Y gracias a que ha bajado el precio
de la gasolina y han aumentado los estándares de combustible, la familia
promedio este año debería ahorrarse $750 en gasolina.
Confiamos en que podemos preparar a nuestros hijos para un
mundo más competitivo. Y hoy, nuestros estudiantes más jóvenes han obtenido las
notas más altas en matemáticas y lectura de la historia, las cifras de
graduación de la escuela secundaria han batido un nuevo récord, y más personas
que viven en Estados Unidos terminan la universidad que antes.
Confiamos en que al contar con regulaciones prudentes
podríamos prevenir otra crisis, proteger a las familias de la ruina y fomentar
la competencia justa. En la actualidad, tenemos nuevas herramientas para acabar
con los rescates financieros pagados por los contribuyentes y un nuevo defensor
del consumidor que nos proteja de los préstamos y las prácticas crediticias
abusivas. Tan solo en el último año, unos diez millones de personas que vivían
en Estados Unidos sin seguro médico por fin cuentan con la seguridad de tener
cobertura de salud.
A cada paso, nos decían que nuestros objetivos no eran
correctos o que eran demasiado ambiciosos; que destruiríamos empleos y
aumentaríamos el déficit. En lugar de eso, hemos visto el crecimiento económico
más rápido en más de una década, el déficit reducido en dos tercios, un aumento
del doble en el mercado bursátil y la inflación en atención médica más baja de
los últimos cincuenta años.
“Buena suerte, Capitán Kelly, y
asegúrese de compartir sus aventuras con todos nosotros por Instagram.”
Por lo tanto, el veredicto está claro: La economía de la
clase media funciona. Expandir las oportunidades funciona. Y estas políticas
seguirán funcionando, siempre que la política no se interponga en su camino. No
podemos frenar el crecimiento empresarial ni poner en riesgo nuestra economía
con cierres de la administración del gobierno ni confrontaciones fiscales. No
podemos arriesgar la seguridad de las familias al quitarles el seguro de salud,
ni deshacer las nuevas reglas en Wall Street, ni volver a las mismas luchas del
pasado sobre inmigración cuando lo que tenemos que hacer es arreglar el
sistema. Y si llega a mi despacho un proyecto de ley que pretenda hacer
cualquiera de estas cosas, lo vetaré.
Hoy, gracias a una economía en crecimiento, la recuperación
está tocando más y más vidas. Los salarios por fin están empezando a aumentar.
Sabemos que más pequeños empresarios van a aumentar el sueldo de sus empleados
que en cualquier momento desde 2007. Sin embargo, la cuestión es que los que
estamos en esta sala esta noche no debemos conformarnos solo con que el
gobierno no se convierta en un freno para el progreso que estamos logrando.
Debemos hacer más que evitar empeorar. Esta noche, juntos, hagamos más por
recuperar la conexión entre el trabajo duro y la creación de oportunidades para
todas las personas que viven en Estados Unidos.
Porque las familias como la de Rebekah aún necesitan nuestra
ayuda. Ella y Ben trabajan más que nunca, pero tienen que renunciar a las
vacaciones y a un automóvil nuevo para poder pagar los préstamos de estudiantes
y ahorrar para la jubilación. El cuidado infantil básico para Jack and Henry
cuesta más que su hipoteca y casi tanto como un año en la Universidad de
Minnesota. Como millones de trabajadores que viven en Estados Unidos, Rebekah
no está pidiendo ayuda financiera; pero sí nos pide que busquemos más maneras
de ayudar a las familias a salir adelante.
De hecho, siempre que hemos presenciado un cambio económico
en nuestra historia, este país ha tomado medidas audaces para adaptarse a
nuevas circunstancias y para asegurar que todos tengan una oportunidad justa.
Creamos protecciones para los trabajadores, el Seguro Social, Medicare y
Medicaid para protegernos de la peor adversidad. Les dimos a nuestros
ciudadanos escuelas y universidades, infraestructura e Internet, las
herramientas que necesitaban para llegar hasta donde los llevaran sus
esfuerzos.
Eso es lo que significa la economía de la clase media: la
idea de que este país va mejor cuando todos tienen una oportunidad justa, todos
ponen de su parte y todos siguen las mismas reglas. No solo queremos que todos
compartan el éxito de Estados Unidos, queremos que todos contribuyan a nuestro
éxito.
“Ningún país extranjero, ningún
hacker, debería ser capaz de paralizar nuestras redes, robar nuestros secretos
comerciales o invadir la privacidad de las familias estadounidenses”
Entonces, ¿qué necesita la economía de la clase media en
nuestros tiempos?
Primero, la economía de la clase media significa ayudar a
las familias trabajadoras a sentirse más seguras en un mundo de cambios
constantes. Eso significa ayudar a la gente a pagar el cuidado infantil, la
universidad, la atención médica, una casa y la jubilación, y mi presupuesto
abordará cada uno de estos asuntos, mediante la reducción de impuestos de las
familias trabajadoras y la recuperación de miles de dólares en sus bolsillos
cada año.
Aquí tienen un ejemplo. Durante la Segunda Guerra Mundial,
cuando hombres como mi abuelo se fueron a luchar, era muy importante para la
seguridad nacional que las mujeres como mi abuela formaran parte de la fuerza
laboral; por eso, el país empezó a ofrecer cuidado infantil universal. En
nuestra economía actual, cuando tener a ambos padres en la fuerza laboral es
una necesidad económica para muchas familias, hace falta tener cuidado infantil
asequible de alta calidad más que nunca. No es algo que sea agradable tener. Es
algo que necesitamos tener. Es hora de que dejemos de tratar el cuidado
infantil como un tema secundario, o un tema de mujeres y lo tratemos como la
prioridad económica nacional que es para todos nosotros. Y es por eso que mi
plan hará que el cuidado infantil de alta calidad esté más disponible, y sea
más asequible, para todas las familias de clase media y de bajos ingresos con
niños pequeños en Estados Unidos; con más cupos y un nuevo recorte de impuestos
de 3.000 dólares por niño, por año.
Aquí tienen otro ejemplo. En la actualidad somos el único
país avanzado de la Tierra que no garantiza la licencia pagada por enfermedad
ni la licencia pagada por maternidad a nuestros trabajadores y trabajadoras.
Cuarenta y tres millones de trabajadores no tienen licencia pagada por
enfermedad. Cuarenta y tres millones. Piensen sobre eso. Y que eso obliga a
demasiados padres a tomar la decisión difícil de elegir entre un sueldo o
quedarse en casa con su hijo enfermo. Por eso voy a tomar una nueva medida para
ayudar a los estados a crear sus propias leyes de licencia pagada. Y puesto que
la licencia pagada por enfermedad ganó donde se sometió a votación el pasado
noviembre, sometámosla a aquí mismo en Washington. Mándenme un proyecto de ley
que ofrezca a todos los trabajadores de Estados Unidos la oportunidad de
recibir siete días de licencia pagada por enfermedad. Es lo correcto.
Por supuesto, nada ayuda más a las familias a llegar a fin
de mes que un aumento de sueldo. Por eso este Congreso aún tiene que aprobar
una ley que garantice que la mujer reciba el mismo salario que el hombre cuando
hace el mismo trabajo. En serio. Es el año 2015. Ya es hora. Todavía
necesitamos garantizar que los trabajadores reciban el tiempo extra que se han
ganado. Quiero decirles a todos los miembros de este Congreso que todavía se
niegan a aumentar el salario mínimo lo siguiente: Si realmente creen que
ustedes serían capaces de trabajar a tiempo completo y mantener una familia con
un sueldo anual inferior a 15.000 dólares, inténtenlo. Si no, voten para darles
a millones de las personas más trabajadoras en Estados Unidos un aumento.
“Estoy determinado y no desistiré
hasta que cerremos la prisión. Nosotros no somos así.”
Estas ideas no harán que todos sean ricos, ni eliminarán las
dificultades para todos. Esa no es la función del gobierno. Para dar a las
familias trabajadoras una oportunidad justa, todavía necesitaremos más
empresarios que miren más allá de los ingresos del próximo trimestre y que
reconozcan que invertir en su fuerza laboral les va a beneficiar a la larga.
Todavía necesitamos leyes que refuercen en lugar de debilitar a los sindicatos
y que les den voz a los trabajadores en Estados Unidos. Sin embargo, cosas como
el cuidado infantil y la licencia por enfermedad pagada y el mismo salario para
mujeres y hombres; cosas como primas hipotecarias más bajas y el salario mínimo
más alto, estas ideas marcarán una diferencia significativa en las vidas de
millones de familias. Eso es un hecho. Y eso es lo que a todos nosotros,
republicanos y demócratas por igual, nos han mandado a hacer aquí.
Segundo, para asegurar que la gente siga recibiendo sueldos
más altos en el futuro, tenemos que hacer más para ayudar a que las personas
que viven en Estados Unidos adquieran nuevas habilidades.
“Es posible mejorar una ley que
confirme nuestra tradición como una nación de leyes y una nación de inmigrantes”
Estados Unidos prosperó en el siglo XX porque hicimos que la
escuela secundaria fuera gratuita, mandamos a una generación entera de soldados
a la universidad y entrenamos a la fuerza de laboral del mundo. Sin embargo, en
la economía del siglo XXI que recompensa el conocimiento más que nunca, tenemos
que hacer más.
Cuando termine esta década, dos de cada tres ofertas de
empleo requerirán al menos algún nivel de educación superior. Dos de cada tres.
Y aún así, vivimos en un país donde hay demasiadas personas inteligentes y que
se esfuerzan que no pueden conseguir la educación que necesitan porque no se lo
pueden permitir. No es justo para ellos y no es inteligente para nuestro
futuro.
Por eso voy a mandarle al Congreso un nuevo y audaz plan
para reducir el costo de los colegios comunitarios a cero.
El 40% de nuestros estudiantes universitarios eligen un
colegio comunitario. Algunos son jóvenes y acaban de empezar. Otros son mayores
y buscan un empleo mejor. Algunos son veteranos y padres solteros que intentan
volver al mercado laboral. Quienquiera que sea usted, este plan es su
oportunidad para graduarse preparado para la nueva economía, sin una gran deuda
a sus espaldas. Tiene que entender que tiene que ganárselo, tendrá que mantener
sus notas altas y graduarse a tiempo. Tennessee, un estado con un liderazgo
republicano, y Chicago, una ciudad con un liderazgo demócrata, nos enseñan que
los colegios comunitarios gratis son posibles. Quiero ver esa idea extenderse
en todo Estados Unidos, para que dos años de estudios en colegios comunitarios
sean gratuitos y universales en Estados Unidos como la educación secundaria lo
es en la actualidad. Y quiero trabajar con este Congreso, para asegurarnos de
que aquellos abrumados con la carga de préstamos estudiantes puedan reducir sus
pagos mensuales, para que la deuda de estudiante no haga que nadie arruine sus
sueños.
Gracias al gran trabajo del Vicepresidente Biden de
actualizar nuestro sistema de capacitación laboral, estamos conectando los
colegios comunitarios con empresarios locales para adiestrar a trabajadores
para ocupar puestos de trabajo altamente remunerados como codificación,
enfermería y robótica. Esta noche también les pido a más empresas que sigan el
ejemplo de compañías como CVS y UPS, y que ofrezcan más beneficios educativos y
prácticas pagadas; oportunidades que permiten a los trabajadores tener acceso a
puestos de trabajo mejor pagados incluso si no han cursado una educación
superior.
Y ahora que una nueva generación de veteranos vuelve a casa,
les debemos todas las oportunidades posibles para vivir el Sueño Americano que
ayudaron a defender. Ya hemos conseguido mucho por garantizar que todos los
veteranos tengan acceso a los mejores servicios. Estamos reduciendo la lista de
casos pendientes que tenía a demasiados veteranos esperando meses, si no años,
para recibir los beneficios que necesitan, y estamos haciendo que sea más
sencillo para los veteranos convertir su adiestramiento y experiencia en
empleos civiles. Joining Forces, la campaña nacional lanzada por Michelle y
Jill Biden, por ahora ha ayudado a casi 700.000 veteranos y cónyuges militares
a conseguir nuevos trabajos. A cada director general de Estados Unidos, déjenme
repetirles: Si quieren contratar a alguien que sin duda haga el trabajo, contraten
a un veterano.
Por último, a medida que capacitamos mejor a nuestros
trabajadores, también necesitamos que la nueva economía continúe creando
puestos de trabajo altamente remunerados para que los ocupen nuestros
trabajadores.
Desde 2010, Estados Unidos ha creado más puestos de trabajo
que Europa, Japón y todas las demás economías avanzadas juntas. Nuestros
fabricantes han agregado casi 800,000 empleos nuevos. Algunos de nuestros
sectores fundamentales, como nuestra industria automotriz, están en auge. Pero
también hay millones de personas que viven en Estados Unidos que tienen
trabajos que ni siquiera existían hace diez o veinte años: trabajos en empresas
como Google, eBay y Tesla.
Por lo que nadie sabe con certeza cuáles serán las
industrias que generarán puestos de trabajo en el futuro. Pero sabemos que los
queremos aquí en Estados Unidos. Es por ello que la tercera parte del progreso
económico de la clase media consiste en crear la economía más competitiva del
mundo, el lugar donde las empresas querrán ubicarse y contratar.
Las empresas del siglo XXI necesitan una infraestructura del
siglo XXI: puertos modernos, puentes más sólidos, trenes más veloces e Internet
más rápido. Los demócratas y los republicanos solían estar de acuerdo en esto.
Así que pongamos la mira en algo más ambicioso que un simple oleoducto.
Aprobemos un plan de infraestructuras bipartidista que tenga el potencial de
multiplicar por más de treinta los puestos de trabajo creados por año y de
hacer que este país sea más fuerte durante las décadas venideras.
Las empresas del siglo XXI, incluidas las pequeñas empresas,
tienen que vender más productos de Estados Unidos en el extranjero. En la
actualidad, nuestras empresas exportan más que nunca y los exportadores tienden
a pagar mejores salarios a sus trabajadores. Pero al mismo tiempo, China desea
establecer las reglas de la región con el crecimiento más rápido del mundo. Eso
pondría a nuestros trabajadores y nuestras empresas en desventaja. ¿Por qué
deberíamos dejar que eso ocurra? Somos nosotros quienes deberíamos establecer
esas reglas. Somos nosotros quienes deberíamos fijar condiciones equitativas.
Por ello, les pido a ambos partidos que me otorguen la autoridad de promoción
comercial a fin de proteger a los trabajadores que viven en Estados Unidos y
celebrar nuevos tratados comerciales sólidos con países de Asia a Europa que no
solo sean de libre comercio sino que también promuevan un comercio justo.
Miren, yo soy el primero en admitir que los tratados
comerciales anteriores no han cumplido siempre con las expectativas y por eso
hemos ido a por los países que rompen las reglas a nuestra costa. Pero el 95%
de los consumidores del mundo viven fuera de nuestras fronteras y no podemos
renunciar a esas oportunidades. Más de la mitad de los ejecutivos del sector
manufacturero han expresado que están estudiando de forma activa cómo traer
empleos de vuelta desde China. Démosles otra razón más para hacerlo.
Las empresas del siglo XXI dependerán de la ciencia, la
tecnología, la investigación y el desarrollo que se realice en Estados Unidos.
Quiero que el país que eliminó la poliomielitis y mapeó el genoma humano dé pie
a una nueva era en el campo de la medicina: un país que sea capaz de prestar el
tratamiento adecuado en el momento correcto. En algunos pacientes con fibrosis
quística, este enfoque ha servido para revertir una enfermedad que se creía
incontenible. Esta noche, voy a lanzar una Iniciativa de medicina de precisión
que nos acercará más a curar enfermedades como el cáncer y la diabetes, y que
nos dará a todos acceso a la información personalizada que precisamos para
cuidar mejor nuestra salud y la de nuestras familias.
Tengo la intención de proteger un Internet libre y abierto,
ampliar su alcance a todas las aulas y a todas las comunidades, y ayudar a los
especialistas a construir redes más rápidas, para que la próxima generación de
innovadores y emprendedores digitales tengan la plataforma para seguir
transformando nuestro mundo.
Quiero que las personas que viven en Estados Unidos ganen la
carrera en pos de los descubrimientos que crearán toda una serie de trabajos
nuevos: convirtamos la luz solar en combustible líquido, creemos prótesis
revolucionarias para que un veterano que dio sus brazos por este país pueda
jugar al béisbol otra vez con su hijo, exploremos los confines del sistema
solar no simplemente para visitarlos sino para quedarnos. El mes pasado,
lanzamos una nueva astronave como parte del flamante programa espacial que va a
llevar a astronautas estadounidenses a Marte. Dentro de dos meses, a fin de
prepararnos para dichas misiones, Scott Kelly realizará una estancia de un año
en el espacio. Buena suerte, Capitán Kelly, y asegúrese de compartir sus
aventuras con todos nosotros por Instagram.
Ahora, la verdad es que cuando se trata de temas como la
infraestructura y la investigación básica, sé que tenemos el apoyo bipartidista
en esta cámara. Me lo han comunicado miembros de ambos partidos. Sin embargo,
solemos toparnos demasiado a menudo con dificultades insalvables cuando
intentamos decidir cómo pagar esas inversiones. Las personas que vivimos en
Estados Unidos no estamos en contra de pagar la parte de los impuestos que nos
corresponde siempre que los demás también lo hagan. Pero durante demasiado
tiempo, los cabilderos han amañado el código fiscal con lagunas tributarias que
permiten que ciertas corporaciones no paguen nada mientras los demás pagan toda
la carga. Lo han plagado de concesiones que los superricos no necesitan y han
negado un recorte a las familias de clase media que sí lo necesitan.
Este año tenemos una oportunidad de cambiar todo esto.
Cerremos las lagunas tributarias para dejar de recompensar a las empresas que
mantienen las ganancias en el extranjero y premiar a aquellas que invierten en
Estados Unidos. Usemos esos ahorros para reconstruir nuestra infraestructura a
fin de atraer a las empresas para que traigan los empleos de vuelta a casa.
Simplifiquemos el sistema y dejemos que los propietarios de las pequeñas
empresas hagan su declaración con base en sus estados de cuenta bancarios
reales, en vez de la cantidad de contadores que se puedan permitir. Y cerremos
las lagunas tributarias que fomentan la desigualdad al permitir que el uno por
ciento más rico evite pagar impuestos sobre su riqueza acumulada. Podemos usar
ese dinero para ayudar a más familias a pagar sus gastos de cuidado infantil y
enviar a sus hijos a la universidad. Necesitamos un código fiscal que ayude
realmente a los trabajadores que viven en Estados Unidos a progresar en la
nueva economía, y podemos lograrlo juntos.
Ayudemos a las familias trabajadoras a llegar a fin de mes
sin dificultades. Démosles las herramientas que necesitan para conseguir
empleos bien remunerados en esta nueva economía. Mantengamos las condiciones
que fomentan el crecimiento y la competitividad. Ese es el rumbo que debe tomar
Estados Unidos. Estoy convencido de que es el rumbo que quieren tomar las
personas que viven en Estados Unidos. Es el rumbo que hará que nuestra economía
sea más fuerte de aquí a un año, dentro de quince años y bien entrado el siglo.
Por supuesto, si hay algo que nos ha enseñado este siglo es
que no podemos separar el trabajo que debemos realizar aquí de los desafíos que
tenemos más allá de nuestras fronteras.
Mi primer deber como Comandante en Jefe es defender a
Estados Unidos de América. En esa capacidad la pregunta no es si Estados Unidos
lidera el mundo, sino cómo lo hace. Cuando tomamos decisiones apresuradas y
reaccionamos ante los titulares en vez de usar nuestra cabeza, cuando la primera
respuesta ante un desafío es enviar a nuestras fuerzas armadas, corremos el
riesgo de ser arrastrados a pelear en conflictos innecesarios y le damos la
espalda a la estrategia de más amplio prospecto que necesitamos para tener un
mundo más seguro y próspero. Eso es lo que nuestros enemigos quieren que
hagamos.
Yo creo en un liderazgo estadounidense más inteligente.
Lideramos mejor cuando combinamos nuestro dominio militar con una estrategia
diplomática sólida, cuando utilizamos nuestro poder para formar alianzas
internacionales, cuando no dejamos que nuestros temores nos cieguen y nos
impidan ver las oportunidades que nos presenta este nuevo siglo. Esto es
exactamente lo que estamos haciendo ahora mismo, y está marcando la diferencia
alrededor del mundo.
En primer lugar, nos mantenemos unidos en solidaridad con
las personas de todo el mundo que han sido atacadas por los terroristas, desde
una escuela en Pakistán hasta las calles de París. Seguiremos persiguiendo y
acabando con los terroristas, además de desmantelar sus redes y nos reservamos
el derecho de actuar unilateralmente, como hemos hecho sin cesar desde que
asumí mi cargo para eliminar a los terroristas que representan una amenaza
directa para nosotros y nuestros aliados.
Al mismo tiempo, en los últimos trece años hemos aprendido
algunas lecciones costosas.
En lugar de tener patrullas americanas en los valles de
Afganistán, hemos entrenado a sus fuerzas de seguridad, que ahora se encuentran
a cargo, y hemos honrado el sacrificio de nuestras tropas con el apoyo la
primera transición democrática de ese país. En lugar de enviar a un gran número
de fuerzas armadas al extranjero, vamos a formar alianzas con países del sur de
Asia al norte de África para denegar a los terroristas que amenazan a Estados
Unidos un lugar para refugiarse.
En Irak y Siria, el liderazgo estadounidense, que incluye
nuestro poder militar, está parando el avance de ISIL. En lugar de vernos
arrastrados a otra guerra terrestre en Oriente Medio, estamos liderando una
amplia coalición que incluye a las naciones árabes para degradar y, en última
instancia, destruir a este grupo terrorista. También estamos apoyando una
oposición moderada en Siria que nos pueda ayudar con estos esfuerzos a nivel
mundial para asistir a la gente que se alza contra la ideología sin fundamento
del extremismo violento. Este esfuerzo va a requerir tiempo. Y va a requerir
concentración. Pero triunfaremos. Y esta noche le pido al Congreso que le
muestre al mundo que estamos unidos en esta misión y que apruebe una resolución
que autorice el uso de la fuerza contra ISIL.
En segundo lugar, estamos demostrando el poder de la
diplomacia y la fuerza estadounidenses. Estamos defendiendo el principio de que
las naciones grandes no pueden intimidar a las pequeñas: es lo que hemos hecho
al oponernos a la agresión rusa, respaldar la democracia en Ucrania y
tranquilizar a nuestros aliados de la OTAN. El año pasado, mientras
realizábamos el difícil trabajo de imponer sanciones junto con nuestros
aliados, algunos sugirieron que la agresión del Sr. Putin era una exhibición
magistral de estrategia y fuerza. Bueno, lo cierto es que quien se mantiene hoy
fuerte y unida a nuestros aliados es Estados Unidos, mientras que Rusia está
aislada y con una economía en ruinas. Es así como Estados Unidos lidera: no con
fanfarronadas, sino con determinación persistente y constante.
En Cuba, estamos poniendo fin a una política que debería
haber terminado hace tiempo. Cuando uno hace algo que no funciona durante
cincuenta años, es hora de probar algo nuevo. Nuestro cambio de política en
relación con Cuba tiene el potencial de poner punto final a un legado de falta
de confianza en nuestro hemisferio; desmorona una excusa ficticia para imponer
restricciones en Cuba; defiende los valores democráticos; y extiende una mano
de amistad al pueblo cubano. Y este año, el Congreso debería iniciar el trabajo
de poner fin al embargo. Como dijo Su Santidad, el papa Francisco, la
diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Y estos pequeños pasos han ido
sumándose para dar una nueva esperanza al futuro de Cuba. Después de pasar años
en prisión, el hecho de que Alan Gross esté de nuevo entre nosotros nos llena
de dicha: bienvenido a casa, Alan.
Nuestra diplomacia está funcionando en Irán, donde por
primera vez en una década hemos detenido el progreso de su programa nuclear y
reducido sus reservas de materiales nucleares. Entre ahora y esta primavera,
tenemos la oportunidad de negociar un acuerdo exhaustivo que servirá para
prevenir el surgimiento de un Irán con armas nucleares y garantizar la
seguridad de Estados Unidos y sus aliados, entre los que se encuentra Israel, a
la vez que evitará otro conflicto armado en Oriente Medio. No hay ninguna
garantía de que las negociaciones tendrán éxito, y mantendré todas las opciones
sobre la mesa para prevenir que Irán tenga armas nucleares. Sin embargo, si
este Congreso aprueba nuevas sanciones en este preciso momento, se producirá ni
más ni menos que el fracaso de los esfuerzos diplomáticos: estas medidas
distanciarían a Estados Unidos de sus aliados y asegurarían que Irán volviese a
iniciar su programa nuclear. No tiene sentido. Por esa razón, vetaré cualquier
proyecto de ley que imponga nuevas sanciones y ponga en peligro nuestro
progreso. Las personas que viven en Estados Unidos esperan que entremos en
guerra solo como recurso de última instancia y tengo la intención de mantenerme
fiel a esa sabiduría.
En tercer lugar, para dar forma al nuevo siglo estamos
poniendo la mira más allá de los temas que nos han mantenido ocupados en el
pasado.
Ningún país extranjero, ningún hacker, debería ser capaz de
paralizar nuestras redes, robar nuestros secretos comerciales o invadir la
privacidad de las familias estadounidenses, en especial la de nuestros niños.
Nos vamos a asegurar de que nuestro gobierno integre los datos de inteligencia
para combatir las ciberamenazas al igual que hemos hecho para combatir el
terrorismo. Y esta noche exhorto al Congreso a que apruebe finalmente la
legislación que necesitamos para hacer frente mejor a las cambiantes amenazas
que presentan los ciberataques, combatir el robo de identidad y proteger la
seguridad de la información de nuestros niños. Si no actuamos, dejaremos a
nuestra nación y a nuestra economía en una situación vulnerable. Si lo hacemos,
podremos seguir protegiendo los avances tecnológicos que han creado incontables
oportunidades para personas de todo el mundo.
En África Occidental, nuestras tropas, nuestros científicos,
nuestros médicos, nuestros enfermeros y profesionales médicos están revirtiendo
el ébola, salvando innumerables vidas e impidiendo la propagación de la
enfermedad. No podría sentirme más orgulloso de ellos, y le doy las gracias a
este Congreso por el respaldo bipartidista otorgado a sus esfuerzos. Pero resta
mucho por hacer y el mundo tiene que aprender de esta lección para crear una
iniciativa global más eficaz a fin de prevenir la propagación de futuras
pandemias, invertir en desarrollo inteligente y erradicar la pobreza extrema.
En la región Asia-Pacífico, estamos modernizando nuestras
alianzas mientras nos aseguramos de que las demás naciones cumplan con las
reglas al realizar operaciones de comercio internacional, resolver disputas
marítimas y participar en desafíos internacionales comunes como la no
proliferación y la prestación de ayuda ante desastres naturales. Y no hay
ningún desafío, ningún desafío, que presente una amenaza mayor a las
generaciones futuras que el cambio climático.
El año 2014 fue el más caluroso que se ha registrado en la
historia de nuestro planeta. Y sé que un año no sirve para indicar una
tendencia, pero esto sí sirve: 14 de los 15 años más calurosos registrados en
la historia se encuentran todos en los primeros 15 años de este siglo.
He oído a gente que intenta evitar las pruebas al decir que no
son científicos; que no tenemos suficiente información para actuar. Bueno, yo
tampoco soy científico. ¿Pero saben qué? Conozco a muchos científicos fabulosos
en la NASA, en la NOAA y en nuestras mejores universidades y todos los mejores
científicos del mundo nos están diciendo que si nuestras acciones están
cambiando el clima y si no actuamos contundentemente, seguiremos viendo subidas
en el nivel de los océanos, olas de calor más largas y calurosas, sequías e
inundaciones peligrosas y otras alteraciones masivas del clima que podrán
generar más movimiento migratorio, enfrentamientos y hambre alrededor del
mundo.
El Pentágono dice que el cambio climático supone riesgos
inmediatos a nuestra seguridad nacional. Deberíamos actuar como si así fuera.
Es por eso que en los últimos seis años hemos hecho más que
nunca para combatir el cambio climático, desde la forma en la que producimos
energía hasta la manera en la que la consumimos. Es por eso que hemos reservado
más tierras y aguas de dominio público que en ninguna otra administración de la
historia. Y es por eso que no dejaremos que este Congreso ponga en peligro la
salud de nuestros niños y nos haga retroceder al revertir nuestros esfuerzos.
Estoy decidido a garantizar que el liderazgo estadounidense impulse las
acciones a nivel internacional. En Pekín, hicimos un anuncio histórico: Estados
Unidos duplicará el ritmo de reducción de nuestra polución de carbono y China
se comprometió por primera vez a limitar sus emisiones. Y porque las dos
economías más grandes del mundo aunaron esfuerzos, otros países ahora están
dando un paso al frente y dan esperanzas de que este año, por fin, las naciones
del mundo lleguen a un acuerdo para proteger el único planeta que tenemos.
Hay un último pilar fundamental de nuestro liderazgo: el
ejemplo de nuestros valores.
Las personas que vivimos en Estados Unidos respetamos la
dignidad humana, incluso cuando nos vemos amenazados; es por eso que he
prohibido la tortura y trabajado para garantizar que el uso que hacemos de las
nuevas tecnologías, como los drones, se limite debidamente. Es por eso que nos
manifestamos en contra del deplorable antisemitismo que ha resurgido en ciertas
partes del mundo. Es por eso que continuamos rechazando los estereotipos
ofensivos sobre los musulmanes: la mayoría de quienes comparten nuestro
compromiso con la paz. Es justamente por eso que defendemos la libertad de
expresión y abogamos por la liberación de los presos políticos, condenamos la
persecución de las mujeres o de las minorías religiosas, o de las personas que
son lesbianas, homosexuales, bisexuales o transexuales. Hacemos todo esto no
solamente porque es lo correcto, sino también porque acrecienta nuestra
seguridad nacional.
Todas las personas que vivimos en Estados Unidos tenemos un
compromiso profundo con la justicia, por lo que no tiene ningún sentido gastar
tres millones de dólares por prisionero para mantener abierta una prisión que
el mundo condena y los terroristas usan para reclutar. Desde que asumí el cargo
de Presidente, hemos trabajado de forma responsable para reducir la población
de Guantánamo a la mitad. Y ha llegado la hora de finalizar el trabajo. Estoy
determinado y no desistiré hasta que cerremos la prisión. Nosotros no somos
así.
Las personas que vivimos en Estados Unidos apreciamos
nuestras libertades civiles y debemos mantener ese compromiso si queremos la
máxima cooperación de otros países y sectores en nuestra lucha contra las redes
terroristas. Así que a pesar de que algunos ya se han distanciado de los
debates sobre nuestros programas de vigilancia, yo no lo he hecho. De acuerdo
con lo prometido, nuestras agencias de inteligencia han trabajado arduamente
para incrementar la transparencia y crear más salvaguardas contra posibles
abusos, todo ello teniendo en cuenta las recomendaciones de los defensores de
la privacidad. Y el mes que viene publicaremos un informe sobre lo que estamos
haciendo para cumplir nuestra promesa de mantener seguro a nuestro país
mientras fortalecemos la privacidad.
Estamos mirando al futuro en vez de al pasado. Estamos
asegurándonos de que nuestra fuerza tenga un peso equivalente al de nuestra
diplomacia, y de que usamos la fuerza inteligentemente. Estamos formando
coaliciones para enfrentarnos a nuevos desafíos y oportunidades. Y estamos
liderando con el ejemplo de nuestros valores. Siempre. Eso es lo que hace que
seamos excepcionales. Es lo que nos mantiene fuertes y esa es la razón por la
que siempre tenemos que seguir esforzándonos en comportarnos de acuerdo con los
principios más elevados: los nuestros.
Saben, hace poco más de una década, pronuncié un discurso en
Boston en el que dije que no éramos los estados liberales de América, ni los
estados conservadores de América, ni los estados negros de América, ni los
estados blancos de América, sino los Estados Unidos de América. Dije eso porque
fue lo que experimenté en mi propia vida, en una nación que le dio a alguien
como yo una oportunidad; porque crecí en Hawái, un crisol de razas y
tradiciones; porque luego formé mi hogar en Illinois, un estado de pueblos
pequeños, tierras ricas para la agricultura y con una de las mejores ciudades
del mundo: un microcosmos del país, donde los demócratas, republicanos e
independientes, personas decentes de todos los orígenes étnicos y de todas las
religiones comparten ciertos valores fundamentales.
En los últimos seis años, los expertos han señalado en más
de una ocasión que mi presidencia no ha dado resultados sobre la base de esta
visión. Qué irónico, dicen, que nuestra política parezca estar más dividida que
nunca. Esto se presenta como prueba no solo de mis propios fallos, de los
cuales tengo muchos, sino también como prueba de que la propia visión es
errónea e inocente y de que en esta ciudad hay demasiada gente que de hecho se
beneficia del partidismo y de la paralización gubernamental para que hagamos
nunca nada al respecto.
Sé que este tipo de cinismo es tentador. Pero sigo creyendo
que los cínicos están equivocados.
Sigo creyendo que somos un pueblo unido. Sigo creyendo que,
juntos, podemos hacer grandes cosas, incluso cuando las probabilidades no
juegan a nuestro favor. Creo en ello porque he visto una y otra vez, en mis
seis años ocupando mi cargo, la mejor versión de Estados Unidos. He visto las
caras llenas de esperanza de jóvenes graduados de Nueva York a California, y
nuestros oficiales más nuevos de West Point, Annapolis, Colorado Springs y New
London. He estado de luto junto a las familias en duelo de Tucson y Newtown, y
en Boston, Texas y West Virginia. He sido testigo de cómo las personas que viven
en Estados Unidos se enfrentan a la adversidad, desde el Golfo de México a las
Grandes Llanuras, desde las líneas de montaje del Medio Oeste a la costa del
Atlántico Medio. He visto cómo el matrimonio entre homosexuales ha pasado de
ser un tema polémico que solía usarse para separarnos a una historia de
libertad en todo nuestro país, y ahora es un derecho civil en estados donde
vive el setenta por ciento de la población estadounidense. Conozco la
generosidad, el gran corazón, el optimismo y la bondad de las personas que
viven en Estados Unidos que, día tras día, dan vida a la idea de que somos los
guardianes de nuestros hermanos y nuestras hermanas. Y sé que esperan que
aquellos de nosotros que trabajamos como funcionarios públicos aquí demos un
mejor ejemplo.
Así que la pregunta que los aquí presentes esta noche
debemos hacernos es qué podemos hacer, todos nosotros, para reflejar mejor las
esperanzas de Estados Unidos. He servido en el Congreso con muchos de ustedes.
Conozco bien a muchos de los aquí presentes. Hay mucha gente buena aquí, a
ambos lados del pasillo. Y muchos de ustedes me han dicho que no vinieron aquí
para esto: no vinieron para participar en una procesión de discusiones en
programas de televisión por cable, para estar recaudando fondos constantemente,
siempre alerta para ver cómo reacciona el Congreso ante cada decisión.
¿Se imaginan si rompiéramos con esos patrones viejos y
anticuados? ¿Se imaginan si hiciéramos algo diferente?
Que quede claro: una política mejor no requiere los demócratas
abandonen su programa político ni en el que los republicanos simplemente tengan
que aceptar mi programa con los brazos abiertos. Una política mejor requiere
que apelemos a la decencia básica el uno del otro en vez de apelar a nuestros
temores más elementales. Una política mejor requiere que debatamos sin
demonizar el uno al otro, que hablemos de temas importantes, de valores y de
principios y de hechos, en vez de las metidas de pata insustanciales, errores
triviales o falsas controversias que no tienen nada que ver con la vida diaria
de las personas. Una política mejor requiere que pasemos menos tiempo
sumergidos en dinero turbio para anuncios de campañas sucias y que dediquemos
más tiempo a inspirar a los jóvenes, motivándolos, mostrándoles las posibilidades
y pidiéndoles que se unan a nosotros en la gran misión de construir Estados
Unidos.
Si vamos a tener discusiones, discutamos. Pero hagamos que
sean debates que estén a la altura de esta cámara y de este país.
Es posible que todavía no estemos de acuerdo en cuanto al
derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad, pero seguramente podemos
coincidir en que es bueno que los embarazos de adolescentes y los abortos estén
cerca de los niveles históricos más bajos y que cada mujer debería poder tener
acceso al tipo de atención médica que necesita.
Sí, el tema de la inmigración todavía levanta pasiones, pero
seguramente todos podemos reconocer algo de nosotros mismos en un perseverante
estudiante joven y estar de acuerdo en que nadie se beneficia cuando se separa
a una madre trabajadora de su hijo, y que es posible mejorar una ley que
confirme nuestra tradición como una nación de leyes y una nación de
inmigrantes.
Podemos pelear por los votos durante las campañas
electorales, pero seguramente podemos ponernos de acuerdo en que el derecho al
voto es sagrado y que se le está negando a demasiadas personas; y, además, en
el 50º Aniversario de la gran manifestación desde Selma hasta Montgomery y la
aprobación de la Ley de Derecho al Voto, demócratas y republicanos debemos
unirnos para hacer que votar sea más fácil para todos los estadounidenses.
Es posible que veamos con ojos distintos los eventos de
Ferguson y Nueva York. Pero seguramente podemos entender a un padre que tiene
miedo de que su hijo no pueda caminar hasta su propia casa sin ser acosado.
Seguramente podemos entender a la mujer que no puede descansar tranquila hasta
que el oficial de policía con el que se casó no cruza la puerta de su hogar al
final de su turno. Seguramente podemos ponernos de acuerdo en que es bueno que,
por primera vez en 40 años, el índice de criminalidad y la tasa de
encarcelamiento hayan disminuido a la vez, y podemos usar esto como un punto de
partida para que demócratas y republicanos, junto con los líderes comunitarios
y los cuerpos de seguridad, reformemos el sistema de justicia penal de Estados
Unidos para que nos proteja y nos sirva a todos.
Eso es una política mejor. Así es como comenzamos a recobrar
la confianza. Así es como trabajamos para que nuestro país avance. Esto es lo
que quieren las personas que viven en Estados Unidos. Esto es lo que merecen.
Ya no tengo que realizar ninguna campaña política. Mi único
programa para los próximos dos años es el mismo que he tenido desde el día en
que presté juramento en los escalones de este Capitolio: hacer lo que creo que
es mejor para Estados Unidos. Si comparten la visión que les he planteado esta
noche, únanse a mí para realizar el trabajo necesario. Si están en desacuerdo
con parte de lo que he dicho, espero que por lo menos estén dispuestos a
trabajar conmigo en los temas en los que concordamos. Y me comprometo con todos
los republicanos presentes esta noche a que no solo pediré sus ideas, sino que
procuraré trabajar con ustedes para hacer este país más fuerte.
Porque quiero que esta cámara, esta ciudad, reflejen algo
que es verdad: que, a pesar de todos nuestros desaciertos y limitaciones, somos
personas con la fuerza y la generosidad de espíritu suficiente para tender un
puente, unirnos para realizar un esfuerzo colectivo y ayudar a nuestros
vecinos, tanto en nuestra misma calle como al otro lado del mundo.
Quiero que nuestras acciones le digan lo siguiente a cada
niño en cada vecindario: tu vida es importante, y estamos comprometidos a
mejorar tus oportunidades en la vida como lo estamos con nuestros propios
hijos.
Quiero que las generaciones futuras sepan que somos personas
que ven nuestras diferencias como un gran don, que somos un pueblo que valora
la dignidad y la importancia de cada ciudadano: hombres y mujeres, jóvenes y
mayores, negros y blancos, latinos y asiáticos, inmigrantes e indios
americanos, homosexuales y heterosexuales, personas con enfermedades mentales o
discapacidades físicas. Quiero que crezcan en un país que le demuestre al mundo
lo que aún sabemos que es verdad: que seguimos siendo más que un conjunto de
estados rojos y estados azules; que somos Estados Unidos de América.
Quiero que crezcan en un país donde una joven madre como
Rebekah se pueda sentar a escribirle una carta a su Presidente contándole sus
vivencias de los últimos seis años:
“Es increíble cómo somos capaces de recuperarnos cuando lo
necesitamos... somos una familia fuerte y muy unida que ha superado momentos
extremadamente difíciles”.
Conciudadanos, nosotros también somos una familia fuerte y
muy unida. También nosotros hemos superado momentos difíciles. Tras quince años
del inicio de este nuevo siglo, nos hemos levantado, nos hemos sacudido el
polvo de las solapas y hemos comenzado a trabajar otra vez para reconstruir
Estados Unidos. Hemos sentado las bases de una nueva era. Crear un futuro más
brillante depende de nosotros. Iniciemos este nuevo capítulo juntos, y
comencemos a trabajar ahora mismo.
Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a este país
que tanto amamos.
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