Por Jorge Contreras
La guerra en Siria demanda detenernos a pensar como llegó
esta crisis a escalar a tales niveles, y que debemos hacer para evitar que nuestra
nación llegue a estas condiciones…
El ejemplo de lo que ocurre en Siria nos muestra la
polarización a la que llega un país cuando pierde su identidad. Un sector del
gobierno y sus alianzas comprometidas a un régimen internacional, otro sector,
rebelde y sus alianzas comprometidas con otros intereses y hasta terceros
sectores que buscan imponer una independencia extremista islámica.
Este conflicto no terminara ahí. Las profundas huellas de dolor y sufrimiento quedaran
impregnadas en las nuevas generaciones y harán el conflicto más duradero. En estas situaciones los proveedores de
armas ganan. Las partes opuestas se endeudan para tomar o mantener el poder; y para
los que alcanzan el poder, después
tendrán que pagar con sus recursos sus deudas de guerra.
Los organismos de las naciones unidas y de derechos humanos,
han probado ser entes burocráticos internacionales institucionalizados, que carecen
de efectividad y actúan “a posteriori”, su participación en casos de derechos
humanos polariza más el conflicto.
Un ejemplo palpable de los organismos de derechos humanos lo podemos
apreciar actualmente en Perú, mientras personas y animales sufren los embates
del friaje en Puno, estos organismos gastan sus presupuestos en monumentos y celebraciones
del aniversario de un conflicto de veinte años de sufrimiento.
El empleo de agentes
químicos para ganar en Siria…
La crisis en Siria ha alcanzado niveles de violencia en las
que todos somos testigos de cómo, esta sociedad polarizada, hoy dividida, ha
llegado al empleo de amas químicas [1],
para destruir a sus opuestos.