Una comunidad virtual anti-carterista en Buenos Aires está
trabajando conjuntamente con la Policía (que ha dispuesto un fuerte contingente
de más de 800 agentes para brindar seguridad) en la red metropolitana de
transportes de esta gran capital Argentina.
Mientras la comunidad elabora mapas de riesgo, señala las
líneas más afectadas, presenta fotos de los carteristas, y explica las ultimas
modalidades. A la vez alerta sobre la
necesidad de "estar prevenido y listo a tomar fotos" de los sospechosos con el celular en la mano.
necesidad de "estar prevenido y listo a tomar fotos" de los sospechosos con el celular en la mano.
La página Web “Pungas en el Subte”
(“Punga” : Ladrón de bolsillos) ha logrado identificar ladrones que actúan en
estas líneas de transporte donde centenares de usuarios envían las fotos de los
carteristas. A ello se han sumado cuentas similares de twitter “Pungas en el subte” y de Facebook
“Pungas en el subte”
en la que identifican a todo sospechoso.
Las características comunes de los carteristas “displicentes,
sin vergüenza, en extremo conchudo, cínicos, con ropa, maleta o mochila en la
mano para ocultar sus actos de robo”.
Un sistema de códigos y gremios impera en el
transporte..
El gremio de los
pungas
Están fuera de la ley, establecen sus reglas en el subte, son
ladrones. “Suben en cualquier lugar en el que haya una víctima; vienen
persiguiendo a alguien y hay que aguantarlos”. Si suben y ven a alguien vendiendo, no molestan. Siempre que
no estén con alguien en vista. “Son lo que más hay y te engañan porque están
vestidos de persona normal”, asegura uno.
La ley del subte se dirime de modos
violentos. Un músico dice haber visto “cómo le clavaban una púa en la garganta
a otro tipo”. Típico de las películas de la mafia, pero posible en la mismísima
Buenos Aires subterránea. Aunque se trata de un extremo, es muy común ver
“trompadas, puñetes, y hasta amenazas de muerte”.
Cada uno tiene su línea. “Si trabajas en la linea B, no te puedes
aparecer en la D, porque te echan a trompadas”. Sin embargo, en muchas líneas
hay reglas similares, y en los trenes también. No es para menos, ya que el
dinero es mucho. Hay quiénes se llevan 4 mil por mes de su trabajo en el subte.
“La gente nos ve en la calle y cree que somos mendigos; nada que ver”.
Según reportaje reciente de Nora
Sánchez del Clarin, unos 500 “pungas”
y arrebatadores roban en el subterráneo de Buenos Aires, en Argentina y que casi no hay detenciones.
El otro gremio el de
los vendedores, artistas y buscavidas…
“En el vagón hay gremios”, dice un transeúnte que obviamente
prefiere no dar su nombre. La gente que sube a los vagones a “vender, o cantar,
o pedir, “convive” bajo reglas tan firmes como intangibles”. “En casi todas las
líneas hay que respetar ciertas reglas; hay como un control” sentencia otro.
En la cúspide de esta rígida pirámide están los "Vendedores". “No les importa nada”
aseguran. Todo el mundo actúa detrás de ellos. Nadie se atreve a
“cortarles” el tren, expresión que se usa cuando otro les interrumpe la venta.
Y el que lo hace, en general “cobra”. “Si es un vendedor, ni le preguntan; lo
matan directamente”.
En la línea B, los vendedores suben en Ángel Gallardo, en
los primeros vagones. “No se puede subir en cualquier lado; una vez me mandé, y
casi me sacan a patadas”.
La escala sigue hacia abajo con los "Músicos". Los que están hace mucho tienen que encargarse de que los
que quieren entrar no puedan, “porque si no, se llena y los vendedores nos
echan a todos” En realidad, a los vendedores no les gusta que haya músicos en
el lugar de venta, pero soportan a los que están desde hace tiempo para que
saquen a los nuevos. “Yo tengo amigos que tocan arriba, y si quiero subir, no
van a dudar en sacarme”, sintetiza un guitarrista.
Muchos no lo aguantan, y
duran semanas. Los que se quedan lo hacen “por la plata, porque se gana muy
bien”. ¿Cuánto es “muy bien” como para soportar todo el día esa presión? Un
músico puede ganar 100 pesos por día, sin poner demasiadas horas.
El penúltimo escalón está ocupado por “los Falderos”; los que dejan en el regazo
una tarjeta, o un objeto, pero que “no hablan, no venden”. Son más de 120 y
suben en la estación Federico Lacroze, en los últimos vagones. Empiezan de
atrás para adelante, para evitar a los vendedores. “Si viene un vendedor,
esperan, pero con nosotros, como no hablan está todo bien”, asegura otro
músico.
En la base de la pirámide, están los rezagados, los “Mangueros”. “Son los HIV, los que les
falta un brazo, o una pierna. Esos no venden nada, es distinto”. Igual, ni se les
ocurre “cortar” a un vendedor.
Finalmente aseguran “No se sorprenda entonces, si siempre ve
a los mismos vendedores”, o los mismos “falderos” todos los días en su viaje
diario en los vagones. Son escalones de una pirámide. Son parte de la fauna del
subte
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