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Tomado de The
Lancet .
doi:10.1016/S0140-6736(14)61129-6
Por Richard Horton
Traducción Jorge Contreras
En el Reino Unido, este reciente articulo publicado por la Revista
The Lancet, nos revela el carácter prioritario que ha adquirido el interés
comercial y económico en las universidades. Donde el liderazgo esta más
interesado en los negocios que en el conocimiento y donde no hay no hay interés
de retomar el papel de la universidad como elemento central del conocimiento e
investigación de la civilización. En
estas universidades el ganar subvenciones importa más que los aportes al
desarrollo. Y de todas las subvenciones, las investigaciones medicas son las
mas importantes y cuantiosas.
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La semana pasada se informó en el diario Financial Times. la negativa de las principales
universidades de Gran Bretaña a participar en una evaluación internacional de
su desempeño (el titular: "Las mejores universidades desairan
clasificación de la OCDE", 2 de julio). La Evaluación de Resultados de Aprendizaje de Educación
Superior (ERAES), tenía las esperanzas de descubrir indicadores fiables que las
instituciones pudieran utilizar para realizar un seguimiento de sus propias
fortalezas y debilidades. Sin
embargo el que las universidades más importantes de Gran Bretaña se “aislen de la prueba” no ha llamado la
atención tanto, como el informe
aparecido en un periódico, que ha
levantado miradas inquisitorias y suspicaces al publicar que “la función principal de estas instituciones no
es el estudio” sino el “ofrecer una cobertura de negocios sin
precedentes".
Por otra parte, la evaluación no se lleva a cabo por una
institución educativa (por ejemplo,
la UNESCO), sino por una organización
preocupada por las políticas para mejorar el bienestar económico de las
naciones. El hecho es que hoy nuestras universidades de clase mundial se
clasifican como instrumentos de creación de riqueza, y no como instituciones
para adquirir conocimiento, iluminación, o participación cultural. Las universidades
no sólo han perdido su propósito. También han perdido su alma. Y de ello, la
medicina es en parte culpable.
Tomemos una universidad como ejemplo. Se trata de una gran
universidad. El cuerpo académico es insuperable. Los estudiantes son algunos de
los mejores en el país. Las fuerzas que dan forma a esta universidad no son
diferentes a los que dan forma a todas las universidades a nivel mundial en la
actualidad. Pero esas fuerzas están erosionando los valores que ha costado
siglos crear y refinar.
Lo que hoy en día cuenta para las universidades proviene de
los documentos distribuidos por los órganos de gobierno de estas instituciones.
Cada medida comienza con un conjunto de disposiciones impartidas desde el vice
rectorado: con decisores acerca de lo que verdaderamente importa en la
universidad que dirigen. En la última colección de estos documentos, empieza
por la posición que debe ocupar la
universidad en varias tablas de posiciones influyentes. Es la universidad de más
elevado o más bajo nivel que el de sus competidores? ¿Son sus medidas de empleo
buenas o malas? Luego esta el registro de mujeres inscritas en la universidad.
Después de eso, vienen los premios, la iniciativa científica nacional, la
captación de estudiantes, el impacto de la universidad en la economía, un
informe sobre la garantía de la calidad, los pagos, las estrategias, citas, subvenciones
ganadas, felicitaciones (más premios), y finalmente las condolencias.
Se trata de una impresionante lista de logros. Pero al final
uno se da cuenta de que no dicen absolutamente nada acerca de los eventos
ordinarios y diarios que tienen lugar en la universidad, de lo que
verdaderamente importa (o que
debería importar) para el éxito de la universidad como una institución central
dentro de la sociedad.
Aquí no se encuentra nada acerca de la vida de los
universitarios, sus conciertos, obras de teatro, exposiciones, espectáculos
deportivos, eventos académicos o conferencias. Nada acerca de las
contribuciones de los estudiantes o profesores a los temas y problemáticas
locales, nacionales o globales. Nada acerca de las contribuciones al
conocimiento humano, resultado de la investigación de la comunidad estudiantil,
de los libros y documentos
publicados, de las prestigiosas conferencias presentadas, o del impacto de la investigación de la
universidad en la sociedad.
Lo seguro es que la agenda de los líderes de la universidad
incluye temas importantes. Presupuesto. Planificación de capital. Evaluaciones
de rendimiento. En si una tonelada de documentos estratégicos. Acta de importantes
comités. Y no es que uno quiera minimizar estos asuntos. Merecen el mayor
debate y reflexión. Pero en conjunto dan una pálida y anémica imagen de la personalidad y el esfuerzo de
la universidad. El resultado es un proceso de toma de decisiones envuelto en un
clima alejado de las importantes dimensiones
que deben cumplir las
universidades en nuestra civilización.
La causa de esta enfermedad intelectual es la perversión de
los valores. La educación y la investigación se han convertido en productos
fabricados, envasados, que se venden en un mercado ferozmente competitivo. Las
universidades no pueden ser impulsadas por el puro beneficio y las reglas métricas del dinero. Si mencionamos
subvenciones ganadas. Aquí, la universidad celebra premios de investigación por
encima de las 50 000 libras esterlinas. Y se va descubriendo que lo que
realmente importa es la contabilidad del conocimiento. Artes y Ciencias Sociales
ganaron seis premios cada una. Ciencias de la vida ganó 14 premios. Ingeniería
y Ciencias Físicas, 28 premios. Y las ciencias médicas? Fueron lo máximo, con
43 concesiones muy importantes. Por lo que se deduce que una universidad moderna depende
ahora de las ciencias médicas para su liquidez.
Las grandes sumas de dinero a disposición de las
universidades por parte de los organismos de financiación de investigación
médica, así como la cultura política que privilegia la creación de riqueza están a la cabeza, y por encima de
todo. Demasiados universidades ya no trabajan para el interés público. Ahora la
mayoría de universidades se preocupan, y se miden a sí mismos, de acuerdo a sus
propios intereses. Y parece que no hay un liderazgo que pueda curar esta
enfermedad.
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