Según la Revista Caretas, luego de 90 días, el mandatario “pisó
tierra”, terminó el paseo con monociclo, y ahora sufre un sacudón, después de
la crisis del exasesor Moreno y el SIS,
le llegó la caída de popularidad y el llamado
“no atendido” por la presidenta del Congreso al “Consejo de Estado” y lo
evidente es que damos cuenta que “no
tiene partido” (ver Caretas ultima edición).
Otro es el caso del informe de 100 días, algo
singular nos rebela, proviniendo la mayoría del gabinete, del sector privado, financiero,
banca, y claro de lobbies, nuestro mandatario no presentó en “su
escueto informe a los 90 días una estrategia nacional, acaso podría representarle
traspiés con la prensa o con otros parlamentarios como Manuel
Dammert y su reciente artículo sobre lobismo” . Juan de la Puente en su columna “La mitad mas
uno” de La República comenta por las “extrañezas
ante el silencio”. Aquí reproducimos
su columna.
Habla líder, ahora
Tomado del diario La República
Columna La mitad más uno
Por Juan de la Puente
Extraña la actual crisis de nuestro
sistema político que tiene a la mayoría de autoridades, líderes y partidos casi
en silencio. Si la pregunta es quién le está hablando al país, se encuentra que
salvo muy escasas figuras del Gobierno y del Congreso la falta deposiciones
sustentadas, más allá de la frase o consigna, es general.
Lo que tenemos a cambio de visiones de
conjunto son pequeñas incursiones públicas de quienes deberían hacer la agenda
pública. Son incursiones específicas, sobre detalles, la mayoría de ellas a través
del Twitter. Nunca como ahora es cierta la frase de que la política peruana
cabe en 140 caracteres, y a veces sobra. Revisamos las redes sociales –ya no
los diarios y la TV – y concluimos que el liderazgo del país se ha escondido y
no comunica. La campaña “Habla Castañeda”, dirigida al alcalde de Lima, debería
convertirse en “Habla líder”.
Los titulares del Poder Judicial, el
Ministerio Público y el Tribunal Constitucional, por citar un ejemplo, no se
sienten llamados a exponer sus opiniones sobre los graves problemas de la
seguridad, la justicia y la corrupción, en conjunto. Los líderes máximos de 9
de los 10 partidos que compitieron en la primera vuelta electoral tampoco
sienten la obligación de fijar una posición sustentada sobre esos problemas y
sobre otros delicados asuntos como la reforma política y electoral, los
conflictos sociales, la violencia cotidiana, la reactivación de la economía, la
prestación de servicios, la descentralización, la diversificación productiva y
los grandes proyectos de inversión, entre otros. Ni siquiera hablaron durante
el debate de la delegación de facultades, una discusión hegemonizada por los
medios y los ciudadanos.
El argumento de la “cura de silencio” de
los que perdieron la elección respecto al nuevo Gobierno no impidió en otros
momentos que instituciones y líderes expongan su visión de país al país,
especialmente en circunstancias cruciales. La principal explicación parece ser
otra: que este es un escenario paradójico de grandes problemas sin grandes ideas.
Para ser más específico, la batalla de las ideas parece haberla perdido la
política.
Desde el giro del gobierno de Humala a la
derecha, el Perú carece de un consenso sobre el cambio político. También ha
perdido el consenso sobre el crecimiento luego de quelas agencias públicas y
privadas debieron reajustar por tres años seguidos (2012-2014) sus previsiones
triunfalistas sobre la evolución de la economía.
Quedan muy pocos que creen que todo está
discutido sobre cambio político y economía, pero esencialmente ni antes ni
después de las elecciones el liderazgo peruano ha recuperado estos consensos o
puesto en blanco y negro los disensos. Lo que se denomina “agenda país” o
“carta de navegación” no resume la clásica polarización
derecha/izquierda(política) u ortodoxia/heterodoxia (económica), sino la
fragmentación de visiones yopciones. Una revisión de los 412 proyectos de ley
presentados desde el 28 de julio puede brindar una idea exacta de esa
fragmentación y en buena parte al desgaire.
Una competencia política sin política y
sin ideología es muy reveladora. No hablarle al país sobre la agenda pública es
ante todo la falta de una narrativa política y económica y la carencia de una
oferta. Dicho esto, no solo es la palabra sino también la acción: casi todos
los partidos han cerrado sus puertas para discutir sus problemas internos y en algunos
casos tirarse los muebles. En tanto, la mayoría de instituciones, salvo las obligadas
por circunstancias extremas, trabaja a puerta cerrada respecto a la sociedad.
No se podría decir que este fenómeno
extraño en que la política le vuelve las espaldas ala sociedad, sea inédito. Lo
nuevo es el contexto de un país que ha obtenido resultados económicos y
sociales sugerentes en 15 años de democracia y que ha acumulado problemas
complejos, a los que sin embargo sus líderes se resisten a hablarle. De esta preocupante
despolitización de la democracia solo puede surgir el populismo, de derecha o
de izquierda.
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