Por Luis Quevedo desde Nueva York
- El suicidio asistido de la joven divide a Estados Unidos
- La decisión de esta joven reabre el debate de la eutanasia
Brittany Maynard, la joven de 29 años con un cáncer terminal, murió el pasado sábado tras ingerir voluntariamente una dosis letal de barbitúricos en su casa de Portland, Oregón. El caso de Maynard ha revivido el debate sobre el derecho a morir dignamente en EEUU. Joven, recién graduada y apenas un año después de haber contraído matrimonio, sus médicos le dieron seis meses de vida al encontrarle un glioblastoma -un tumor cerebral maligno- en estado 4.
Tras desestimar las opciones paliativas que la sanidad de su estado natal de California le ofrecía, se trasladó al vecino Oregón para acogerse a su Ley para una Muerte Digna.
El de Maynard no es un caso único. Desde que, en 1997, Oregón se convirtiera en el Estado pionero en legalizar la prescripción de drogas letales a ciertos pacientes con una enfermedad terminal, más de 1.100 ciudadanos se han acogido a esta ley y 750 la han usado para morir.
Lo que hace único al caso de Maynard es la enorme atención mediática perseguida y recibida. En los meses que mediaron entre su diagnóstico y muerte, apoyada por la organización Compassion & Choices [Compasión y Elecciones, en inglés], Maynard lanzó una campaña para ayudar a otros pacientes terminales en estados que no tienen este tipo de leyes.
Grupos que se oponen al suicidio asistido por motivos éticos o religiosos han hecho campaña en contra de la revisión de estas leyes. Con el cuidado de no acusar a la joven personalmente, la National Right to Life, la organización provida más antigua de EEUU, se manifestaba en su web contra Compassion & Choices y la "explotación de la tragedia [de Maynard] para sus propios y malvados propósitos". Para la NRL, este caso es una situación extrema, "una joven y bella mujer en la flor de la vida cuya vida es segada [por la enfermedad]". Los opositores consideran que casos como éste se quieren usar como cuñas para introducir legislación sobre "el derecho" a ser "asistido" que más tarde se aplicará a "toda una panoplia [de casos] que no tienen nada que ver con enfermedades terminales".
Arthur Caplan, de la División de Ética Médica de la Universidad de Nueva York, escribió en un artículo en Medscape que "[Maynard] puede cambiar la política aquí mismo", en referencia al debate que ha encendido su caso. "Joven, vivaz, atractiva", Maynard le ha hablado a una nueva generación de norteamericanos, los mismos que se muestran más abiertos y tolerantes a asuntos como el matrimonio gay o el uso de marihuana y que pueden abordar las leyes de Derecho a una Muerte Digna del mismo modo.
Según el New England Journal of Medicine el año pasado el 67% de más de 1.700 expertos encuestados por la revista se opuso al suicidio asistido por un médico. Sin embargo, la ciudadanía aparecía mucho más dividida, según el Instituto Pew, con un 47% a favor y un 49% en contra. Todo ello sin obviar que, en este tipo de casos, la forma de plantear la pregunta tiene una enorme influencia en los resultados, como demostró una encuesta de Gallup en la que el 70% de los americanos estaba a favor de permitir que un médico "acabara con la vida de un paciente de un modo indoloro", pero tan sólo un 51% permitiría que un doctor ayudara a un paciente a «suicidarse".
"Adiós a mis queridos amigos y familia que amo". Así se despidió Brittany Maynard en Facebook. "Hoy es el día que he escogido para morir con dignidad ante mi enfermedad terminal, este terrible cáncer que me ha quitado tanto... pero que me hubiera quitado mucho más".
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