Por Jorge Contreras[1]
Activistas de izquierda, en oposición a la línea política
del premier y otras autoridades de Israel, critican al gobierno su política de demolición
de casas de los familiares de terroristas responsables de los reciente ataques del
tipo "lone wolf[2]"
en Jerusalén. Las autoridades llevan a cabo la demolición de las casas de los
familiares de los autores responsables de los atentados como una medida para frenar
las agresiones.
En Israel el miércoles, demolieron la casa de Abdelrahman
al-Shaludi, el palestino de 21 años de edad, de Jerusalén Este, que estrelló su
coche contra peatones israelíes en octubre, matando a la bebe de 3 meses de
edad Chaya Zissel Braun y a Karen Jemima Muscara, una mujer ecuatoriana que
estudiaba en la ciudad. Una explosión, sacudió la el poblado barrio de Silwan
en una empinada ladera, ubicado al sur de la vieja ciudad de Jerusalén, y el
hecho marcó el reinicio de la política de demolición de las casas de las familias
de palestinos relacionadas con los responsables de los ataques anti-israelíes.
Según Danny Seidemann, un abogado israelí y activista de
izquierda que sigue de cerca los acontecimientos en Jerusalén Este, esta es la
primera demolición punitiva en la ciudad desde abril de 2009, cuando la policía
arrasó la casa de un palestino que causara un alboroto un año antes, dando
muerte a tres israelíes.
El gobierno también emitió órdenes de demolición en las
propiedades de las familias de los atacantes a la
sinagoga Kehilat Bnei Torah, donde se registraran las víctimas de la
masacre del pasado martes. De esta manera el gobierno castiga a las familias de
aquellos individuos que atentan contra los intereses de Israel. Will Saletan
señala que el retorno a las demoliciones dice mucho de cómo el premier
Netanyahu se aproxima a este conflicto, en el que promete tras los recientes
ataques "ajustar cuentas con todos los terroristas". Afirma que para
el premier lo que cuenta realmente es ajustar las cuentas. Explica que lo que este
mensaje representa para el público Israelí.
La lección más importante que esta política enseña a los israelíes, es que es legítimo infligir sufrimiento a personas inocentes con la finalidad de desalentar el terrorismo.
"Emplea así la disuasión contra el próximo atacante suicida", explicó
Netanyahu esta semana al anunciar las demoliciones en respuesta al ataque a la
sinagoga. "Cuando aquellos que ataquen sepan que su casa, la casa en la
que vive su familia, será demolida, esto tendrá impacto."
Shaul Shay, un ex miembro del consejo de seguridad
nacional israelí, está de acuerdo: "Un terrorista puede estar dispuesto a
sacrificar su propia vida, pero tal vez va a pensarlo dos veces si es que sabe
que las casas de sus familiares serán destruidas. Si la familia paga el precio,
quizás sea diferente ".
Sin embargo para los opositores, la lógica de la política,
en otras palabras, es que castiga a las personas que no cometen actos de
terror. Los terroristas quieren morir, por lo que no son disuadidos. Israel
entonces se dirige a sus seres queridos, quienes sufrirían más agudamente, en
la esperanza de que este "precio" intimide a los aspirantes a agredir
a Israel. Esta es la lógica en la toma de rehenes, y en el terrorismo.
Y asegura que de seguro los colonos de Cisjordania
incendiaron una casa en un pueblo cerca de Ramallah la madrugada del domingo,
en otro ataque "en el que la dirección tenía ya un precio de venganza".
Pero por supuesto, que este, ha sido considerado
como un incidente aislado; cualquier intento de vincular este acto aislado de
terrorismo a la política israelí seria gravemente denunciado como culpable por
asociación, o como una sangrienta denuncia de odio antisemita.
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