Publicado en openDemocracy,
16 de noviembre 2014
Eve Hepburn[1]
La Unión Europea (UE) y sus estados miembros, no debe dormir en sus laureles:
los movimientos pro independencia crecen
y se fortalecen. Uno podría imaginarse que la Comisión Europea suspiró aliviada
luego que fueron anunciados los resultados del último referéndum sobre la
independencia de Escocia el último 19 de septiembre de 2014.
El referéndum sobre la independencia, si no fue una
migraña crónica, si fue un dolor de cabeza, para los funcionarios en Bruselas, al
tratar de averiguar si Escocia saldría de la UE y
luego volvería a constituirse
en miembro (bajo el Tratado 49, que era la preferencia oficial del ex
presidente Barroso y la campaña “Mejor Juntos”), o si se permitiría que
Escocia permanezca en los tratados de la UE (en virtud del Tratado de 48 años,
la opción preferida de los activistas del SI y de algunos funcionarios
disidentes de la Comisión).
Si el proceso fue visto como demasiado sencillo, hubo
temores entre el sector de anti-independientes (y esperanzas paralelas similares
entre los pro-secesionistas) que este proceso podría causar un efecto dominó en
todo el continente, especialmente entre otras naciones con aspiraciones de
independencia que quisieran adherirse al proyecto de independencia.
Nos preguntamos. ¿Ha sido un suspiro de alivio prematuro?
Por un lado, Escocia no ha sido el único territorio con
una mano de cartas sobre el referéndum de independencia este año. Todos los
ojos se han vuelto para mirar a Cataluña, el pasado fin de semana, luego de celebrar
una votación no vinculante sobre la independencia el domingo 9 de noviembre.
Las autoridades catalanas habían planeado un referéndum oficial sobre el futuro
catalán, pero este fue suspendido por el Tribunal Constitucional español. Los
jueces y los políticos de Madrid han visto el referéndum como ilegal y como una
afrenta flagrante a la noción de "indisoluble soberanía española".
La postura severa de Madrid echó por tierra una propuesta
similar del País Vasco en el año 2008, mediante la cual, las propuestas para
celebrar un referéndum sobre independencia, que fueran aprobadas por la
Asamblea regional vasca, fueron declaradas por Madrid como inconstitucionales.
Las severas advertencias, sin embargo, no detuvieron a
las autoridades catalanas en esta ocasión. La encuesta no oficial fue un éxito
para los partidos independentistas catalanes: 80% de los que participaron
(alrededor de 2 millones de personas) votaron a favor de la independencia. Si
bien es difícil argumentar que el voto a favor de la independencia es
vinculante con una participación del 37%, es una indicación innegablemente
fuerte que los catalanes quieren un cambio constitucional.
La encuesta, sin embargo, ha amplificado la migraña de la
Comisión. A diferencia del caso de Escocia en el Reino Unido, en la que el
Gobierno del Reino Unido estuvo de acuerdo en la celebración del referéndum de
independencia en Escocia y se comprometió a respetar el resultado (según el
innovador 'Acuerdo de Edimburgo de 2012), la "voluntad democrática"
del pueblo catalán ha sido abofeteada por el primer ministro español Rajoy, quien
ha prohibido cualquier consulta futura y ha atacado a la reciente encuesta llamándola
una "propaganda
política".
¿Qué puede hacer la UE?
Por el momento, la posición oficial ha sido mantener la
cabeza gacha y no expresar nada sobre los asuntos internos de uno de sus valorados
estados miembros. ¿Pero será esta la estrategia que funcione cuando más
referendos independentistas, “oficiales o no oficiales”, se añadan y más resquebrajamientos
surjan en la soberanía de los estados miembros de la económica UE?
Pero Escocia y Cataluña no son los únicos casos de
aspiraciones independentistas en la UE. El siguiente país por ver, sin lugar a
dudas, es Italia, en el que una
encuesta, dada a conocer el mes pasado por Demos, mostró que el 31% de los
italianos quisiera su región “independiente”, una cifra que es significativamente
alta en varias regiones autonomistas.
El caso de Italia...
La más alto resultado fue en Veneto, una rica región del
norte de Italia, con una fuerte identidad, donde el 53% de los encuestados
prefiere la secesión. Esto refleja el éxito de los partidos nacionalistas en
Veneto - más notablemente la gobernante
Liga Veneta “Lega Nord” (LV-LN) - en campaña a favor de la independencia. La
asamblea regional aprobó una ley en junio de este año para celebrar un
referéndum sobre la independencia, y Luca Zaia, el presidente del LNV en
la región, ha prometido que lo llevaran a cabo.
A estos sucesos, le sigue un referéndum no oficial en
Veneto a principios de este año, en marzo, con el apoyo de varios partidos
nacionalistas, en el que el 89% de los participantes votó a favor de dejar Italia.
Mientras que la legitimidad de la encuesta es cuestionable (debido a que muchos
latinoamericanos de ascendencia veneciana votaron), otra encuesta realizada por
La Republica ha confirmado la encuesta Demos, mostrando que alrededor del 55%
de los venecianos quieren la independencia. Y siempre y cuando se lleva a cabo
el plebiscito, dado estos altos números a favor de la secesión, existe mayor probabilidad
de éxito que en Cataluña o Escocia. Sin embargo, todo lo verá en última
instancia, la Corte Constitucional italiana, que al igual que su homóloga española,
ve estos referendos consultivos sobre la fragmentación del Estado italiano como
ilegales.
Un referéndum no oficial también se llevó a cabo en la
provincia de habla alemana del Tirol del Sur en el 2013, esta provincia se
encuentra en la periferia norte de Italia y fue anexada previamente por Austria.
Aquí, más del 90% de los participantes expresaron su apoyo a la
autodeterminación, y la pro-independencia “Sud Tiroler Freiheit” que ganará su votación
más alta en las últimas elecciones regionales. La cuestión de la secesión de
Italia es poco probable que desaparezca, es el objetivo final del Partido
Popular Tirol del del Sur, que ha gobernado la provincia durante todo el
período de la posguerra.
La siguiente es Cerdeña, una isla en el Mediterráneo, que
contiene al más antiguo partido nacionalista de Italia y uno de los más antiguos
de Europa. El Partito d'Azione Sardo, cuyas pretensiones electorales han subido
y bajado en el último siglo, y al que les faltó un voto para aprobar un
proyecto de ley de referéndum sobre la independencia en la asamblea regional de
Cerdeña del año 2012. También parece que hay algún tipo de apoyo público para
el Partito Sardo, incluso a pesar que el partido va a la zaga en las encuestas.
En un proyecto de colaboración con la Universidad de Cagliari que por primera
vez encuestó
las actitudes de los sardos en temas de identidad y cambio constitucional, se
encontró que el 41% de los sardos quiere la independencia, y que la friolera suma
de 87% está a favor de que mayores poderes y competencias sean devueltos a la
isla.
Estos hallazgos fueron confirmados en la encuesta Demos
el mes pasado, que reveló que el 45% de los participantes de Cerdeña estaban a
favor de la independencia. Actualmente, el gobierno regional está trabajando en
la re-escritura de estatuto especial de Cerdeña (derecho constitucional) para
mejorar las competencias fiscales, sociales y culturales de la isla. Si estos
poderes no son devueltos, es probable que el partido político “Psd'Az” y otros
partidos nacionalistas tendrán éxito en su próximos movimientos para tener un
referéndum sobre la independencia, incrementando las interrogantes para el
Tribunal Constitucional italiano sobre de qué manera proceder.
Y, por último, pocas personas creen que la cuestión de la
independencia en Escocia ha finalizado. Una reciente encuesta muestra un apoyo
mayoritario por la independencia, el aumento de nuevos miembros en el Partido Nacionalista Escoses (PNE) y la auto compresión
critica del el Partido Laborista escocés, principal competidor de la PNE, por lo que
consideran que sólo es cuestión de tiempo antes de que los escoceses voten de
nuevo.
La UE, y sus
estados miembros, no deben dormirse en sus
laureles: estos movimientos no van a desaparecer. Irónicamente, la UE parece
tener demandas independentistas controladas desde la década de los 90s, dando sustento
a la idea de una "Europa de las Regiones” en el que las regiones
subestatales podían sentarse junto a, o
incluso sustituir. a los estados en la gobernanza de Europa. Sin embargo,
cuando estas esperanzas se desvanecieron con el sesgo del Tratado de Lisboa, los
movimientos nacionalistas en toda Europa comenzaron a radicalizar sus demandas
a favor de la independencia en la “Europa de los Estados”, y que ven ello como la
única manera de conseguir un asiento en la mesa del Consejo de la UE.
La responsabilidad recae ahora en la UE, en encontrar la
manera de como las secesiones internas podrían funcionar dentro de sus
fronteras, porque en la actualidad, hay
varios estados aspirantes que tocan a sus puertas. Si los ciudadanos de estas
naciones sin Estado ''creen que su futuro está mejor asegurada si se presentan
como estados“, la configuración resultante sería una "Europa" fracturada
en una serie de entidades territoriales más pequeñas.
Irónicamente, este mapa de Europa puede ser muy familiar
para los historiadores. Érase una vez, antes de la aparición del Estado-nación
moderno en el siglo XIX, Europa era un mosaico de ciudades-estado y pequeñas
regiones autónomas. "Lo pequeño es hermoso" fue el mantra entonces;
con la difusión de los referendos de independencia,
¿Estaremos viendo el retorno natural de este modelo?
[1] Eva
Hepburn es profesora titular de Política
en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Edimburgo,
y es una especialista en movimientos nacionalistas. Sus libros más recientes
incluyen “'Nuevos retos para nacionalistas y partidos regionalistas apátridas”
(2011, Routledge) y "Movimientos de independencia en Islas jurisdiccionales
subnacionales" (2013, editado con Godfrey Baldacchino, Routledge).
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