El Gobierno de Japón ejecutó
en la horca a condenados por asesinato.
En Diciembre, dos
hombres, Mitsuo Fujishima, de 55 años, declarado culpable por dos asesinatos, y
Ryoji Kagayama, de 63 años, declarado culpable de matar a dos personas, fueron
ejecutados en la horca, en Tokio y Osaka respectivamente, por el gobierno
del Partido Liberal Demócrata.
El ministro de Justicia, Sadakazu Tanigaki declaró que los
dos hombres ejecutados fueron encontrados
culpables de crímenes brutales y que
no se emitirían mayores declaraciones con respecto a la pena de muerte debido a
que un 85% de la población apoya la pena capital. Hasta el momento, la actual
administración ha ejecutado a 8 condenados a la pena capital, quedando 129 reos
en espera.
En Japón las ejecuciones se ejecutan en secreto, sin
testigos y sin aviso previo a los condenados, a estos se les comunica el mismo
día del ahorcamiento, lo que supone duras críticas por parte de algunas
organizaciones humanitarias.
En Setiembre
ultimo, Tokuhisa Kumagai de 73 años, declarado culpable de dar muerte al
propietario de un restaurante en Yokohama, fue ejecutado
en un centro de detención de Tokio. En cuanto a su caso, el ministro de
justicia declaró que se debió a la extrema crueldad.
En Abril, Katsuji
Hamasaki de 64 años y Yoshihide Miyagi de 56 años, dos convictos de la banda
Yakuza fueron
ejecutados por dar muerte a otras dos personas en un restaurante en Chiba.
Ejecuciones previas en Febrero,
incluyeron a:
Masahiro Kanagawa, de 29 años, ejecutado en Tokio por haber
asesinado a dos personas y herido a otras en la provincia de Ibaraki (al norte
de Tokio o Chiba) en marzo de 2008.
Kaoru Kobayashi, de 44 años, ejecutado en la horca en Osaka
(oeste) tras ser condenado por secuestrar y asesinar a una niña de 7 años en la
provincia de Nara (oeste) en noviembre de 2004, y
Keiki Kato, de 62 años, ejecutado en Nagoya (centro) tras
ser condenado por matar a la dueña de un bar del que se quería ir sin pagar.
La Cámara de
Ejecución del Centro de Detención de Tokio
El Gobierno de Japón hace unos meses, mostró por primera una 'cámara de la
muerte' donde efectúa ejecuciones en la horca mediante un botón aleatorio,
proceso rodeado hasta ahora de un absoluto secretismo.
La sala de ejecución tiene una trampa en el suelo marcada
con un cuadrado rojo donde se coloca el preso y, en el techo, una polea de la
que debe colgar la cuerda.
La trampa se abre cuando, desde otra habitación contigua
conocida como 'sala de los botones', tres verdugos aprietan a la vez sendos
botones, de los cuales sólo uno acciona el procedimiento. De esa forma, ninguno de los verdugos
sabe quién ha sido el responsable de abrir la trampilla y causar la muerte del
prisionero. Las salas son limpias, asépticas, en las que, según los periodistas
japoneses, olía a incienso, utilizado en los funerales budistas.
Otras tres salas existen, una en las que los condenados
pueden hablar con religiosos y dejar un testamento, otra donde son informados
oficialmente de su ejecución por el jefe de la prisión y una habitación desde
donde ese responsable y los fiscales observan la ejecución.
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