Imagen: ¡Aplaude hasta morir!.
Delegados en la Convención
del Partido de Trabajadores en Pyongyang en el 2010.
Tomado de Times
Por Michael Crowley[1]
@CrowleyTIME
El autor interpreta los acontecimientos ante el arresto y
ejecución del viceministro de Corea del Norte por el régimen oficial. Y resalta
algunos casos históricos en otras dictaduras. Dando a conocer el “temor en una
sociedad con una dictadura totalitaria en extremo”, donde la posibilidad de que
las autoridades juzguen ileales a la causa oficial a algunos, es una realidad.
Kim Jong Un, el tirano querubín de Corea del Norte sorprendió
al mundo al sacar de una reunión pública y posteriormente ejecutar a un alto oficial de su régimen, quien también
era su tío. Una declaración espeluznante de la agencia de noticias oficial de
Corea del Norte acusó a Jang Song Thaek de numerosos crímenes , incluyendo
conspirar contra el régimen y llevar "una vida disoluta y depravada"
que incluía mujeres y juego.
En la imagen, un recuerdo, en el Partido de los Trabajadores,
durante una suerte de éxtasis durante una reunión en Corea, Jang Song Thaek se
comportó con arrogancia e insolencia como si no quisiera
levantarse de su
asiento, aplaudiendo con poco entusiasmo", mientras que la multitud que lo
rodeaba aplaudió .
Error de principiante! el aplaudir entusiastamente es crucial
y considerado una manera de honrar a otros, en si un medio de supervivencia en
una dictadura, como se podrá comprobar en los siguientes casos de regímenes totalitarios que buscan desaparecer
a personas consideradas traidores, sean reales o imaginarios.
La maratón de
aplausos..
- Aleksandr Solzhenitsyn en su famoso relato acerca de la tiranía soviética, en el libro “El Archipiélago Gulag”, describe inolvidablemente los entretelones en juego cuando un salón lleno de funcionarios aplauden a un dictador paranoico. Así describe la escena en honor a un nuevo secretario del partido en Moscú, en una conferencia del partido en 1937. La conferencia termina con un homenaje al camarada Stalin , por quien el público salta en sus pies, rugiendo con aplausos.
- Durante tres minutos, cuatro minutos, cinco minutos, la "tormenta de aplausos se elevó al nivel de una ovación" y continuó. Las palmas de las manos estaban adoloridas y dolían los brazos en alto. Los mayores jadeaban de agotamiento. Cada vez era más insoportable y tonto, incluso para aquellos que realmente adoraban a Stalin.
- Sin embargo , ¿quién se atreve ser el primero en dejar de aplaudir? El secretario del Comité del Partido del distrito podría haberlo hecho. Estaba de pie en la plataforma y era él quien había pedido la ovación. Pero él era un recién llegado. Él había tomado el lugar de un hombre que había sido arrestado. Tenía miedo! Después de todo, los hombres de la NKVD (policía secreta) estaban de pie en la sala aplaudiendo y mirando para ver quien renunciaba primero .
- Según relata Solzhenitsyn , el aplauso continuó durante ocho, nueve, diez minutos. Hasta que finalmente, en el último minuto, el director local de la fábrica de papel, dejó de aplaudir y optó por sentarse.
- "Esa misma noche," escribe Solzhenitsyn, "el director de la fábrica fue arrestado. Ellos le dieron diez años, con pretextos algo diferentes. Y después de haber firmado el detenido, el formulario 206, el documento final del interrogatorio , su interrogador le recordó : "¡No vuelvas a ser el primero en dejar de aplaudir!"
Los amigos y los
planes familiares…
- Como líder de Irak, Saddam Hussein era tan despiadado como desconfiado de sus lugartenientes. Saddam se preocupaba constantemente de la posibilidad de un golpe de Estado en su contra. Sus aliados más cercanos, a su vez ,temían verse comprometidos o atraídos a una conspiración falsa, ideada por Sadam, como prueba de su lealtad al régimen.
- Según Georges Sada Ormuz, autor iraquí, esa fue la reacción del vicepresidente iraquí Hardan al- Tikriti, durante los primeros días del régimen de Saddam, en 1968, cuando fue abordado por otros funcionarios iraquíes que planeaban un golpe de Estado contra su nuevo líder. Según relata Sada, Hardan probablemente se prestó a apoyar la trama. Sin embargo, temiendo que pudiera ser objeto de una prueba de lealtad, le informó de la conspiración a Saddam. Siendo el plan de golpe de Estado real. El acercarse a Saddam, escribe Sada , fue "el mayor error de su vida", pues Saddam lo vio de otra manera. (¿Por qué a uno de los hombres de lealtad sólida se le acercarían otros que intentan un golpe de Estado? ) Saddam luego enviaría a Hardan al exilio y al final lo habría asesinado .
- En una variación de este esquema, Joseph Stalin encarceló a las esposas de varios de sus principales lugartenientes para determinar si estos apoyarían incondicionalmente todas sus órdenes. Así lo hicieron. A tal punto, que uno de ellos, el ministro de Relaciones Exteriores Vyacheslav Molotov, votó a favor de la detención de su esposa Paulina durante una reunión del Buró Político 1949, .
El show de las
lágrimas…
- Aún relacionando la Rusia estalinista y el Irak de Saddam, difícilmente superan el fanatismo de la desconfianza que se respira en la comunista Corea del Norte.
- Por esta razón, la desaparición de un líder se convierte en una prueba de vida o muerte para los norcoreanos ordinarios, cuya propia aflicción podría estar siendo escrutada a profundidad para determinar su sinceridad.
- "Está profundamente en la conciencia de los norcoreanos que tienen que expresar su dolor en el grado más amargo cuando el máximo líder muere, para no levantar sospechas sobre su lealtad", declaró para AFP en el 2011 "El profesor Kim Young- Soo , de la Universidad Sogang de Seúl después de la muerte del padre de Kim Jong Un, Kim Jong Il . The New York Times informó en el mismo momento, sobre "escenas de histeria colectiva y de dolor entre los ciudadanos y soldados de la capital", y señaló un par de adolescentes en una plaza pública , que no mostró ninguna emoción hasta que notaron que una cámara apuntaba hacia ellos, con lo que cayeron de rodillas y empezaron a llorar .
Por lo que se puede asegurar que ningún norcoreano en su
sano juicio mostrará una pizca de emoción por la ejecución de Jang Song Thaek .
[1] Michael
Crowley es corresponsal senior de TIME . Anteriormente ha cubierto temas
de política interna y política exterior
para The New Republic, y también
fue reportero del Boston Globe. Ha escrito artículos para publicaciones New
York megazine, GQ, Slate y New York Times megazine.
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