En la foto,el ex senador de Nebraska Chuck Hagel escucha mientras el presidente Barack Obama anuncia su nombramiento como secretario de defensa en la Casa Blanca el último 7 de junio. (Foto: Brooks Kraft, Corbis)
Por Neelam Deo [1]
Publicado el 15
de enero 2013
Barack Obama, el presidente de EE.UU. ha comenzado a
sustituir a los funcionarios del gabinete salientes en su primer mandato. Como
era de esperarse, ha nombrado al senador demócrata John Kerry para remplazar a la
secretaria de Estado Hillary Clinton. Aunque algunos comentaristas han
expresado sus reservas debido a su postura amistosa con Pakistán, se prevé que pasará
el proceso de confirmación en el Senado.
Pero la elección del presidente Obama de optar por el ex
senador republicano Chuck Hagel para que reemplace a León Panetta como secretario de Defensa fue polémica
incluso antes de su anuncio formal
el último 7 de enero. El nombramiento de Hagel para este sensible y demandante
cargo, es sin duda un caso sin
precedentes que desafía la postura tradicional de los EE.UU. sobre sus intereses estratégicos principales en el
Medio Oriente.
En términos generales, hay dos aspectos importantes para que
la oposición se unifique y uno de ellos, se considera un obstáculo
potencialmente insuperable para la confirmación de Hagel en el Senado.
El primer aspecto esta claro. La comunidad gay se opone al
nombramiento de Hagel porque lo consideran hostil hacia ellos. Esto tiene un
significado especial porque la política del Pentágono sobre la contratación y
servicio de las personas abiertamente homosexuales en las fuerzas armadas es un
trabajo que esta aún en desarrollo, y sobre todo su aplicación. Aunque Hagel se
ha disculpado por una declaración hecha hace 15 años, la comunidad gay ha
comenzado ya una campaña en contra de su nominación, a través de costosos
anuncios a página completa en el influyente Washington Post. Sin embargo, se considera que estos
esfuerzos son poco probable que sean decisivos, pues a pesar que los derechos
homosexuales cuentan con un amplio apoyo, no tienen un peso como para inclinar
estas negociaciones o decisiones.
El segundo aspecto es más complejo y de múltiples facetas,
lo constituye la bien conocida oposición del senador Hagel a las guerras y a su
voluntad de negociación con sus eventuales oponentes. Su experiencia de combate
como soldado en la guerra de Vietnam lo han imbuido de una actitud muy
cautelosa en lo referente a los proyectos militares. Cuando postulaba como
candidato en la campaña presidencial en el 2008, su mordaz critica al
presidente republicano George W. Bush, sobre la guerra en Irak, le costó el
apoyo de su mismo partido. Pero más allá de su críticas sobre la guerra de
Irak, sus intenciones de negociación incondicional con Irán, incluyendo los aspectos
del supuesto programa de armas nucleares, y su apertura al diálogo con Hamas, son razones de fuerza para que grupos de
presión israelíes y lobbies en los EE.UU., se estén organizando para oponerse a
su candidatura. Como se recuerda, en el 2006, Hagel declaró en una entrevista:
"La realidad política es que ... el lobby judío intimida a mucha gente
aquí", refiriéndose al Senado. Y añadió: "Yo soy un senador de Estados
Unidos. No soy un senador Israelí".
Los partidarios de Israel en los Estados Unidos no aceptan
explicaciones sobre sentimientos que nazcan en la premisa de ignorar el largo
sufrimiento del pueblo palestino y el de no hacer la paz con ellos, esto no es
parte de los intereses de Israel a largo plazo. Esto toca puntos sensibles que durante
mucho tiempo solo se han comentado, y de los que nada se ha hecho en los
círculos de propuestas políticas en
Washington: si los intereses de EE.UU. e Israel en el Medio Oriente
convergen, o si se cuestiona la
política de EE.UU. sin tildarla de anti -semita.
Se plantea la cuestión de, si los Estados Unidos deben
siempre apoyar plenamente a Israel, independientemente de la postura del
gobierno israelí, e incluso cuando lleve a cabo acciones contrarias a las
políticas establecidas de EE.UU. como son el continuar construyendo
asentamientos humanos en los territorios ocupados, obstaculizar el proceso de
paz, y actuar con abierta hostilidad hacia Irán, así como con otros países
árabes de la región.
El apoyo incondicional a Israel es una demanda planteada por
las organizaciones judías estadounidenses a los miembros del Congreso de
EE.UU., en las que condicionan su importante
apoyo financiero y político.
El presidente Obama ha sido acusado de brindar menos apoyo a
Israel, a pesar de sus frecuentes declaraciones de que el vínculo de EE.UU. con
Israel es inquebrantable. Sus relaciones con el primer ministro israelí
Benjamin Netanyahu ha sido tan distantes, que Netanyahu dio a conocer su
preferencia por Mitt Romney en la campaña presidencial del 2012. A pesar de
todo, o quizás debido a las numerosas
descortesías de Netanyahu a Obama, cerca de un 70 por ciento de judíos estadounidenses se cree han
votado por los demócratas.
Cuando esta cuestión se planteó figuradamente en el pasado,
como la de “una cola israelí que mueve al perro Americano”, la reacción de los partidarios de Israel
ha sido siempre como un latigazo.
En marzo de 2006, los profesores Stephen Walt de la
Universidad de Harvard y John Mearsheimer de la Universidad de Chicago, escribieron
un ensayo titulado "El lobby israelí y la política de relaciones exteriores
de los EE.UU.", en el que se sostiene que los Estados Unidos han dañado
sus propios intereses en el mundo árabe debido a su ciego apoyo a Israel. Tan
poderosa fue la respuesta del lobby de Israel que Harvard retiró el ensayo de
su página Web. De hecho el ensayo había sido puesto en el sitio Web, porque
ninguna editorial se hubiera arriesgado a publicarla. Finalmente, el ensayo fue
aceptado por el “London Review of Books” y publicado en forma de libro en los Estados Unidos por Farrar
Strauss y Jerónimo en el 2007.
En el 2006, el ex presidente Jimmy Carter publicó un libro
titulado "Palestina: Paz no Apartheid” (Paz y No separación racial)",
lo que provocó la indignación de Israel y sus partidarios estadounidenses. No
interesó que fuera el presidente Carter, quien guiara los acuerdos de Camp
David, en los que el entonces presidente egipcio Anwar Sadat y el primer
ministro israelí Menachem Begin ganaran el Nobel de la Paz. Estos acuerdos también tuvieron su
efecto entre los árabes, Egipto fue
considerado una paria en el mundo árabe, porque creaba la idea de los Estados
Unidos como un garante de la seguridad israelí.
Años después, mientras
Carter escribía su libro, pudo haber tenido sus dudas acerca de la intransigencia
israelí hacia los palestinos. El resultado fue que 14 miembros de la Junta de
Consejeros del Centro Carter, todos generosos donantes judíos renunciaron en
masa.
Por supuesto que han habido otros intentos de diseño de
estrategias para “ganar-ganar”, para asegurar los intereses de Israel y los
EE.UU. en el Oriente medio. En el 2008, una organización autodenomina J Street
fue creada, principalmente por personas de origen judío, para asumir tareas de
una Liga Anti-Difamación, a ellas se sumaronn el Comité Americano-Israelí de
Acción Política, el Comité Judío Americano y otros influyentes partidarios de
Israel en el Congreso de los EE.UU. . Estas organizaciones han definido un
perfil acorde a los objetivos que buscan y su sola existencia la consideran una
especie de victoria.
Sea o no confirmada la nominación de Hagel, el gobierno de
Obama continuará revisando su posición estratégica en el Oriente Medio. Un
veterano de guerra condecorado como Hagel, cuyos sentimientos contra la guerra no
han sido dejados de lado, lo
llevan a ser el hombre que supervise una reducción en los gastos de defensa y
gestione la transición hacia una presencia económica acorde a una postura
global, en momentos en que los aliados europeos de Estados Unidos, están
atrapados en una crisis en la Eurozona y en que están reduciendo sus propios
compromisos de defensa de manera firme. Además, esto puede ser un buen momento
para revivir el proceso de paz en una región donde el sufrimiento de los
palestinos ha causado resentimiento hacia los Estados Unidos.
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Chuck
Hagel: Revising U.S. Strategic Postures?
Former Nebraska Sen. Chuck Hagel listens as President
Barack Obama announces
his nomination as secretary of defense at the White
House on June 7.
(Photo: Brooks Kraft, Corbis)
By Neelam
Deo
January 15, 2013
U.S.
President Barack Obama has begun replacing departing cabinet level officials
from his first term. As expected, he has nominated Democratic Senator John
Kerry to succeed Secretary of State Hillary Clinton. Although some commentators
have expressed reservations about his being too Pakistan friendly, it is
expected that he will sail through the confirmation process in the Senate. But
Obama's choice of former Republican Senator Chuck Hagel to replace the retiring
Leon Panetta as defense secretary became controversial even before the formal
announcement on Jan. 7. The nomination of Hagel for this sensitive, senior
position is an unprecedented case of challenging the conventional U.S. position
on its primary strategic interests in the Middle East.
Broadly speaking
there are two important issues, and one potentially insuperable impediment to
his Senate confirmation, around which opposition is coalescing. The first is
clear cut. The gay community opposes Hagel's nomination because it believes him
to be hostile to them. This has special significance because the Pentagon's
policy regarding recruitment and service of openly gay people in the armed
forces remains a work in progress, especially in its implementation.
Although
Hagel has apologized for a statement made 15 years ago, the gay community has
already begun campaigning against his confirmation, including through full-page
advertisements in the pricey and influential Washington Post. However,
their efforts are unlikely to be decisive because while gay rights have
widespread support, they are not deal-breakers.
The second
much more complex and multi-faceted issue constitutes Senator Hagel's
well-known opposition to wars and willingness to negotiate with opponents. His
bruising experience as an enlisted man in the Vietnam War has imbued him with a
very cautious attitude towards military undertakings. When he considered a
presidential run in 2008, his trenchant criticism of Republican President
George W. Bush's war in Iraq cost him support within his party. But more than
his past criticism of the conduct of the Iraq war, his calls for unconditional
negotiations with Iran, including on the issue of its alleged nuclear weapons
program, and openness to talks with Hamas are among the reasons why the Israeli
lobbies in the U.S. are organizing to oppose his candidature. In 2006 Hagel
said in an interview, "The political reality is that … the Jewish lobby
intimidates a lot of people up here," meaning in the Senate. He added,
"I am a United States Senator. I'm not an Israeli Senator."
Supporters of Israel in
the United States don't buy the explanation that these sentiments come from the
premise that ignoring the long suffering of the Palestinian people and not
making peace with them was not in Israel's long-term interest. This touches on
something that has long been whispered in policymaking circles in Washington
but seldom articulated: whether U.S. and Israeli interests in the Middle East
always converge, and further, whether it is possible to question U.S. policy
related to Israel without being castigated as an anti-Semite. It begs the
question of whether or not the United States must always fully support Israel
regardless of the nature of the Israeli government, and even when it undertakes
actions contrary to stated U.S. policy, such as continuing to build settlements
in the occupied territories, obstructing the peace process, and acting with
open hostility toward Iran as well as toward other Arab countries in the
region. Unconditional support for Israel is the demand put forth by American
Jewish organizations to members of the U.S. Congress, on which they condition
their considerable financial and political support.
President Obama has
himself been accused of being less than fully supportive of Israel, despite his
frequent assertions that the U.S. bond with Israel is unbreakable. His
relations with Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu have been so distant
that the latter made known his preference for Mitt Romney in the 2012
presidential campaign. Despite or perhaps because of Netanyahu's many
discourtesies to Obama, about 70 percent of Jewish Americans are believed to
have voted Democrat.
When this issue has come
up in the past—that of the Israeli tail that wags the American dog—the backlash
from supporters of Israel has been like a whiplash. In March 2006, Professors
Stephen Walt from the University of Harvard and John Mearsheimer from the
University of Chicago wrote an essay titled "The Israel Lobby
and U.S. Foreign Policy," which argued that the United States has damaged
its own interests in the Arab world through its blind support of Israel. So
powerful was the Israel lobby that Harvard took the essay down from its
website. It had been put on the website in the first place because no publisher
would risk publishing it. Eventually the essay was carried by the London Review
of Books and ultimately published in book form in the United States by Farrar
Strauss and Jerome in 2007.
In 2006, former President
Jimmy Carter published a book titled "Palestine: Peace not Apartheid,"
which elicited outrage from both Israel and its U.S. supporters. It mattered
not that it was President Carter who shepherded the Camp David Accords, for
which the then Egyptian President Anwar Sadat and then Israeli Prime Minister
Menachem Begin won the Nobel Peace Prize. Incidentally, the Accords made Egypt
a pariah in the Arab world because they created a guarantor of Israeli
security. All those years later, while writing his book, Carter may have had
misgivings about the consequences of Israeli intransigence toward the
Palestinians. The result was that 14 members of the Carter Center Board of
Councilors, all Jewish and probably generous donors, resigned en masse.
Of course there have been
other attempts to craft more win-win strategies for securing Israeli and U.S.
interests in the Middle East. In 2008, an organization calling itself J Street
was set up, mainly by people of Jewish heritage, to take on the Anti-Defamation
League, the American Israeli Political Action Committee, the American Jewish
Committee and other influential supporters of Israel in the U.S. Congress. It
has not acquired a profile anywhere near that of those it challenges, but its
continued existence is a sort of victory.
Whether or not Hagel gets
confirmed, the Obama administration will continue to review its strategic
posture in the Middle East. A decorated war veteran like Hagel, whose anti-war
sentiments cannot be dismissed, may be the man to oversee a reduction in
defense expenditure, and manage a more graceful transition to a tighter and
more affordable global presence at a time when America's European allies,
caught in the Eurozone crisis, are reducing their own defense commitments even
more sharply. Also, this may not be a bad time to revive the peace process in a
region where nothing has caused more resentment towards the United States as
the suffering of the Palestinians.
This article was
originally published by Gateway House: Indian Council on Global
Relations. Ambassador Neelam Deo is director at Gateway House in Mumbai.
She has been India's ambassador to Denmark and Ivory Coast with concurrent
accreditation to several West African countries, joint secretary for
Bangladesh, Sri Lanka, Maldives and Myanmar.
[1] El Embajador
Neelam Deo es director en Gateway House en Mumbai. Ha sido embajador de la
India en Dinamarca y Costa de
Marfil con acreditación simultánea a varios países de África Occidental, es también
secretario adjunto de Bangladesh, Sri Lanka, Maldivas y Myanmar. Este artículo fue publicado
originalmente por Gateway House: Consejo Indio de Relaciones Globales.
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