Tomado de The
weekly Standard
Traducción y Comentario de Jorge Contreras
En este interesante artículo el autor Joseph A. Bosco, comenta
sobre las recientes declaraciones de Raúl Castro y nos recuerda declaraciones
de su hermano Fidel. En ellas,
se muestra claramente que el gobierno Cubano mantendría
una postura política dictatorial invariable al paso de los años. Y que conceptos
como soberanía, libertad y derechos humanos, para Cuba son conceptos filosóficos
diferentes a los de Estados Unidos, cuando deberían ser similares sino iguales.
No pudiendo haber dos verdades contrarias, sobre la libertad por ejemplo, habría
que preguntarle a los balseros que emigran de Cuba, ¿cuál de esas libertades para ellos, la Cubana o
la norteamericana es falaz?.
La reciente negación, alternativamente entre amable y
desafiante, del dictador cubano Raúl Castro sobre acusaciones de violaciones de derechos humanos,
en la breve "rueda de prensa" con el presidente Obama en la Habana, me
trajo a la memoria una actuación similar de su hermano, aquí en los EE.UU., probablemente
en la única ocasión, en la que un Castro, se sometió a un somero cuestionamiento
por extranjeros.
■ Fidel….
La primera ocasión fue en abril de 1959 cuando Fidel, el nuevo
líder revolucionario de Cuba, visitó América. Él hizo una parada en Harvard donde,
explico, "que era Harvard, el lugar donde se encontraba el espíritu
militar real: con los estudiantes, no en los cuarteles." Por ello, muchos
de nosotros quisimos verlo y escucharlo, en circunstancias que los auditorios
de Harvard no podían albergar el evento. Su discurso, fue finalmente pronunciado
en un anfiteatro construido fuera del estadio de Harvard y 10.000 estudiantes y
residentes llenamos y cercamos toda la zona por atender el evento.
El decano McGeorge Bundy se disculpó con Castro debido a
que la Universidad de Harvard había rechazado su solicitud una década antes.
Fidel trasmitió su mensaje a través de un laberíntico monólogo, con un inglés
quebrado y por más de una hora, mientras muchos de nosotros sin asientos, esperábamos
cansados la oportunidad de hacerle preguntas. Cuando finalmente la oportunidad
llegó, alguien confrontó a Castro por los informes de escuadras de
fusilamientos asesinando a tiros a miembros de la derrocada dictadura Batista, así
como a ciudadanos cubanos que criticaron su revolución.
Con una gran pancarta que mostraba la insignia de “Harvard Veritas” en
la plataforma delante de él, Castro negó las acusaciones y se burló de la pregunta,
sugiriendo que era una fabricación de sus oponentes en la revolución. También citó
el derecho del Estado Cubano de apelar a cualquier sentencia de tribunal civil en
su contra. A pesar de las pifias a sus respuestas, cosa que me preocupo, al
final, la multitud le fue abrumadoramente favorable, le dio a Fidel una ovación
al final.
Cuando regresé a mi casa esa noche y compartí la emocionante
experiencia con mi familia, mi pequeña hermana, aun en secundaria,
me molestó cuando me dijo de manera cortante: "Oh, Castro sólo es un
comunista." A lo que acudiendo a mi reciente adquirida superioridad de
Harvard, le conteste que no sabía lo que estaba hablando.
Luego de dos años,
Castro se declaró marxista-leninista, proclamó "socialista" a Cuba y
aliada de la entonces Unión Soviética.
Un año después de su visita, justo al final de la misma calle
de Harvard, fuimos visitados por otra figura histórica cuyo destino estaría
siempre unido a Castro y a Cuba. En su primer día, bronceado y guapo luciendo su
sombrero de copa, el senador y candidato presidencial demócrata John F. Kennedy
fue recibido por nosotros quienes esperábamos graduarnos.
Seis meses más tarde, el discurso inaugural de Kennedy,
con su visión de los Estados Unidos presto a "pagar cualquier precio y a
sobrellevar cualquier carga en defensa de la libertad", fue
particularmente significativo para aquellos de nosotros que entrabamos al
ejército después de la universidad.
Luego, el 19 de abril de 1961, nos llegó la desastrosa noticia
de la invasión de Playa Girón, y el fracaso de Kennedy de proporcionar la cobertura
aérea prometida a los exiliados cubanos que termino en la fatalidad de esta operación.
Esto debilitó la seguridad en la administración y la confianza en Kennedy, y en
los asesores militares y de inteligencia que había heredado de Eisenhower. Y también
levantó dudas entre nosotros mismos.
El año siguiente, Cuba puso de nuevo a prueba el temple
de Kennedy. Durante meses, su gobierno desestimó las advertencias públicas del
senador Kenneth Keating de Nueva York, en el sentido de que la Unión Soviética
estaba enviando armas a Cuba e incluso construía bases ofensivas de misiles. El
22 de octubre de 1962, el presidente se dirigió a la nación y reconoció la
gravedad de la situación, en términos que eran a la vez inspiradores y
escalofriantes: "La década de 1930 nos enseñó una lección clara: Si a la conducta
agresiva, se le permite pasar inadvertida y no se da una respuesta, nos llevara
a la guerra. El precio de la libertad es siempre alto, y los estadounidenses
siempre hemos pagado su precio. A ello se une que, un camino que nunca vamos a
elegir, es el camino de la entrega o de la sumisión".
Kennedy actuó con coraje y fría determinación durante las
siguientes dos semanas y pareció haber influenciado
a Kruschov, aun a costa de una solución que implicaba que Estados Unidos no invada
Cuba o derroque a Castro. La solución persuadió a los comunistas que no se permitiría
más aventuras como la de la Bahía de Cochinos, sin importar lo mal que fueran
las cosas para el pueblo cubano.
Nosotros aprendimos tarde que este episodio fuese la
victoria americana que habíamos deseado. A cambio del retiro de los misiles
soviéticos de Cuba, misiles estadounidenses se retiraron de Turquía e Italia,
algo que Moscú había exigido en vano por largo tiempo y que ahora obtenía.
Dos meses más tarde, Kennedy hizo otro de sus discursos
de agitación, esta vez a la comunidad cubano-americana de Miami, que le hizo
entrega de la bandera de la invasión de la brigada cubana. El presidente
censuró el "estado policial" implantado por Castro y le dijo a su
audiencia: "Les puedo asegurar que esta bandera será devuelta a su brigada
en una Habana libre".
Menos de un año más tarde, alguien se precipitó en
nuestra clase de derecho administrativo y le entregó una nota al profesor. Impactado
y asombrado, el profesor nos dijo que el presidente había sido asesinado y que
daba por terminada la clase. Quedamos impactados, ya fuera de la sala de
conferencias, le comente a un amigo, que el asesinato en Dallas habría sido un
acto "producto de algún complot de derecha." Pronto descubriríamos que
Lee Harvey Oswald era en realidad un fanático de izquierda, un pro-soviético, y
pro-Castro.
Sentí la necesidad de hacer una visita a la iglesia
católica de St. Paul. Está situada a medio camino entre el campus de Harvard,
donde, tres años antes, vi a JFK en persona por primera y única vez; y el
estadio de la Universidad de Harvard, donde, un año antes, Fidel Castro, el héroe
revolucionario de Oswald, nos había distraído con su desafiante cuento de la “liberación
cubana".
■ Ahora Raúl…
Raúl Castro habló con entusiasmo de los frutos de la
liberación ante la visita de Obama. "No vamos a limitarnos a hacer presión
en lo que respecta a nuestros asuntos internos. Nos hemos ganado ese derecho
soberano con grandes sacrificios y a costa de grandes riesgos", citó en el
diario del Estado de Cuba.
En realidad, la actuación pública de Raúl en La Habana
este fin de semana, demuestra lo poco que la dictadura de esta familia ha
cambiado.
El presidente Obama dice que por esta realidad, es qué se
necesitaba un cambio en la política de Estados Unidos hacia Cuba. Raúl nos ofreció
una prueba inmediata de su nueva política: le pidió a un molestoso reportero
cubano-estadounidense, que le proporcione una lista de los presos políticos
detenidos por Cuba, que de ser cierto, serían puestos en libertad a la puesta
del sol.
El sol se puso ya y ha resucitado un par de veces desde
entonces y no ha habido informes de dichas liberaciones, ni siquiera el
presidente Obama se ha dirigido al Departamento de Estado para aceptar las
declaraciones de Castro (o si estas constituyen un engaño más, o si se consideran en términos populares
un farol).
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