En la actualidad en nuestro país se ha visibilizado el
problema del bullying, término ingles, que se define como matonismo o acoso
escolar debido a las secuelas que se han producido en menores víctimas, quienes
se ven afectados por la actitud violenta de otros menores agresores o
acosadores.
Los menores acosadores suelen presentar conductas de
agresión reactiva, violentas, que se evidencian en maltratos físicos
psicológicos y sociales en agravio de un compañero de clases, de talleres, de
deportes, etcétera. Las conductas de agresión se evidencian al no dejar
participar al menor víctima en el círculo de compañeros de clase, excluyéndolo
del grupo, obligándolo a hacer algo no querido, aislándolo, mermando su
autoestima; así podemos señalar que las acciones mas específicas que se pueden
notar en la conducta del menor acosador es: llamar por motes, no hablar a la
viítima, reírse de sus equivocaciones, insultarle, acusarle de cosas que no ha
dicho ni hecho, contar mentiras acerca del menor víctima, burlarse de su
apariencia física, etcétera.
En este contexto, se evidencia que el menor acosador lo que
busca es obtener, por cualquier medio, el dominio del menor víctima, de
sentirse autosuficiente y capaz de controlar la situación que se presente; por
lo general, son menores que no suelen tolerar la frustración, existiendo déficit
en sus habilidades sociales para interrelacionarse correctamente, carecen del
sentido de la norma, tienen falta de empatía y control emocional por lo que
suelen ser impulsivos. En la escuela, los menores acosadores suelen obtener
éxito y poder social, humillando y maltratando a los demás, son desconfiados por
excelencia.
Menores Víctimas
Estas multiplican por cuatro veces el riesgo de padecer el
“estrés postraumático infantil”, enfermedad mental que no es fácil identificar.
En España se ha establecido que el 53% de niños que padece de este problema,
presentan alteraciones cognitivas (dificultad de concentración, negación y
disociación como mecanismo de defensa, recurrencia de vivencias o flashbacks,
terror y sensación de amenaza constante); alteración del comportamiento
(irritabilidad crónica, evitar lugar asociado al hecho traumático, agresión
explosiva), llegando a presentar en los menores afectados sintomatología
psicosomática: pesadillas, crisis de ansiedad, malestar somático difuso
(náuseas, cefaleas, alteraciones gástricas); no remite con el transcurso del
tiempo ( se puede arrastrar hasta la edad adulta y afectar al desarrollo
social, laboral, intelectual y emocional de quien lo sufre). Los niños
afectados presentan ansiedad generalizada, inquietud psicomotora, evita y tiene
terror de ir al colegio, pensamientos invasivos, insomnio, hipervigilancia,
problemas de concentración, problemas de memoria, distimia, etcétera, por ende,
daño psicológico, emocional y hasta físico.
Ante este problema es relevante la intervención inmediata de
los directores y profesores de la escuela, a fin de apoyar el caso y, a la vez,
sancionarlo por la autoridad competente, como es el Ministerio Público y Poder
Judicial, a fin de disponer medidas de protección inmediatas o medidas socio –
educativas, según sea el caso, adicionalmente dispondrán el tratamiento
psicoterapéutico y de reconstrucción educativa a favor de los menores
victimarios; de no intervenir en este problema generarán impunidad del agresor
y refuerzo social a favor del mismo, sin dejar de lado el tratamiento
psicológico al menor víctima.
En el proceso de acoso escolar se presentan fenómenos
extraños que se convierten en habituales, como el Síndrome de negación de la
institución, donde las autoridades escolares trivializan y banalizan el
problema; el error básico de atribuir a la víctima la responsabilidad de lo que
ocurre, es la forma de normalizar el problema; cometiendo las autoridades la
victimización secundaria en agravio del menor acosado, quien se asumirá
culpable de la situación que viene sufriendo conocida como “indefensión
aprendida”, pacto de silencio y pacto de mutua indiferencia.
El acoso escolar o bullying perjudica el desarrollo global
del alumno, disminuyendo su nivel de aprendizaje, reduciendo los
comportamientos cooperativistas, perjudica el sentimiento de afiliación o
pertenencia a la institución educativa, interfiere en el desarrollo de la
creatividad, desencadena un proceso de imitación del modelo de interacción
violenta, origina malestar, desánimo y falta de confianza en los profesores, en
estos casos se puede apreciar que la institución escolar no cumple con su deber
de ser un lugar seguro donde se puede maximizar los potenciales de los alumnos
de manera segura.
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