Jesús de Nazaret acusado de trastocar las leyes mosaicas y
violar el orden público judío al incurrir en blasfemia, fue juzgado por el sumo
sacerdote Caifás y los jefes del Consejo Judío, reunidos en el Sanedrín. Se le procesó como a un hombre común y corriente,
como un judío más, igual que a los miles que creyeron en su mensaje: Él era el
Cristo, el Mesías esperado y señalado en las Escrituras, no obstante que se le
identificaba como el hijo del buen carpintero José y la virtuosa María.
En calidad de hombre y líder político, alteraba la paz y
tranquilidad sociales del pueblo judío, que se encontraba sojuzgado por el
imperio romano. Como santo e hijo de Dios –como él mismo lo pregonaba–,
cuestionaba y ponía en duda la honestidad y fe de los fariseos, elite
gobernante de ese entonces. Jesús expresaba que él era el camino de la
salvación y felicidad eternas para la humanidad, respetando el libre albedrío, con
paz y amor entre los hombres. Cambio justo y necesario, frente a la iniquidad
del ser humano. Mostraba así, que er amás que un carpintero y daba inicio a la
creación de una nueva religión: el cristianismo.
En este contexto, Jesús resultaba más incómodo al Sanedrín
que a los romanos. Ante las interrogantes políticas y sociales no se le encontró
culpabilidad alguna. En las
respuestas al interrogatorio religioso, escuando Caifás le halló
culpable.“¿Eres tú el hijo de Dios?”.Diciendo la verdad, como siempre, contestó:
“Sí, lo soy”.El sumo sacerdote, henchido de felicidad, exclamó:“¡Le tenemos!”.
En definitiva, se le sentenció por ser lo que era, es y
será. Fue objeto de burlas e insultos por parte de los judíos motivados por los
fariseos. Poncio Pilatos, procurador
romano en Judea, tenía que ejecutar la sentencia. Sin embargo, de nuevo interrogó al Nazareno y al no hallar le
ninguna culpa ni peligrosidad para Roma quiso liberarle, habida cuenta que él
no consideró el asunto religioso. Los fariseos enardecidos exigieron la
crucifixión. Prefirieron perdonar
al peligroso ladrón Barrabás antes que a Cristo. La ratificación de la condena
llevó a Pilatos a lavarse las manos ,graficando que no era responsable por la
sangre que injustamente se iba a derramar.
Empero, esto tenía que suceder porque era la voluntad de
Dios, estaba escrito. De lo contrario, Jesús no hubiera sido Cristo y habría
terminado sus últimos días como un buen carpintero y quizá santo varón. Con su dolorosa muerte, selló la
alianza eterna entre Dios y la humanidad, haciendo posible la redención de los
pecados y la salvación de los hombres.
En esta dimensión, el juicio y la condena a Jesús constituye su triunfo
universal por mandato del Padre Celestial. Aleluya.
Necesaria introducción
Indagamos sobre la primera parte del proceso seguido contra
un extraordinario hombre que, entre otras facetas, muestra su calidad de eximio
jurista; acaso el más brillante de todos los tiempos. El luctuoso juicio se
llevó ante el más alto tribunal de Israel: el sanedrín de Jerusalén. El día:15
de abril del año 753 desde la fundación de Roma o el 15 de nisán en el
calendario hebreo, correspondiente al año 30 después de Cristo.
El arresto en el
huerto de Getsemaní
El primer acto preparatorio lo constituye la orden de arresto
que emana del sanedrín, presidido por el sumo sacerdote Caifás, y que ejecuta
la “Policía del Templo” bajo su jurisdicción directa.
No está claro si en dicho acto participó algún destacamento
romano. Este dato resulta muy importante, pues ello implicaría la intervención
del prefecto y del derecho romanos desde el inicio. Al respecto, los evangelios
sinópticos refieren sólo a la intervención de la Policía Levítica.[1]Juan,
por el contrario, es el único que sostiene que participa, además, una cohorte
romana.
Algunos juristas debaten si el sanedrín tenía facultades
para detener a cualquier persona o si dicha atribución debía provenir de la
autoridad romana. Los estudios modernos se inclinan por lap rimera opción.[2]
Para corroborarlo citamos el caso de los apóstoles Pedro y Juan ,quienes luego
de la muerte de Jesús fueron puestos en prisión.[3]
También Pablo, quien actuando como agente del sanedrín –premunido de
extraordinarios poderes– perseguía y encarcelaba a los primeros cristianos.[4]
Ante el sanedrín
El total de sus miembros era 70, pero algunos con mucha razón
afirman que para este proceso se reúne el petit sanedrín compuesto de 26. Esto
debido a que al menos dos de sus miembros, Nicodemo y José de Arimatea ,eran
partidarios clandestinos de Jesús y no estarían en aquella asamblea que lo
condenó.
El sanedrín concentraba las facultades de aplicar y juzgar
con leyes propias, pero siempre bajo la atenta vigilancia romana. Roma permitía
a las comunidades conquistadas, en especial a los hebreos, el regirse suis
legibus. Podían conservar sus ordenamientos jurídicos preexistentes con cierta
autonomía, jurisdiccional y legislativa.[5]
Imputación principal: Blasfemia
Desde el comienzo se hace evidente la acusación principal: delito
de blasfemia. Se encontraba prevista en la Torah como una grave ofensa a Dios, quien
por su propia boca había dicho a Moisés que la pena, sin importar si fuera
natural o extranjero, era la muerte por lapidación aplicada por toda la
comunidad.
Jesús se ha declarado hijo del hombre o hijo de Dios y
también el anunciado Mesías o Cristo a que se refieren las antiguas escrituras.
Ha dicho que él es de quien profetizaron Elías, Miqueas y los salmos. Que él es más antiguo que Abraham.[6]
Que el Padre y Él son uno solo. En
una sociedad de la antigüedad profundamente religiosa y radicalmente fanática
esto tiene efectos devastadores. Le
dicen:“Tus palabras son una ofensa contra Dios. Tú no eres más que un hombre, pero
te estás haciendo Dios a ti mismo“.[7]
Blinzler precisa que este delito se hallaba por entonces muy
elástico, pues no se tipificaba en una determinada conducta. No así la Halacha judía posterior que sí le dio
una connotación precisa. Establecía que sólo había delito si uno maldecía a Dios
pronunciando claramente el nombre de Yahvé, lo cual no había sucedido en este
caso.[8]
El episodio de la
afrenta al templo
Este cargo podría tipificarse también como blasfemia. Este
hecho importa una seria y sumamente grave acusación. Marcos, citando algunos
testigos, consigna ad litteram la infortunada frase del galileo: “Yo voy a destruir
este templo que hicieron los hombres, y en tres días levantaré otro no hecho
por los hombres”.[9] Ante esta dura expresión, los judíos le
replican con mucha lógica: “46 años se ha trabajado en la construcción de este
templo, ¿y tú en tres días lo vas a levantar?[10]
El Templo de Jerusalén tiene una impresionante majestuosidad
y extraordinaria belleza y, lo más resaltante, constituye el centro y el
corazón mismo de la ley judía. Allí se encuentra depositada y resguardada el
Arca de la Alianza con Dios: el Sancta Santorum. Tiene, pues, un preeminente
carácter sagrado y, desde luego, la ley hebrea la protege, la ampara y la venera como el principal fundamento de todo el
sistema jurídico hebreo.
Para la ley judía atacar el templo o casa principal del
único Dios vivo equivale a una afrenta
mayor. Y este razonamiento no podía pasar desapercibido por Jesús como
eximio jurista.[11] Los antecedentes jurídicos y judiciales
convalidan tal posición. Así, cuando el profeta Jeremías predijo la destrucción
del Templo, fue llevado ante el tribunal del rey como digno de muerte.[12] Lo mismo sucedió con el primer mártir cristiano,
San Esteban.
Juster sostiene:“La destrucción de edificios del culto era
considerada en toda la edad antigua como uno de los más graves delitos“.[13]
Aunque no se ejecutó ningún acto material para consumar esta terrible amenaza, su
naturaleza era muy seria. Más aún en las culturas antiguas en las que el
fanatismo religioso constituía moneda común.
El respeto de la ley
al Sábado (sab-bath)
Los hebreos guardan rigurosamente el Decálogo de Moisés, cuyo
mandamiento 4º ordena guardar el sábado sagrado.[14]
Moisés, incluso, castigó con la muerte su desacato. Los juristas fariseos interpretan
la ley en el sentido que sólo es lícito curar el día de reposo si la vida está
en peligro .Si, por ejemplo, un hombre se disloca un hueso o sufre una torcedura,
como su vida no corre peligro, no es lícito curarlo, ni vendarlo ese día.[15]
La ley prohibía en ese día comprar y vender, hacer el amor, así
como pagar deudas, sacar agua, viajar y hasta encender fuego. Y esta limitación
se extendía hasta los animales de carga. Esta situación hacía pesada y
sumamente conflictiva su ejecución, por cuanto paralizaba todas las actividades
humanas. El Talmud estableció 39
infracciones principales del sabbath, con 39 restricciones para cada
infracción, lo que arroja un total de 1,521prohibiciones.
Jesús y sus apóstoles, en abierto y seguramente provocador
desacato jurídico ,arrancan ese día espigas de trigo, las desgranan y se comen
los granos.[16]
Jesús mismo, en la sinagoga, el mismo día santo lleva a cabo el milagro de la
curación del hombre de la mano derecha seca o tullida[17]
y también le da la vista al ciego de nacimiento.[18]
De acuerdo con Mateo, ante la pregunta de por qué hace esas
cosas el rabí responde con un sencillo raciocinio de valor: “¿Quién de ustedes,
si tiene una oveja, y se le cae a un pozo en sábado, no va y la saca? Pues,
¡cuando más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, sí está permitido hacer
el bien el sábado.”[19] Empero,
Lucas recoge una respuesta menos elaborada en cuanto a formalidad lógica, sino
más frontal, y que causaría gran escándalo, la cual refiere como fundamento a
su propia autoridad:[20] El rabí de
Galilea, pues, justificando acaso su posición en elevadas consideraciones humano-jurídicas
contra una de veras asfixiante y pesada maraña legalista, no acataba a
rajatabla el sabbath recogido en la ley hebrea. Esta interesante actitud de
total renovación jurídica, poniendo al hombre encima de la ley, se resume en su
magnífica sentencia:“El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre
para el día de reposo”.[21]
La prueba testimonial
La ley judía se mostraba sumamente rigurosa en su actuación.
El Decálogo de Moisés, en su mandamiento 9º ordena: “No levantarás falso
testimonio contra tu prójimo“. En la Torah[22]
se dispone que los testigos debían ser dos o tres cuando mínimo y concordantes
entre sí. Elmismo Jesús, como
eximio jurista hebreo, conoce al detalle la ley mosaica y la invoca de un modo
especial poniéndose Él como testigo y a Dios como el otro testigo de su misión
divina.
Asimismo, la ley exigía que los testigos sean escrutados
severamente por los jueces. En el caso de hallar alguna falsedad se le imponía
la ley del Talión. Las duras sanciones contra el falso testimonio tienen como
precedente directo las normas y preceptos contenidos en el Código de Hammurabi que
en sus primeros artículos 1º, 3º y 4º,ordenaba la muerte del falsario.
Los testigos
Siguiendo la ley judía de ofrecer al menos dos testigos
coincidentes para probar los delitos (Testis unus, Testis nullus),se presentan
algunos que hacen mención a lo dicho por el reo sobre la destrucción del templo. Pero el caso es
que ninguno de ellos concuerda.[23] Y si no hay concordancia la ley hebrea
no puede castigar ni condenar.
Los testigos, siguiendo el Talmud, debían ser hombres sin
mácula. Mateo y Marcos infieren –sin prueba alguna– que los testigos habrían
sido sobornados. Renán anota en el Talmud de Jerusalén, XIV, 16 y en el de
Babilonia 43, a, 67, se consigna que Jesús fue condenado sobre la base de la
declaración de dos testigos que actuaron conforme a ley.[24]
La confesión
Jesús confiesa su divinidad. A partir de ese momento ya no
resultan necesarios nuevos
testimonios ni pruebas. Jesús es reo de su propia confesión. Sabedor de la copa
que tenía que soportar, a fin de que se cumplan las profecías, el reo renuncia
totalmente a su defensa. Conese ánimo no responde a las preguntas que se le hace
en su interrogatorio.
Sócrates, en su famoso juicio, realizó un brillante alegato,
pero no de defensa, sino de condena. Manifestó que él era un enviado de Dios y
que no cambiaría su conducta aunque tuviera que morir cien veces.[25]
El filósofo griego, al igual que Jesús, quiso morir. Uno alegó en contra. El
otro confesó o mantuvo un digno silencio. Cada quien empleó caminos judiciales
distintos.
Los presuntos vicios
Muchos juristas han recogido una serie de nulidades al
proceso que mostrarían la evidente iniquidad de todo el proceso. Algunos,
partiendo de la Mishna,[26]
recogen 12,otros apuntan 27.[27]
Apreciaremos algunas:
a) La Mishna establece que los procesos de pena capital
debían abrirse alegando la inocencia del reo y no su culpabilidad. b) Los procesos de sangre debían celebrarse
de día y la sentencia condenatoria jamás podía pronunciarse durante la misma
jornada. Además no podía efectuarla en la vigilia del shabbath de un día
festivo. c)No se cumplió con las
exigencias y formalidades para los testigos. d) La ley mosaica establece que la ejecución de la sentencia
condenatoria debía ser aplazada para el día siguiente. e) No se configuró de modo alguno el
delito de blasfemia. f) El petit sanedrín
de 23 miembros no era competente para procesara un supuesto falso profeta.
La principal atingencia lo puntualiza Blinzler. LaMishna, en
la cual se basa la mayoría ,fue compuesta en el siglo II y recoge las
tradiciones que en ese momento existían y no las de la época del famoso juicio. Además, las reglas contenidas en dicho
cuerpo legal respecto del sanedrín se refieren al Tribunal de Jamnia creado
después de la diáspora y no al de Jerusalén.[28]
Por tanto, no resulta correcto ni exacto emplear un cuerpo normativo que era
entonces inexistente.
En cuanto a la forma, debemos anotar que la única fuente
explícita la constituyen los evangelios canónicos y el de Nicodemo que no son, desde
luego, actas judiciales, ni hechos históricos rigurosos. Por tanto, si se
omitieron detalles procedimentales no significa que no se hayan cumplido, sino
que simplemente eran ajenos a sus
fines.
Además, resulta contradictorio que Juan, a diferencia de
Marcos, Lucas y Mateo, nada diga respecto al proceso y condena por el sanedrín.
Que el testimonio de este apóstol, según la tradición, el único testigo
presencial de todos los hechos aquel fatídico día, no concuerde en este punto
crucial, echa mayores sombras sobre lo que realmente ocurrió ante el máximo
tribunal hebreo.[29]
Lo que está claro es que si nos llevamos exclusivamente por
los mencionados documentos religiosos, llegaremos a la rápida y facilista
conclusión deque se trató de un irregular y arbitrario proceso. Sin embargo, es
altamente probable que los hechos
no hayan sucedido de ese modo.
[1] Crf. Mt
26:47, Mc 14:43
[2] Crf.Piatteli
Daniela. La jurisdicción del sanedrín. En: Proceso contra Jesús. Dykinson. Madrid.
2002. p71
[3] Hc 4-3 /
[4] Hc 8-1 /
[5] Santalucía, Bernardo.
La jurisdicción del prefecto de Judea. Ibid..p.82 /
[6] Jn.8-58 /
[7] Jn 10-33 /
[8] Ibid.p.164-165
/
[9] Mc.14:58/
[10] Jn.2:20 /
[11] Mateo
23:16-23 /
[12] Jer.26,1-19
/
[13] Juster, citado
por Blinzer. o. c. p. 134 /
[14] Ex.20:8 /
[15] El Hombre
más grande de todos los tiempos. WatchTower Bible and Tract Society of
Pennsylvania.1991.p 32./
[16] Lc 6-1 /
[17] Lc 6-6… /
[18] Jn 9-13,14
/
[19] Mt.12-11 /
[20] Lc 6-5 /
[21] Mc 2:27 /
[22] Dt..16:17, 19:15,
21 /
[23] Nm. 35, 30
/
[24] Marcos es
el único que menciona sin dar detalles de esta discordancia en Mc 14:59./
[25] Renán, Ernesto.
Vida de Jesús. pg. 269 /
[26] Platón,“Apología
de Sócrates” trad. López Castellón. Colección Austral. Madrid. 1997. p 88,89 /
[27] Benitez, J.
J. Caballo de Troya. Planeta. Barcelona. 1993. p 383-387 /
[28] En:Pinazo, Bernardo.
Defectos deforma en el juicio a Jesús. Internet.Ruta Cofrade./
[29] Blinzler. p.
183
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