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miércoles, 27 de junio de 2012

Las tinieblas del Putumayo


LOS 100 AÑOS DEL LIBRO AZUL BRITÁNICO
En julio de 1912, se hizo público el Libro Azul Británico, el informe del irlandés Roger Casement sobre atrocidades cometidas por la Peruvian Amazon Company contra los indígenas en el Putumayo durante la llamada época del caucho.

“Casi en todas partes los indios llevaban rastros de haber sido azotados, en muchos casos de haber sido brutalmente flagelados y las marcas del látigo no se limitaban solamente en los hombres.”ROGER CASEMENT.

“Asamblea de haraganes armados”.
Así llamó el irlandés Roger Casement (1864-1916), a los empleados blancos y a los capataces barbadenses, quienes, durante la primera década del siglo XX, en nombre de la explotación del caucho, cometieron atrocidades contra los indígenas de la región del Putumayo, ubicada entre los ríos Caquetá y Putumayo, en la zona fronteriza con Colombia. Huitotos, ocaimas, andoques, boras, además de otras tribus menores como los muinanes, nonuyas y rezígaros, fueron atropellados en nombre del progreso.

Antes de llegar a Iquitos, el 31 de agosto de 1910, desde donde partiría a la región del Putumayo y donde permanecería hasta el 25 de noviembre de ese año, Casement se desempeñaba como cónsul en Río de Janeiro. Llegó al Perú enviado por el gobierno inglés al frente de una comisión para investigar “las posibilidades de desarrollos comerciales de las propiedades de la compañía y averiguar sobre las relaciones actuales entre los empleados nativos y los agentes de la compañía”, tal como refiere la primera carta enviada al irlandés desde el Ministerio de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, fechada el 21 de julio de 1910.

La misiva integra, junto a otras 49 cartas y anexos, el Libro Azul Británico. Informe de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo, hechas públicas originalmente en julio de 1912 por los gobiernos del Reino Unido y Estados Unidos, y se ha reeditado este año, con motivo del centenario, por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP) y el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA).

CONTEXTO MUNDIAL
El auge de las gomas silvestres, llamado también látex o caucho de la Amazonía, se dio entre fines del siglo XIX y 1914. “Es el siglo en que maduran la revolución industrial y se consolida el capitalismo”, recuerda Alberto Chirif. En Europa y Estados Unidos se forjan las “visiones de progreso tanto como las actitudes de superioridad y racismo frente a sus poblaciones originarias”. Por su parte, en los países de la cuenca amazónica “se conforman como repúblicas”, a excepción del Brasil, que lo hizo en 1889.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX también se da “la ampliación del conocimiento sobre los ríos amazónicos”. En el Perú, en 1860 se forma la Comisión Hidrográfica del Amazonas que luego, en 1901, la reemplaza la Junta de Vías Fluviales, con el rol similar de “explorar las principales cuencas de la región, levantar mapas sobre su curso y navegabilidad y elaborar informes sobre sus recursos y población”, explica Chirif. También por esos años, diversos gobiernos extranjeros se interesan por explorar la Amazonía.

Alberto Chirif señala tanto el auge de la explotación del caucho amazónico como su posterior crisis, a partir de 1914, se debió a la demanda del mercado internacional. Empezó tras el proceso de vulcanización realizado en 1839 por Charles Goodyear y el posterior uso del caucho “como aislante de cables, amortiguadores para ferrocarriles, bandas de billar, fabricación de zapatos y prendas impermeables”. Y continuó con más fuerza con la reinvención, en 1888, de la llanta neumática por John Dunlop para la industria de la bicicleta y el automóvil.

Para los años del informe, el Perú solo aportaba el 6.2% de la industria de gomas de caucho mientras Brasil ocupaba el 90% del mercado mundial. Hasta que la propia Gran Bretaña, en sus colonias, empezó a producir caucho a menor costo. Ahí terminó la historia de la era del caucho en el Perú.  

EL LIBRO DE CASEMENT
De toda la correspondencia entre funcionarios británicos y norteamericanos –entre el 21 de julio de 1910 y el 27 de junio de 1912– publicada como el Libro Azul Británico, Casement redactó directamente cinco cartas y dos informes para el ministro, sir Edward Grey.

Como dijo Grey, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, Casement era un “especialista en atrocidades”. Mario Vargas Llosa recreó en la novela El sueño del Celta (2010) los hechos y la figura del irlandés, sumándose a otros novelistas como Joseph Conrad, James Joyce y W. G. Sebald, o el poeta W. B. Yeats, que se inspiraron en el personaje.  

Se nombró a Casement como cónsul general porque era la mejor garantía de un trabajo ecuánime en el Putumayo: ya había denunciado las atrocidades de que eran capaz de cometer los caucheros en el Congo Belga. El informe que publicó al respecto en 1903, junto a Edmund Dene Morel, causó incredulidad entre los ingleses, europeos y norteamericanos. “Así se defendía el ser humano contra todo aquello que mostraba las indescriptibles crueldades a las que podía llegar azuzado por la codicia y sus malos instintos en un mundo sin ley”, opina el personaje vargasllosiano.

El irlandés partió de Iquitos el 14 de setiembre de 2010 y ocho días más tarde llegó a “La Chorrera”, la principal estación de la compañía. Ahí empezó con los “testimonios directos”. Logró que hablen 30 de los 196 barbadenses –súbditos británicos–, que fueron contratados en la isla de Barbados entre 1904 y 1905, por la Peruvian Amazon Company (PAC), del polémico político y empresario peruano Julio César Arana (1864-1952), principal accionista y gerente de la empresa cauchera con acciones en la Bolsa de Londres. La misma firma había funcionado en el Putumayo antes como “J.C. Arana y Hnos.” y “Casa Arana”.

“Aunque ya había noticias de los crímenes del Putumayo, fue recién en 1909, a raíz de una serie de artículos semanales escritos por Walter Handerburg en la revista londinense Truth denunciando las atrocidades cometidas por los trabajadores de la empresa, que el tema alcanzó repercusión internacional y ocupó las primeras planas de periódicos europeos y americanos”, explica el investigador Manuel Cornejo Chaparro en una nota introductoria a la reciente edición.

También estaban los escritos del periodista Benjamín Saldaña Roca, quien en los diarios La Felpa y La Sanción, de Iquitos, “enumeraba los distintos tipos de castigo a los indígenas por las faltas que cometían: latigazos, encierro en el cepo o potro de tortura, corte de orejas, de narices, de manos y de pies, hasta el asesinato”, recuerda el Casement de El sueño del Celta. (El Saldaña de carne y hueso, fue llevado a empujones en 1909 hacia el puerto de Iquitos por sus enemigos, pudo huir, y falleció en Cerro de Pasco cinco años más tarde).

En su primera carta, fechada el 7 de enero de 1911, el cónsul general Casement resume al ministro Edward Grey lo visto: “La situación revelada es absolutamente lamentable y justifica por completo las peores acusaciones contra los agentes de la Peruvian Amazon Co. Y sus métodos de administración del Putumayo”. Luego, en un documento anexo, da los nombres “de algunos de los peores criminales en el Putumayo, todos ellos acusados de ofensas atroces contra los indios”. Se trata de 14 jefes de secciones, todos peruanos menos Armando Normand, un boliviano formado en el Reino Unido; el peor, a decir de Casement. “Los crímenes cometidos por este hombre son incontables (...) había hecho cosas que ninguno de los demás había hecho”. A ellos suma nombres de ocho agentes subordinados, entre los que figuran peruanos, colombianos y un barbadense.
LOS DEBERES (DE LOS EMPLEADOS) CONSISTEN EN VER QUE LOS INDIOS DE LA SELVA DEL ENTORNO TRABAJEN EL CAUCHO Y LES PROPORCIONEN LA MAYOR CANTIDAD DE COSAS QUE NECESITEN. CON ESTE PROPÓSITO, EL PRINCIPAL REQUISITO ES TENER UN RIFLE Y SUFICIENTES CARTUCHOS”, CUENTA EL IRLANDÉS.

“Cuando no estaban cazando a indios, los empleadores en todas las estaciones pasaban el tiempo echados en la hamaca haciendo apuestas”, dice el irlandés en sus misivas tras visitar las estaciones de “La Chorrera”, “Occidente”, “Último Retiro”, “Entre Ríos”, “Matanzas”, “Atenas” y “Sur”. “Sus deberes (de los empleados) consisten en ver que los indios de la selva del entorno trabajen el caucho y les proporcionen la mayor cantidad de cosas que necesiten. Con este propósito, el principal requisito es tener un rifle y suficientes cartuchos”.

Cuenta de esas maldades, que “los hombres eran inmovilizados en el cepo” por días. Lo peor era que “con frecuencia los indios eran azotados hasta la muerte”, cuando no cumplían las cuotas de caucho que debían traer a los blancos. ¿Cómo se les flagelaba? “Los hombres y las mujeres eran colgados por las muñecas, con los brazos amarrados detrás de la espalda; en esta postura, con los pies colgando encima del suelo, eran flagelados en las piernas y el dorso.” Pero “la flagelación era combinada a otras torturas diseñadas para inspirar miedo intenso y agonía física próxima a la muerte”, refería el diplomático a su superior. Y a otros se dejaba morir de inanición amarrados a los cepos. 

Las nativas no solo eran sirvientas sino también eran dadas por los empleadores como “esposas” de los empleados. Dependía de los jefes de secciones aceptar que los barbadenses se vayan a otra sección con sus “esposas” y sus hijos o, simplemente, los abandonen.

En el ambiente se calcinaba “una deliberada falta de honestidad”. Las apuestas eran otro abuso. Los barbadenses contratados firmaban pagarés al perder las apuestas de juegos de dados por meses o años de salario. Pero incluso había falsificaciones. “Hasta la ropa era apostada”, subraya Casement.

COLOFÓN
Por su magnífico informe, Casement fue distinguido como Caballero del Gobierno Británico. Pero en 1913, abandonó el servicio diplomático, entre otras razones por agravarse su artritis, pero, sobre todo, para unirse a la causa independentista de su patria, Irlanda. Así, a los Irish Volunteers, dedicado en cuerpo y alma a este sueño nacionalista. Viaja a Estados Unidos y Alemania, y se reúne sus ensayos y artículos en el pequeño libro Irlanda, Alemania y la libertad de los mares: un posible resultado de la guerra de 1914. Es apresado y, el 3 de agosto de 1916, ahorcado en la prisión de Pentonville, acusado por la Corona Británica de alta traición.

¿Pero tuvo alguna repercusión en el Perú el informe del irlandés? “Los resultados de la investigación de Casement se diluyeron en el marasmo y las maniobras dilatorias de la burocracia peruana que trató de disfrazar las atrocidades como actos patrióticos y altruistas de defensa de la frontera y civilización de los ‘salvajes’. Los inculpados huyeron sin dejar rastros y no hubo reos que condenar”, comenta Alberto Chirif.

“Entre La Chorrerea e Iquitos no hay ninguna autoridad peruana que pueda registrar los agravios que se comenten en el Putumayo”, lo decía con acidez Casement. Cuenta Vargas Llosa que en el Kerry County Museum de Tralee está la cámara fotográfica que utilizó en 1910 en su viaje al Putumayo. Un mundo verde, lleno entonces de las tinieblas del progreso. (JVV) 

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